San José.— Tras deambular en las calles de la capital costarricense en el oscuro mundo del alcoholismo y la drogadicción por más de 10 años y, con hambre, sin esperanza y en el desconsuelo, vivir, dormir y amanecer marginados en cualquier peligroso, húmedo y frío rincón, Tannia Vega Nicolás y Gerardo Campos Guillén están finalmente… felices.
En diciembre de 2021 y por primera vez en mucho tiempo, ya alejados del licor, de la marihuana, del “crack” y de otras drogas, estos dos costarricenses que se convirtieron en compañeros sentimentales en los días más dolorosos de su turbulenta sobrevivencia en los recodos de San José disfrutan en paz la temporada navideña y de fin de año y ahora, insertados en un coro, demuestran que son felices.
“En este tiempo de Navidad estoy volviendo a nacer, a tener ilusiones, con el calor de un hogar, comida y, aunque no sea de sangre, tener a una familia”, narra Tannia.
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“Para mí diciembre vuelve a significar alegría, amor, paz. No tenía nada de esto desde hace mucho tiempo. La calle es dura, durísima y peligrosa”, relata Gerardo.
Tannia, de 42 años, viuda, con cuatro hijos—de 21, 17, 11 y 9—con los que cuenta que “no me llevo muy bien”, pero mantiene contacto, y Gerardo, de 53, viudo, con cuatro hijos—de 32, 25 y dos de 11—con los que aclara que tiene “buena relación”, son oriundos de esta capital y con otros hombres y mujeres que fueron “habitantes de calle” integran un coro: La Calle Canta.
Rescatados por Chepe se Baña, una organización no estatal creada en 2017 para auxiliar a los indigentes de esta ciudad, la pareja y otro grupo de personas que sobrevivieron como menesterosos ahora residen en un sitio que fue acondicionada como escuela de arte: son una familia.
“En esa escuela, en un barrio de San José, hay habitaciones en las que ellos viven en paz”, describe el costarricense Mauricio Villalobos, líder de Chepe se Baña.
“Nuestra organización tiene autobuses con duchas con los que recorremos la ciudad para ayudar a los indigentes y alimentarlos. Tenemos un campamento para habitantes de calle que están enfermos de coronavirus”, afirma Mauricio.
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“No hay juguetes. Para nosotros diciembre es simplemente otro mes de trabajo, porque nuestro objetivo es continuar dando un acompañamiento constante a estas poblaciones”, indica.
El nombre de Chepe se deriva de José, ya que una costumbre popular en Costa Rica es llamar Chepe a un José. A una Josefina se le identifica como Chepita.
Como parte de la escuela, fue creado el coro La Calle Canta. También existen talleres de costura y otras manualidades.
La pareja cantante
Tannia cuenta que, mientras estuvo hundida en la trampa de los vicios, sin futuro y transformada en sobrante de la sociedad, la época navideña y de fin de año perdió cualquier sentido de sueños y de ilusiones y sin ningún tipo de esperanza.
Sin embargo, y al amparo de Chepe se Baña, comenzó paulatinamente a recuperarse, pero también a reinsertarse en una vida con nuevas aspiraciones o fantasías. Uno de sus ideales es estudiar.
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“Apenas pude concluir la educación primaria y ahora lo que quiero es terminar mis estudios de secundaria, aprender computación y, si puedo, claro que deseo aprender inglés. Me gustaría estudiar cocina. Todos nosotros en estan familia tenemos muchos sueños. Es muy lindo vivir esta felicidad”, puntualiza.
Gerardo, por su parte, repasa “la tragedia” que soportó cuando, luego de trabajar en una institución estatal de electricidad y telecomunicaciones, se acogió a la movilidad laboral y recibió una liquidación monetaria.
“Del dinero que me dieron pues me lo gasté todo en drogas. Me lo fumé todo y me metí a la perdición de las calles. Cuando conocí a Tannia los dos nos hundimos en la misma ‘fiesta’ de drogas y alcohol. Pero logramos salir de esto porque Dios nos dio la oportunidad. Ahora quiero estudiar inglés y electricidad”, recuerda.
Tannia y Gerardo vivieron unos cuatro meses en un cuarto y que subsistían con la venta “de todo” en las calles. “Este es nuestro primer diciembre bonito. Antes lo pasábamos drogados y borrachos. Ya pude reacercarme a mis hijos”, señala con satisfacción.
Por eso es que, sin dudarlo ni un instante, aduce que la situación de calle es sumamente dolorosa, aunque está convencido de que sí hay salida… en diciembre o en cualquier mes.
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“La sociedad obliga a las personas víctimas de la marginación, de las drogas y del alcoholismo a que sigamos hundidos en las calles. Pero si hay fuerza de voluntad y amor a Dios… sí se puede salir”, sentencia.
Al lado de Gerardo, otro integrante del grupo coral—ya rescatado de la calle y acostumbrado a un historial de olvido—interviene para reclamar su espacio. “En el coro somos más”, insiste.
Mauricio aporta la lista y los identifica tal y como se conocen entre sí: “An, Gerardo, Grace, Jackeline, Maribelle, Omara, Rosa, Tannia, Rafita”.
Los nueve cantan con felicidad: su vida les cambió.