Cuando el brote de coronavirus surgió en la ciudad china de Wuhan a fines del año pasado, los medios de comunicación del país asiático podían informar sobre la epidemia a detalle.
Pero a medida que la emergencia se ha ido agravando, superando las mil cien muertes en China, las plataformas de internet han eliminado varios artículos que critican el trabajo del gobierno por frenar el virus.
Las autoridades también trataron de tomar medidas enérgicas contra las advertencias compartidas por un médico cuando el coronavirus comenzó a extenderse.
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En un caso excepcional, la BBC pudo hablar con una trabajadora de la salud en Hubei, la provincia en el epicentro del brote donde también se localiza Wuhan.
Para proteger su identidad, pidió solo ser identificada por su apellido, Yao.
Yao trabaja en un hospital en la segunda ciudad más grande de Hubei, Xiangyang.
Describe el lugar como una "clínica de fiebre", donde analiza muestras de sangre tomadas para diagnosticar a cualquier persona sospechosa de tener coronavirus.
Antes del brote, Yao había planeado viajar a Guangzhou para pasar el Año Nuevo chino con su familia.
Su hijo y su madre se adelantaron a ella en el viaje, pero cuando estalló la epidemia, Yao decidió ser voluntaria en Xiangyang.
"Es cierto que todos tenemos solo una vida, pero había una voz fuerte dentro de mí que decía 'debes hacerlo'", relató a la BBC.
Al principio tuvo que superar sus dudas sobre la decisión.
"Me dije 'Prepárate y protégete bien'", explica Yao.
"Incluso si no hubiera un traje de protección, siempre podría usar un impermeable. Si no hubiera una máscara, podría pedirles a amigos de toda China que me enviaran una. Siempre hay una manera", señala.
Pero Yao encontró al hospital mejor provisto de lo que esperaba. El gobierno ha aportado recursos, y empresas privadas han donado material para ayudar.
Sin embargo, todavía hay escasez de máscaras y trajes protectores, y no todos los miembros del personal están debidamente protegidos.
"Es un trabajo difícil, muy triste y desgarrador, y la mayoría de las veces simplemente no tenemos tiempo para pensar en nuestra propia seguridad", confiesa Yao.
"También tenemos que tratar a los pacientes con tierno cuidado, porque muchas personas acudieron a nosotros con gran miedo, algunos de ellos estaban al borde de una crisis nerviosa", relata.
Para hacer frente a la gran cantidad de pacientes que ingresan, el personal del hospital trabaja en turnos de 10 horas. Yao cuenta que durante estos turnos nadie puede comer, beber, tomarse un descanso o usar el baño.
"Al final del turno, cuando nos quitamos los trajes, descubrimos que nuestra ropa está completamente mojada por el sudor", explica la enfermera.
"La frente, nariz, cuello y cara quedan marcados por las apretadas máscaras y, a veces, incluso hay cortes. Muchos de mis colegas simplemente duermen en sillas después de los turnos, porque están demasiado cansados para caminar", agrega.
Pero a pesar de las dificultades, Yao dice que nadie del personal médico del hospital ha sido infectado.
Ella y sus colegas también han estado alentados por cálidos mensajes de la gente común. Algunas personas incluso han enviado alimentos y otros artículos de primera necesidad.
"Siento que a pesar de que (la población) está en cuarentena en casa, el virus une nuestros corazones", dice Yao.
En general, la respuesta del gobierno de China al brote de coronavirus ha sido "bastante rápida", considera, además de que cree que ningún otro país podría haber dado una mejor respuesta.
"En Occidente, se habla más sobre la libertad o los derechos humanos, pero ahora en China, estamos hablando sobre una cuestión de vida o muerte", señala.
"Estamos hablando de si podría ver el amanecer mañana. Entonces, todo lo que la gente puede hacer es cooperar con el gobierno y apoyar al personal médico".
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