"Aún no he podido darle un besito a mi hija ni oler su perfume: con mascarilla no es posible. El olor de los recién nacidos siempre es especial, echo de menos el de mi hija". Sara Barrías, 34 años, descubrió que dio positivo por coronavirus un día antes de dar a luz a su tercera hija, Anna, en la clínica Mangiagalli, un antiguo hospital en el centro de Milán.
Desde aquel 10 de marzo, solo ha podido tocar a la niña usando guantes y mascarilla, y no pudo verla durante varios días.
Lo mismo le pasó a su marido Lorenzo Norsa, de 37 años, médico pediatra que desde hace casi un mes trabaja en primera línea en la lucha contra la epidemia en el hospital de Bérgamo, ciudad a poco menos de 50 kilómetros de Milán y entre las más afectadas por el coronavirus.
La fecha natural del parto era el 29 de marzo, pero el 5 de ese mes, recuerda Sara, "empecé a encontrarme mal. Ya sospechaba algo porque mi marido Lorenzo trabaja en el hospital de Bérgamo".
Cinco días después, tuvo signos de pérdida: "Llamé a mi ginecóloga, quien me aconsejó ir al hospital".
Una vez ahí le hicieron el examen y dio positivo por Covid-19.
Como el número de infectados y de fallecidos diarios crecía mucho, en el hospital "tenían ya listo espacios reservados para los contagiados, con elevadores separados y exclusivos".
"Yo he sido la primera contagiada por coronavirus en la clínica Mangiagalli, pero muy pronto llegó la segunda - quien también estaba embarazada - y tras una semana ya había diez pacientes infectados por coronavirus".
"La primera vez que he parido sola"
Sara pasó la noche en el hospital y a la mañana siguiente le hicieron cesárea.
"Lorenzo y yo tenemos otros dos niños, pero esta fue la primera vez que he parido sola: fue raro y mucho más difícil".
También resultó complicado avisarle a su marido que le iban a hacer cesárea, porque durante esas mismas horas Lorenzo estaba luchando en primera línea en Bérgamo: "Intenté llamar al hospital, pero no podían comunicarme con él", explica Sara.
"Al final tuve que llamar al director del pabellón y lo logré".
Con 37 semanas de gestación, la pequeña Anna nació en buenas condiciones de salud. Y, más importante aún, resultó negativa por covid-19.
Separadas, sin ningún contacto
Pero Sara solo pudo verla durante las primeras 24 horas "y siempre con mascarilla y guantes".
Después, la trasladaron al pabellón de cuidados intensivos, "no porqué estuviese mal, sino por precaución y para monitorearla mejor".
Sara no pudo amamantarla, sino que le tuvieron que dar leche con la ayuda de un biberón.
A lo largo de seis días la mamá y la niña estuvieron en el mismo hospital, pero en sitios separados, sin ningún tipo contacto.
Y mientras tanto, fuera, Lorenzo siguió sin ver a su bebé ni a su mujer: las dos se encontraban aisladas en el hospital de Milán, mientras que él seguía en el de Bérgamo dando su aporte como médico frente a la pandemia.
"Por suerte", reflexiona ahora Sara, "en los días anteriores a que todo eso ocurría ya habíamos trasladado a nuestros otros dos hijos a la casa de sus abuelos, así que se quedaron con ellos sin problemas".
A la espera del ansiado primer beso
Sara pudo volver a ver a su hija solo el día antes de salir del hospital, y siempre llevando mascarilla y guantes.
Ahora las dos han vuelto a casa desde hace unos días, pero Sara sigue en cuarentena.
"Todavía no pude darle ni un besito", explica, "y tengo que llevar siempre mascarilla y guantes cuando la aúpo".
Lo mismo le pasa a Lorenzo, que finalmente consiguió pasar unos días con su familia, antes de volver al frente de la batalla contra el coronavirus.
La situación familiar seguirá así hasta las próximas pruebas sean negativas.
Sara tiene programado hacerse un primer examen el 1 de abril y un segundo dos días más tarde.
Y hará falta que las pruebas de ambos resulten negativas para que la consideren recuperada y pueda por fin tener la cercanía que tanto ansia con su hija.