Con la extensión de la cuarentena en muchos países que llevan semanas en aislamiento, y la falta de claridad sobre cómo salir de ella sin que aumenten drásticamente los casos de Covid-19, los ánimos de la gente se han ido desgastando.
Más allá del golpe económico que representa para quienes dependen del trabajo diario para su subsistencia o del caos logístico para los padres que tienen hacer malabares para trabajar desde la casa y ocuparse de sus hijos, muchos sufren el impacto de la soledad y la ausencia de contacto físico.
Por esta razón, una de las estrategias que algunos gobiernos están barajando para salir de este atolladero es la de crear o ampliar las llamadas "burbujas sociales".
El término empezó a ganar prominencia después de que Nueva Zelanda —uno de los países más exitosos en la lucha contra la pandemia— anunciara el descenso de su nivel de alarma de 4 a 3.
Mientras que la recomendación de permanecer en la casa y evitar en lo posible las interacciones sociales en dicho país sigue en pie, las nuevas reglas que entraron en vigencia el lunes autorizan a la población a ampliar su círculo de contactos.
"La gente debe continuar dentro de la burbuja de su hogar pero puede expandirla para reconectarse con su familia extendida, o para traer cuidadores, o para ayudar a personas aisladas", dice el gobierno en su página web, "siempre y cuando todos vivan en el mismo pueblo o ciudad".
El contacto entre este grupo de personas debe exclusivo: es decir, las personas que forman parte de esta burbuja no pueden formar parte de otra.
"Esta aproximación es una manera de aumentar el contacto social a la vez que se minimiza el riesgo de transmisión de la enfermedad, ya que si se produce una infección se queda dentro de la burbuja y no puede transmitirse a otras", le explica Stefan Flasche profesor asociado de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres.
"Es una forma eficiente de relajar las restricciones que, en principio, es viable en casi cualquier situación donde ya no esté aumentando el número de contagios", dice.
En su opinión, es una herramienta importante para lidiar con la situación, mientras continúa la búsqueda de una vacuna, "aunque cada país deberá priorizar qué medidas necesitan flexibilizar más urgentemente".
No más de 10
Mientras que la propuesta implementada en Nueva Zelanda no fija un número de individuos por unidad (aunque evidentemente la idea de una burbuja es que sea pequeña), otros gobiernos que evalúan la posibilidad de incorporar esta estrategia establecen un límite de 10 personas.
En el contexto británico, manteniendo este límite, la idea sería permitir la combinación de un grupo familiar con dos o tres otros grupos, también de forma exclusiva.
La idea también está siendo considerada entre otros por Escocia, Canadá y Bélgica.
Para Per Block, coautor de un estudio liderado por la Universidad de Oxford sobre estrategias basadas en la reestructuración de nuestras relaciones sociales para aplanar la curva de la Covid-19 después de la cuarentena, las ventajas de este modelo son evidentes.
"Cuanto más estricta es la cuarentena, más alto es el costo para la vida social y el bienestar psicológico de la gente", le dice el investigador a BBC Mundo.
"Hay una diferencia enorme entre encontrase con alguna gente o estar solo en la casa, sobre todo para personas vulnerables desde un punto de vista psicológico, o que están en una situación poco segura, o que necesitan del contacto físico para su bienestar mental".
Brian Dow, vicedirector ejecutivo de Rethink Mental Illnes, una ONG británica avocada a promover los derechos de las personas afectadas por problemas de salud mental, cree que esta política sería beneficiosa siempre y cuando esté bien manejada.
"Esto le permitiría a la gente aliviar la ansiedad que puede estar sintiendo al estar atrapada en su casa", le dijo a la BBC.
"La gente ha sido muy creativa (en términos de socialización), pero, francamente lo que ahora necesita es, simplemente, un abrazo".
¿Pero cómo un grupo familiar o que comparte una vivienda puede armar su burbuja sin que sea un quebradero de cabeza, aceptando a algunos, rechazando a otros, y dejando a todos los integrantes de la casa satisfechos?
"Es una tarea delicada porque tienes que hacer un contrato social con otra gente que está en tu burbuja y asegurarte de que todos permanezcan dentro de ella y esto se basa en la confianza", admite Block.
También hay muchos otros factores a tomar en cuenta como las diferentes generaciones que conviven bajo un mismo techo.
"Si fuese por mí y mi pareja, seguramente estaríamos bien comunicándonos digitalmente con nuestros amigos, pero tengo una niña de cuatro años y su situación es peor, porque extraña la interacción física con sus amigos porque no se puede comunicar bien digitalmente", comenta Flasche.
"Por eso debes considerar cuidadosamente quién dentro de la casa necesita más expandir su burbuja personal, y crear una unidad de acuerdo a quién realmente esto le hace falta".
Otra cosa importante, señala Block, es crear una burbuja con un grupo que esté geográficamente cerca (como por ejemplo vecinos que sean amigos y con una estructura familiar similar), así "en caso de contagio, se puede limitar la distancia a la que se propaga la enfermedad".
La respuesta es simple coinciden los entrevistados: de que la gente cumpla con las reglas.
Que, por otro lado, no son para siempre, sino "una solución intermedia entre ahora y quizás dentro de un año cuando volvamos a interactuar normalmente", aclara Block.
"Yo lo veo como una oportunidad para la sociedad", señala Lasche.
Si la gente sigue las reglas y limita sus contactos lo más posible, esta puede ser una estrategia viable y sostenible que nos haga la cuarentena más tolerable a largo plazo", dice.
"Si no cumplimos con las normas y establecemos más contactos, la enfermedad se propagará, y tendremos que regresar a un aislamiento más severo. Por eso nos interesa a todos que no sea así", agrega.
Nueva Zelanda, donde la estrategia de las burbujas sociales ya está en marcha, reevaluará el 11 de mayo cómo seguir adelante.
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