"Señor, señor, despierte", gritó el conserje golpeando la puerta de mi hotel. "Sus colegas me pidieron que le dijera que parece que estamos bajo un ".

Nunca pensé que esas serían palabras que alguna vez escucharía en Kiev.

Como muchas personas, había escuchado las advertencias de EE.UU. en los últimos meses sobre la inminencia de una invasión rusa, pero no podía imaginar que realmente sucedería.

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Vine a Ucrania como periodista en 2014 para cubrir las protestas de "Maidan", cuando el entonces presidente Viktor Yanukovych fue depuesto después de su decisión de alejarse de Europa y acercarse a Rusia.

Cubrí los acontecimientos en Crimea cuando Rusia se anexó ilegalmente la península de Ucrania y estuve en el este de Ucrania cuando los separatistas respaldados por Rusia proclamaron sus "repúblicas populares".

Desde el primer día del conflicto en el este de Ucrania, Rusia ha negado su presencia allí.

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Pero recuerdo muy claramente septiembre de 2014, cuando los tanques rusos tomaron un pequeño pueblo ucraniano justo al otro lado de la frontera con Rusia.

Vi estos tanques con mis propios ojos, pero cuando salí al aire para describir la situación para una estación de radio de Moscú, me decían: "Esto no puede estar pasando. Debes estar equivocado".

También fui testigo de cómo las tropas rusas de la región budista de Buriatia, en el Lejano Oriente, apoyaban a los combatientes rebeldes durante la sangrienta batalla por la ciudad estratégica de Debaltseve, en la región de Donetsk, en febrero de 2015.

Recordé todas estas cosas, así como el envenenamiento del líder de la oposición rusa Alexei Navalny, el atroz fraude en las últimas elecciones rusas y los cambios en la Constitución introducidos para permitir que Vladimir Putin permanezca en el poder hasta 2036.

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Sin embargo, todavía no podía creer que el presidente ruso iniciara una invasión a gran escala en Ucrania.

"Todo cambió"

Kiev
Reuters
Las calles de Kiev normalmente están llenas, pero en esta foto del 25 de febrero están prácticamente vacías.

No fue hasta que vi al conserje del hotel parado de pie junto a mi cama, diciéndome que la guerra había comenzado, cuando lo creí.

Y a partir de ese momento, todo cambió.

En el lobby del hotel, pagué mi cuenta, pero las manos de la recepcionista temblaban tanto que no podía firmar el recibo.

Y entonces mi teléfono empezó a sonar.

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Un amigo en Kiev me preguntó si conocía a algún taxista en Odessa que pudiera ayudar a llevar a su novia a un lugar seguro en la vecina Moldavia.

En una hora encontramos a alguien, con una tarifa del doble de lo habitual.

¿Salir? ¿O quedarse quieto?

Reuters
Reuters
Muchos en Kiev están tratando de escapar.

Otra amiga llamó desde Lvov, a donde había ido para una entrevista de trabajo. ¿Debería intentar tomar el tren de regreso a Kiev? , me preguntó.

Decidimos que las líneas y estaciones de ferrocarril probablemente serían un objetivo para las fuerzas invasoras, por lo que era mejor quedarse quietos.

La siguiente llamada fue de un veterano ucraniano de los combates en Donetsk en 2014, un hombre al que había entrevistado unos días antes.

Estaba desesperado por sacar a su ex esposa e hijo de Kharkiv, una ciudad a solo media hora en automóvil de la frontera con Rusia.

Dijo que los únicos boletos de tren disponibles eran para el día siguiente, pero dado que ya había combates en las afueras de la ciudad, ¿podrían arriesgarse a esperar hasta entonces?

Aviones de combate y sirenas aéreas

Salí del hotel para caminar a la casa de un amigo donde podía quedarme para trabajar.

La caminata era solo de dos cuadras de largo, pero era la calle más vacía que había visto y la más inquietantemente tranquila que había encontrado.

Sin gente, sin coches. Nunca lo había visto así antes: esta parte de Kiev normalmente está llena de jóvenes y turistas.

Las nubes eran tan bajas que no solo ocultaban el sol, sino también los aviones de guerra que volaban constantemente por encima. ¿Eran ucranianos o rusos?

¿Debo correr al sótano y esconderme, o quedarme en mi habitación en el último piso y ser el primero en dar la noticia si algo grande comienza a suceder?

Las sirenas antiaéreas rompieron el silencio varias veces.

metro de Kiev
Reuters
La gente se está refugiando en las estaciones de metro.

Lo grabé en mi teléfono, pero tardé 20 minutos en subir el archivo a Twitter porque la señal de internet del móvil se interrumpía.

Mientras caminaba por una calle de la capital ucraniana con mi pasaporte ruso en el bolsillo, pensé en el día en que Adolf Hitler atacó a la URSS en 1941.

No sé si había alemanes viviendo en Kiev en ese momento. Pero si los hubo, me imagino que deben haberse sentido como yo, como ruso en Kiev en este momento.

En un día en que los aviones de combate rusos bombardearon sistemáticamente una ciudad ucraniana tras otra, ninguno de mis muchos amigos ucranianos me dijo una mala palabra.

Aunque tenían todo el derecho de hacerlo.

Pero todo esto me ha dejado con un gran dilema moral: cuando termine mi viaje de reportero y cuando el horror de la guerra disminuya, ¿cómo podré regresar a casa, a Rusia, a mi país, que le ha hecho esto a Ucrania hoy?

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