Bruselas.— La Casa Real Británica está lista para ofrecer otro majestuoso espectáculo militar, aunque en esta ocasión el tono que prevalecerá en las inmediaciones del Palacio de Buckingham será uno de celebración por el anuncio de una nueva era y no de sobriedad por una triste despedida.

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Siete meses después de haber despedido a su madre la reina Isabel II, a los 74 años, el rey Carlos III será coronado este sábado junto con la reina consorte Camila durante un ritual milenario que formalizará su papel como líder de la Iglesia de Inglaterra y la transferencia de su título y poderes. Ocupa el trono desde el último aliento de la reina Isabel II en el castillo de Balmoral, Escocia, el 8 de septiembre pasado.

El heredero que batió todos los récords en espera de este momento recibirá la corona, el cetro y el orbe, los tres símbolos de su reinado en la Abadía de West- minster, ahí donde fue coronada su madre hace siete décadas.

El acto estará cargado de simbolismos, desde la marcha conocida como Procesión del Rey, que partirá desde el Palacio de Bu- ckingham y se desplazará a lo largo de The Mall, pasando por el Admiralty Arch y por el lado sur de Trafalgar Square. Se trata de una ruta de 1.5 millas (2.4 km) adornada con banderas, hasta la colocación de la Corona de San Eduardo. La investidura será presenciada por 2 mil invitados, incluyendo líderes y monarcas de todo el mundo. Entre la clase política estará el premier británico Rishi Sunak y los miembros del gabinete, además del presidente francés Emmanuel Macron, el mandatario polaco Andrzej Duda y los primeros ministros de Australia y Paquistán, Anthony Albanese y Shehbaz Sharif. El presidente estadounidense Joe Biden no asistirá, pero sí su esposa Jill Biden.

Miembros de la realeza europea también harán acto de presencia. Entre otros, los monarcas de España, Mónaco, Suecia, Noruega, Dinamarca, Países Bajos y Bélgica, al igual que habrá miembros de las casas reales de Asia, como el príncipe heredero de Japón, Akishino, y la princesa Kiko. También se espera la asistencia de líderes religiosos y representantes de toda la Mancomunidad de Naciones; Canadá participará con la delegación más numerosa.

A la vuelta a Buckingham, tras una segunda procesión, los miembros de la familia saludarán desde el balcón del palacio a la multitud, entre los que habrá unos 4 mil servidores públicos seleccionados previamente en reconocimiento a su desempeño en la sociedad. Tendrán un lugar estelar, en tribuna improvisada colocada frente al recinto.

Todo se desarrollará bajo un operativo como ningún otro, en palabras del Ministro de Estado para la Seguridad, Tom Tugendhat. La ruta que lleva del palacio a la abadía lucirá vallas metálicas y la zona será patrullada por más de 11 mil policías. El operativo incluirá francotiradores, agentes encubiertos, detectores metálicos y perros rastreadores de explosivos. El centro de Londres será declarado zona de exclusión.

La Policía Metropolitana señala que los datos de inteligencia muestran que no hay ninguna amenaza específica para el evento, pero sí podría haber incidentes aislados por parte de activistas y opositores a la monarquía, quienes podrían aprovechar la atención global para poner reflectores en su causa. Algunos activistas climáticos causaron disturbios durante las celebraciones del Jubileo de Platino de la difunta reina Isabel en junio pasado y los antimonárquicos ya dijeron que se apostarán en Trafalgar Square.

El Comité Operation Golden Orb, instancia responsable de planificar la ceremonia de coronación, estima que el evento costará alrededor de 100 millones de libras (unos 125 millones de dólares o 2 mil 200 millones de pesos), a pesar de que la lista de invitados es mucho menor a la que participó en las festividades de la última investidura en junio de 1953: 8 mil asistentes.

El evento pone el acento en una cuestión fundamental y que tiene que ver con la propia existencia del Reino Unido, una nación que transita por una aparente tregua política luego del terremoto experimentado en septiembre, cuando en un espacio de sólo cuatro días la nación presenció cambio de monarca y de premier. Liz Truss, quien dimitió 15 días después de asumir el cargo, presenció el ascenso al trono de Carlos III sólo 48 horas después de haber aterrizado en el 10 de Downing Street.

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El reinado está bajo enorme presión a causa de las secuelas del Brexit. El mayor reto que enfrenta Carlos III es si podrá o no convertirse en un factor de unión, entre Irlanda del Norte, Escocia, Gales e Inglaterra. El desafío no es sencillo: los 1.9 millones de habitantes de Irlanda del Norte no están en una misma línea, pesa la identidad religiosa. Los unionistas protestantes, aquellos que defienden la permanencia en el Reino Unido son favorables de la corona. A pesar de la espiral negativa en la que se encuentra el país a causa de la crisis económica y el encarecimiento de precios, para los irlandeses protestantes la monarquía sigue siendo el elemento más importante de su identidad, mas no para los católicos que sueñan con una isla unificada.

Escocia, como ninguno otro en la isla de la Gran Bretaña, ocupa un lugar especial en la familia real. No fue ninguna casualidad que la reina Isabel II eligiera Balmoral para despedirse. A pesar de ello, el movimiento independentista crece y disminuye la simpatía por el soberano. Un sondeo elaborado en abril por YouGov muestra que sólo 44% de los 5.5 millones de escoceses piensa que la monarquía es buena para el Reino Unido, por debajo de la media nacional de 58%. En Gales los sentimientos son encontrados. La familia real tiene fuertes lazos históricos con Escocia, mas no con Gales, en donde es vista como una institución anglo-escocesa. El apoyo a la monarquía va a la baja, de 52% en octubre descendió a 43% en abril.

Coronación de Carlos III: El espectáculo y el desafío
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La situación en Escocia y Gales contrasta con la de Inglaterra, que concentra 56 de los 67 millones de habitantes. El apoyo es mayoritario, aunque haciendo un análisis a profundidad entre los distintos segmentos de la población, hay indicadores preocupantes: sólo 38% de los británicos de minorías éticas piensa que Gran Bretaña debería continuar teniendo un monarca, en contraste con 62% nacional.

Y hay dudas sobre si podrá conservar el reinado heredado; Carlos III es jefe de Estado de 14 países con 84 millones de habitantes. En el más poblado, Canadá, con 38 millones, el apoyo se erosiona. Una encuesta muestra que alrededor de 60% está en contra de reconocerlo como jefe de Estado y dos tercios se opone a llamarle a Camila reina de los canadienses. “Los canadienses han ido entendiendo poco a poco que no es digno de Canadá tener un jefe de Estado viviendo en otro continente, en un castillo, alguien que no es canadiense”, asegura Tom Freda, director de Citizens for a Canadian Republic. Afirma que la separación no implicaría “reinventar la rueda”, hay precedentes para el trabajo a seguir, como en Barbados, Trinidad y Tobago y Malta.

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