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A inicios de agosto de 2020, Rusia se colocó al frente de la carrera global que se había iniciado para lograr una vacuna contra el nuevo coronavirus.
El presidente Vladimir Putin dijo al mundo que su país ya tenía la primera vacuna aprobada y anunció que en octubre de ese año pondrían en marcha una campaña de vacunación masiva.
La Sputnik V, como fue bautizada, había sido desarrollada por el Centro Nacional de Investigación de Epidemiología y Microbiología (Gamaleya) junto con el Ministerio de Defensa.
Sin embargo, poco más de un año más tarde, Rusia es el quinto país del mundo que ha registrado mayor número de contagios (más de 7.8 millones) y más muertes (217 mil), de acuerdo con datos de la Universidad Johns Hopkins de Estados Unidos.
El país euroasiático vive en este momento una fuerte oleada de contagios que lo convierten, además, en el cuarto país del mundo con mayor número de casos acumulados en las últimas cuatro semanas: casi 663 mil.
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Durante 13 de las últimas 17 jornadas, el país ha registrado nuevos récords de muertes diarias causadas por el coronavirus, siendo el número más reciente el de este viernes: 999 fallecimientos.
También estableció un nuevo registro máximo de contagios confirmados: 32.196.
La dura oleada de contagios está ejerciendo gran presión sobre los servicios sanitarios disponibles.
Denis Protsenko, jefe médico del principal hospital moscovita dedicado a pacientes de covid-19, advirtió que las camas de los hospitales se están llenando con pacientes en estado crítico, según informó el diario Moscow Times.
¿Cómo es esto posible? La causa reside en el bajo número de personas vacunadas que hay en el país: solamente 31% de los habitantes de Rusia se encuentran completamente vacunados y apenas un 3% adicional se encuentra parcialmente vacunado, de acuerdo con cifras de Our World in Data de la Universidad de Oxford.
Resistencia a la vacuna
Durante el último año, la vacuna Sputnik V sirvió para apuntalar la imagen internacional de Rusia y fue acogida en muchas partes del mundo, incluida América Latina, donde su uso ha sido aprobado en Argentina, Bolivia, Paraguay, Venezuela, Nicaragua, México, Honduras, Guatemala, Panamá, Ecuador, Brasil y Chile, según informó la agencia de noticias rusa TASS.
En algunos de esos países luego se presentaron problemas por falta de abastecimiento y hubo quejas de parte de personas que, tras recibir la primera dosis, tuvieron que esperar mucho más tiempo del previsto para recibir la segunda inyección.
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En Rusia, sin embargo, el bajo número de vacunados no tiene que ver con la falta de vacunas, sino con la resistencia de la población a ponérsela.
En una encuesta del Centro Levada, un instituto especializado en estudios de opinión pública en Rusia, realizada el pasado 20 de agosto, el 54% de los consultados dijo que no se pondría la vacuna si esta no es obligatoria, mientras que 38% dijo que sí lo haría.
Las autoridades tienen claro el problema al que se enfrentan.
"Ciertamente, las cifras [la tasa actual de mortalidad por covid-19] son terribles. Es alarmante. La principal razón son los bajos niveles de vacunación", dijo el pasado 5 de octubre el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov.
El funcionario reconoció que el virus se estaba volviendo más agresivo y que el nivel de vacunación no es suficiente".
Pese a todo, el Kremlin ha descartado de momento imponer sanciones contra aquellos ciudadanos que no se quieran vacunar.
Según dijo Peskov el pasado 11 de octubre, este tipo de medidas van en contra de la "naturaleza social" del Estado ruso, por lo que no resulta realista plantearlas.
Indicó que lo que corresponde en esta situación es apelar a la conciencia de los ciudadanos para que entiendan que "no hay otra forma de proteger sus vidas que vacunándose".
Desconfianza generalizada
Pero ¿por qué hay tantos rusos que no se quieren vacunar?
"Muchos no se han vacunado no porque sean convencidos antivacunas, sino porque han decidido esperar", dijo la antropóloga Alexandra Arkhipova, investigadora principal del Instituto de Ciencias Sociales de la Academia Presidencial Rusa de Economía Nacional y Administración Pública.
En una entrevista con el servicio ruso de la BBC, Arkhipova explicó que la decisión de estas personas se basa en su desconfianza hacia la medicina y hacia la élite política, pero también sobre la base de los consejos de sus médicos de confianza.
"En la época soviética, a los padres no se les permitía evadir las vacunaciones. Por ello, la negativa a vacunarse era una forma de disenso y, debido a ello, en algunas familias de la intelectualidad esto era aceptado e incluso estimulado", señaló.
Al mismo tiempo, el elevado nivel de desconfianza que existe en el país hacia la medicina y hacia la política se refleja también en el rechazo a la vacuna.
"Mucha gente dice que no está lista para vacunarse porque no confían en la forma como se diseñó la Sputnik V. Ellos están extremadamente molestos por la falta de información acerca de cómo se hizo, cuáles fueron sus efectos secundarios, cuánta gente enfermó, cuán severa o suave fue la enfermedad, cuántos de los vacunados fueron hospitalizados, etc", agregó Arkhipova.
Explicó que aunque los rusos no confían en la medicina, sí lo hacen en los médicos que conocen, pero esto -paradójicamente- no ha ayudado a impulsar las vacunaciones.
"Muchas personas han sido disuadidas de vacunarse por los llamados 'médicos de familia'", apuntó.
Explicó que en Rusia no están muy desarrollados los protocolos de vacunación para las personas que tienen distintas enfermedades, algo que dificulta el trabajo de los médicos.
"Simplemente es muy intimidante para un médico asumir la responsabilidad de recomendar las vacunas. Con frecuencia ellos no saben exactamente cómo la vacuna va a afectar la enfermedad de su paciente. Es mucho más fácil decir: no te vacunes", dijo Arkhipova.
En relación con la forma como la desconfianza hacia las autoridades afecta las vacunaciones en Rusia, la experta señaló que en las entrevistas que hacen en sus estudios las personas mencionan que los funcionarios y los médicos de alto rango les pueden mentir a los ciudadanos sin tener que enfrentar ninguna consecuencia.
"Mentir no es algo que sea castigado en Rusia. Por la misma razón, algunas personas confían más en las vacunas importadas porque creen que si los fabricantes de Pfizer mienten, van a ser castigados por ello", apuntó.
Un elemento adicional que incidiría en este rechazo a las vacunas es la ignorancia de las personas acerca de cómo funciona su propio cuerpo.
"Muchas personas no entienden lo que es un virus, cómo opera y entra en el cuerpo, o qué son los anticuerpos. Por ello, una persona así tiene una reducida capacidad crítica en relación con cualquier rumor", dijo.
Y en Rusia, como en muchas otras partes del mundo, los bulos y desinformaciones contra las vacunas han sido abundantes.
Según dijo Arkhipova a la BBC, hasta julio de este año habían acumulado una base de datos con unos 314 rumores distintos sobre el coronavirus, de los cuales 83 están relacionados con las vacunas y habían sido compartidos 2,6 millones de veces en redes sociales.
Este es otro factor que dificulta la tarea de persuadir a los rusos sobre la conveniencia de ponerse la vacuna contra el covid-19.
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