San José. – Un viejo refrán que se popularizó en previene: “No hay caracol que no tenga vuelta”.

Así le sucedió a la Constitución Política de Chile, promulgada en 1980 en el esplendor de los 17 años de dictadura militar del general Augusto Pinochet (1915—2006), líder del régimen que gobernó a sangre y fuego del 11 de septiembre 1973 al 11 de marzo de 1990. A la Carta Magna que rigió a uno de los países más prósperos pero desiguales de América Latina le llegó su hora final.

Otro adagio también popularizado en Chile sentencia: “La culpa no es del chancho, sino de quien le da el afrecho”.

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El proverbio recayó sobre la clase política tradicional chilena, y en particular la derechista, que se apalancó en la arquitectura institucional heredada por Pinochet para gobernar más de 30 años.

El añejo partidismo perdió en los comicios del sábado y domingo pasados en Chile para elegir a los 155 asambleístas que diseñarán el nuevo texto constitucional y quedó arrinconado, sin poder de veto, para rechazar cambios institucionales profundos.

Chile protagonizó un vuelco a la izquierda, ya que los independientes y comunistas serán mayoría con 73 escaños y con opción de atraer a sectores indígenas y de centro—izquierda, entre otros. La nueva constitución comenzará a ser escrita en junio entrante y durante 12 meses, por lo que al final de ese proceso será sometida a ratificación o rechazo por la vía del sufragio popular.

El bloque gobernante logró 37. Con 25 para la oposición no radical, el resultado abrió temores de que Chile se dirija al socialismo, como Cuba o Venezuela, mientras se acerca otra fecha crucial: las elecciones presidenciales del próximo 21 de noviembre.

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“Los constituyentes fueron escogidos mayoritariamente bajo la perspectiva de las necesidades del pueblo. La derecha neoliberal golpista y explotadora no alcanzó el tercio de los 155”, describió el ambientalista chileno Claudio Escobar, del (no estatal) grupo ecologista Coordinadora No Alto Maipo, de Chile.

“Los 155 son de diversas ideologías políticas. Va a ser una constitución lo más cercana a lo que el paradigma que debemos construir nos está exigiendo. Sin embargo, tampoco creo que será 100% liberadora, porque Chile tiene muchos rasgos de conservadurismo”, aclaró Escobar a EL UNIVERSAL.

“Va a haber mucha negociación. La Asamblea Constituyente tiene miembros que tratarán de impedir que se destruya el neoliberalismo. Queremos que no haya la brecha tan profunda entre los que tienen todo y los que no tienen nada”, dijo.

“El proceso será difícil, pero los cambios vendrán”, aseguró, por su parte, la chilena Mónica Pilquil, socialista radical, indígena mapuche, principal etnia de Chile, y víctima de la represión política que ejecutó Pinochet tras el golpe de Estado que derrocó al presidente constitucional de ese país, Salvador Allende (1908—1973).

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“El modelo neoliberal, y el capitalismo en general, están en crisis. La represión y la corrupción persisten en Chile y falta todavía mucho para una reforma sustancial.”, explicó Pilquil a este diario.

La queja de esta mujer prolifera entre los 19,2 millones de chilenos y se basa en cifras socioeconómicas.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), instancia del sistema de la Organización de Naciones Unidas (ONU), precisó que la pobreza en ese país llegó a 10,9% de la población en 2020 por la pandemia, tras ubicarse en 10% en 2019, por lo que casi 2,1 millones de chilenos están atrapados en miseria extrema o moderada.

No obstante, si se evalúan factores como acceso a salud, educación y seguridad social o vivienda, la pobreza multidimensional sube a más de 3,6 millones de chilenos, según la (no estatal) Fundación Superación de la Pobreza en Chile.

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La sociedad chilena “exige cambios profundos y duraderos frente a nuestros crónicos problemas de pobreza, desigualdad, injusticia social, abusos y corrupción, que han perpetuado por décadas brechas sociales que hoy ya se han tornado intolerables y han generado importantes problemas de polarización y cohesión social”, planteó la Fundación.

El desasosiego social acumulado desde que Chile retornó a la democracia en 1990 estalló en octubre de 2019 con una violenta crisis en las calles y obligó a la clase política a pactar una transformación institucional.

Los chilenos dijeron sí en las urnas en octubre de 2020 a redactar una nueva constitución y derribar los resabios de la dictadura, por lo que este mes eligieron a los 155 que elaborarán el nuevo texto y propinaron una contundente derrota a los partidos tradicionales de centro y derecha.

Al reconocer la estrepitosa respuesta popular y el panorama incierto que se abrió, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, admitió: “La ciudadanía nos ha enviado un claro y fuerte mensaje, tanto al gobierno como a todas las fuerzas políticas tradicionales: no estamos sintonizando adecuadamente con sus demandas y anhelos”.

En este escenario, otro dicho famoso en Chile sobre algo injustamente repartido alerta: “Está mal pelado el chancho”.