Bruselas.— A pesar de las inercias internas dirigidas a desestabilizar su pontificado, el papa Francisco, fiel a sus ideales y métodos, avanza en su reforma dirigida a crear una iglesia para los pobres, que presta atención en la periferia y que reconoce las fallas, debilidades y malos hábitos de la otrora intocable Curia.
Esa es una de las conclusiones a las que llega Tom Zwaenepoel, catedrático de la Universidad de Gante, al hablar sobre los primeros 10 años de Jorge Mario Bergoglio como jerarca de la Iglesia de Roma.
“Bergoglio se dio cuenta que la iglesia necesita pensar de nuevo, por lo que ha puesto énfasis en esto durante los últimos 10 años. En una iglesia que solo tiene futuro si vuelve al centro del Evangelio: una iglesia pobre para los pobres, una iglesia que presenta atención en la periferia, una iglesia de la simplicidad, una iglesia que se reconoce débil, comete errores y pide perdón por ello”, dice a EL UNIVERSAL el vaticanista Zwaenepoel.
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“La iglesia concebida por Francisco es misericordiosa, misionera y sinodal. Algo auténtico. La revolución del Papa argentino consiste en ponerle nombre a la hipocresía y reventar el globo de las apariencias”, puntualiza.
El 13 de marzo de 2013, el humo blanco se elevaba desde la chimenea de la Capilla Sixtina, en el Vaticano, anunciando la elección de un nuevo Papa. El Colegio Cardenalicio había elegido al Arzobispo de Buenos Aires para suceder a Benedicto XVI, quien había pasado a la historia como el primer pontífice de la era moderna que no permanecía en el cargo hasta su último suspiro.
Zwaenepoel, quien en su calidad de estudioso del Vaticano habló con Francisco el 21 de diciembre de 2021 al concluir una audiencia pública, recuerda que la elección del primer Papa latinoamericano y jesuita generó altas expectativas en los primeros años del pontificado, especialmente en Europa y Norteamérica. “Pero después de 10 años no hay ajustes sustanciales en los llamados “archivos dolor de cabeza” para la Iglesia. Y eso ha generado desilusión y molestia entre un gran grupo de creyentes”.
Explica que la cautela con que la que ha actuado el antiguo “padre Jorge”, demuestra que no quiere correr el riesgo de causar un sismo interno, aunque su discurso magisterial contiene elementos que le dan margen de actuación en el futuro.
“Eso, por supuesto, es muy poco para quienes esperaban más, pero es demasiado para quienes se oponen. Entonces, acorde a su propia sabiduría, optó por una especie de término medio”.
En lo que sí ha avanzado sustancialmente, subraya, es en “humanizar el papado”, abriendo puertas, renunciando a privilegios, creando puentes, aprendiendo de otros y dialogando con homosexuales, personas transgénero, ateos, agnósticos, representantes de religiones, heridos y desilusionados.
“En la última década, ha hecho que su iglesia sea más creíble luchando por la autenticidad. Para él, una iglesia creíble es una que hace exactamente lo que predica”. Afirma que esto lo ha demostrado tanto en palabras como en actos, a través de la humildad y la sencillez. Por ejemplo, dice, no conduce un coche de lujo de marca alemana, ni viaja en limusina, se traslada en un pequeño Fiat blanco.
“Los cardenales ya no son los “príncipes de la iglesia” rodeados de todo tipo de privilegios, ahora deben mezclarse con el pueblo, arremangarse las mangas y compartir su vida con el pueblo”.
Al mismo tiempo le ha metido mano a la maquinaria administrativa para acabar con el nepotismo, la corrupción y los abusos exhibidos por el escándalo conocido como Vatileaks, al tiempo que ha abierto espacios de liderazgo a las mujeres e incorporado más laicos en el sistema.
“Francisco ha vuelto a colocar al hombre en el pensamiento eclesial. Para él, la homosexualidad sigue siendo un pecado, el aborto lo compara con un ‘asesino a sueldo’, pero no condena al ser humano en sí mismo, al hombre o la mujer. Le tiende la mano, lo abraza. Para él es central que el nombre de Dios sea misericordioso. Encuentro esto muy fuerte en el Papa”.
En cuanto a los escándalos de encubrimiento de casos de pederastia cometidos por religiosos, sostiene que el Papa ha sido revolucionario a partir del reconocimiento de que la culpa recae en el clericalismo y no en la sociedad, la secularización y los laicos. También ha suprimido el secreto papal en los procedimientos legales, para no silenciar a denunciantes y víctimas, así como ha habido avances en el ámbito legislativo.
“Después de 10 años vemos que todavía queda un largo camino por recorrer, especialmente cuando escuchamos las historias de víctimas en África, América Latina y la India. La gente todavía está decepcionada con la lentitud con la que el Vaticano responde a los cargos, esto puede verse como una “forma de encubrimiento”.
“El problema es que la cura, la salvación y el reparo nunca serán suficiente. El abuso sexual dentro de la Iglesia es una nube tormentosa que ensombrecerá cualquier pontificado, aún cuando el Papa esté comprometido a dar los pasos correctos”.
Desde el primer día Bergoglio ha venido trabajando en su legado y a la fecha es descrito como “el Papa de los pobres”, “el Papa de la periferia”, “el Papa de la misericordia” y el “Papa de las reformas”.
“Esta última descripción es sin duda uno de sus mayores logros en los últimos años. Francisco hizo la Curia Romana más simple, más transparente y más creíble”.
La primera década del pontificado latinoamericano no ha marchado con el viento en popa, afirma el autor de Tegen de stroom in (Contra la corriente), un libro que aborda las estrategias y complots para desacreditar y desestabilizar a Francisco.
“Ningún Papa en la historia moderna ha sido tan criticado internamente como Francisco. Con sus sabotajes, chismes y campañas, los opositores buscan desestabilizar y desacreditarlo”.
Citando a expertos, afirma que en la Curia romana al menos 50% lo apoya con entusiasmo, el 20% se opone y un 30% es leal a la figura de Pontífice.
Asegura que la revolución encaminada a transformar la iglesia en una sencilla, misericordiosa y sinodal, enfrenta resistencia en sus propias filas.
Hay quienes lo acusan de “caótico” y de generar “confusión”, así como hay incómodos por su método de trabajo, crea demasiadas comisiones y comités, y sus ideas no siempre se traducen en acciones.
El núcleo más duro está formado por cardenales inconformes. Entre ellos el estadounidense Raymond Burke y su bloque “ultraconservador”, y el alemán Gerhard Müller, quien acusa al Papa de tener limitados conocimientos teológicos. Otro crítico es el guineano Robert Sarah.
También hay inconformidad en los que vieron desvanecerse sus privilegios. Francisco acabó con “las vacas sagradas”, las vacaciones, las bonificaciones, y aplicó austeridad en ingresos, pensiones y órganos de la Santa Sede.
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