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En el verano de 1795, comenzaron a llegar pacientes al Hospital Bellevue , en la ciudad de Nueva York, con síntomas de fiebre amarilla.
La metrópolis estadounidense vivía el comienzo de una epidemia que, solamente en aquel año, dejaría 730 muertos, un resultado devastador para una ciudad que, en aquella época, tenía una población de 40 mil habitantes.
Más de dos siglos después, el Bellevue, uno de los hospitales públicos más antiguos y prestigiosos del país, vuelve a estar a la vanguardia en la lucha contra la nueva epidemia que azota la ciudad.
En las últimas semanas, las salas y los profesionales médicos se han reorganizado para recibir al creciente número de pacientes con Covid-19, la enfermedad causada por el nuevo coronavirus.
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Hasta este martes 14 de abril, el estado de Nueva York registraba más de 195 mil casos y más de 10 mil muertos por Covid-19.
Hoy, el Bellevue ocupa un edificio de 22 pisos y forma parte de la Corporación de Salud y Hospitales de la Ciudad de Nueva York, el sistema de hospitales públicos más grandes del país.
Los servicios médicos ofrecidos por la institución se cobran de acuerdo a los ingresos familiares.
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Si el paciente no cuenta con un seguro de salud, puede pedir asistencia financiera para pagar la cuenta.
El Bellevue es también uno de los diez centros médicos de Estados Unidos reconocidos por su programa de patógenos especiales, es decir, tiene médicos específicamente entrenados y unidades especializadas en biocontención para el tratamiento de enfermedades infecciosas.
Su historia a lo largo de los dos últimos siglos se confunde con la de Nueva York y también con los avances de la medicina en Estados Unidos.
Albergue para pobres
Durante años, el Bellevue fue sinónimo de muerte. El hospital se hizo célebre por su ala psiquiátrica y también por albergar a enfermos terminales, pobres e indigentes, y pacientes que eran rechazados por otras instituciones.
Incluso las personas con enfermedades incurables o que no tenían dinero para pagar recibían tratamiento.
El hospital comenzó como una enfermería en una residencia para pobres, en 1736. Años después, fue transferido una instalación cercana al Río Este.
Según el historiador David Oshinsky, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Nueva York y autor del libro "Bellevue" sobre la historia del hospital, durante el siglo XVIII albergaba a personas sin recursos y a enfermos que no tenían posibilidad de recuperarse.
"Era un lugar a donde uno iba a morirse", dice Oshinsky en entrevista con la radio pública estadounidense NPR.
Cuando comenzaron a aparecer casos de fiebre amarilla en Manhattan en julio de 1795, en el verano del hemisferio norte, los pacientes fueron trasladados al Bellevue.
En esa época los médicos no tenían idea de cómo tratar la enfermedad y ni siquiera sabían que era transmitida por mosquitos.
Pronto la ciudad empezó a registrar varias muertes al día.
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Esta sería la primera de varias oleadas de la epidemia de fiebre amarilla, que duró hasta 1803 y dejó miles de muertos en Nueva York, la mayoría de ellos inmigrantes pobres, ya que muchos residentes ricos huyeron a zonas rurales cuando la enfermedad comenzó a propagarse.
Cólera y Guerra Civil
Según Oshinsky, en el siglo XVIII, la medicina en Estados Unidos era extremadamente primitiva y no había anestesia, antisépticos u otras medidas de higiene.
"En Bellevue, incluso después de la Guerra Civil, aunque era posible sobrevivir a una operación, las infecciones después de la cirugía eran comunes en más de la mitad de los casos", afirmó el historiador en una entrevista con un programa de televisión de la Universidad de Nueva York.
Los que sobrevivían a la cirugía, tenían un 50% de posibilidades de no sobrevivir al mes siguiente.
"Los médicos hacían lo mejor que podían", añade el académico.
A comienzos del siglo XIX, el complejo de Bellevue incluía una residencia para pobres, una enfermería, un orfanato, un hospicio y una prisión.
Cuando una epidemia de cólera se desató en Nueva York, en 1832, el hospital fue crucial en la lucha contra esta enfermedad que mató al menos a 3.500 personas en la ciudad ese año, la mayoría pobres e inmigrantes.
Miles de otros morirían en brotes posteriores, en 1849 y 1866.
Durante la Guerra Civil estadounidense, el hospital trató tanto a los soldados como a los manifestantes que se rebelaron contra el reclutamiento en una serie de protestas violentas que dejaron decenas de muertos y miles de heridos en la ciudad, en 1863.
Avances
El Bellevue era reconocido por contar con los mejores cirujanos del país en la época. Sus médicos no solo trataba a personas pobres, sino también a personajes importantes e incluso a presidentes.
Pero no siempre sus intervenciones fueron exitosas. Hasta la década de 1840, la cirugía y otros tratamientos se realizaron sin anestesia.
En 1881, cuando el presidente James Garfield sufrió un atentado, un cirujano del hospital, Frank Hamilton, fue llamado a Washington.
Los disparos, en principio, no fueron fatales. Pero, según Oshinksy, el médico no creía en la teoría microbiana (que estableció, a fines del siglo XIX, que los microorganismos causaban enfermedades) y puso sus manos sucias, sin guantes, sobre las heridas.
El presidente murió dos meses después a causa de una infección.
En 1893, fueron nuevamente los médicos de Bellevue quienes trataron al presidente Grover Cleveland, quien tenía un tumor maligno en la boca.
Esta vez, explica Oshinksy, los médicos emplearon todos los métodos antisépticos disponibles en la época y el tumor fue extirpado con éxito.
A lo largo de los siglos, muchos de los principales médicos de Estados Unidos fueron entrenados o enseñaron en Bellevue, que fue el primer hospital estadounidense en tener una escuela de medicina.
También allí se produjeron varios avances de la práctica médica en el país, como la creación del primer cuerpo de ambulancias de EE.UU. establecido en 1869 por el médico Edward Barry Dalton, veterano de la Guerra Civil.
El hospital también fue el primero en contar con una ala de maternidad, una escuela profesional de enfermería, una clínica pediátrica y un departamento de patología forense, entre otros avances.
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En su libro, Oshinksy resalta que, incluso en una época en que los prejuicios limitaban las oportunidades para los estadounidenses en el campo de la medicina, Bellevue se destacó por tener profesionales judíos y cristianos, blancos y negros, hombres y mujeres.
Enfermos famosos
La promesa del hospital de no negarle el tratamiento a nadie, implicaba que sus salas siempre estaban llenas.
Durante la pandemia de la gripe española, que mató a al menos 50 millones de personas en el mundo entre 1918 y 1920, había pacientes durmiendo en los pasillos.
Además, como el hospital estaba siempre entre las instituciones sanitarias de vanguardia del país, recibía también a los pacientes más graves.
Muchos estadounidenses relacionan incluso hoy al Bellevue con el tratamiento de enfermedades mentales.
A mediados del siglo XIX, se amplió una pequeña ala reservada para este tipo de pacientes y las instalaciones psiquiátricas ganaron importancia.
En el libro, Oshinsky relata algunos de los experimentos realizados en el siglo pasado con pacientes psiquiátricos en el hospital, muchos de ellos con resultados dudosos, como la terapia de electrochoque en niños.
La sala psiquiátrica del hospital recibió a varios personajes célebres, incluido el saxofonista Charlie Parker, el escritor Norman Mailer y los beatniks William S. Burroughs y Allen Ginsberg.
También albergó a Mark David Champan, quien asesinó al músico John Lennon en 1980.
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Muchas personas con trastornos mentales y personas sin hogar también se refugiaron en Bellevue.
En 1989, la reputación del hospital sufrió un duro golpe cuando un hombre sin hogar que vivía ilegalmente en una sala de máquinas del complejo y llevaba una bata de laboratorio robada y caminaba por el hospital como si fuera un médico, violó y asesinó a una médica embarazada.
Sida y ébola
A partir de 1981, el Bellevue se convirtió en el principal destino de pacientes con sida.
A mediados de los años 80, Estados Unidos registraba más de 130 mil nuevos casos de VIH al año.
Sin cura o tratamiento, un diagnóstico positivo significaba una sentencia de muerte.
Nueva York era uno de los principales centros de la epidemia. En el Bellevue, médicos y enfermeros sobrecargados con un gran número de casos, convivían con el temor del contagio y el impacto emocional de no poder salvar a los pacientes.
"El Bellevue trató a más pacientes con sida que cualquier otro hospital en el país. Y más pacientes con sida murieron en Bellevue que en cualquier otro hospital del país", dijo Oshinsky en una entrevista con NPR.
Según el historiador, muchos de los estudios y pruebas que hicieron posible el hallazgo de tratamientos para la enfermedad se realizaron en Bellevue.
En 2014, el hospital se enfrentó con otro desafío: el de tratar al médico Craig Spencer, el único caso de ébola registrado en Nueva York.
Spencer estuvo en una sala especial de aislamiento en el séptimo piso, creada durante una epidemia de tuberculosis resistente a los medicamentos que tuvo lugar en la ciudad en los años 90.
En sus casi tres siglos de historia, el hospital solo cerró una vez después del paso del huracán Sandy en 2012, cuando se inundó y se quedó sin electricidad y los aproximadamente 800 pacientes que se encontraban allí tuvieron que ser evacuados.