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Washington.— Pocas veces una decisión obvia, esperada y sin riesgo puede, a la vez, romper metas históricas y ser revolucionaria. Joe Biden consiguió unir las dos vertientes con el anuncio de que la senadora Kamala Harris será su compañera de fórmula electoral, su elegida para ser la próxima vicepresidenta de Estados Unidos en caso de que ganen las elecciones de noviembre.
El nombramiento de Harris concluyó un proceso de selección extenso, intenso, meticuloso. Hace más de cinco meses que Biden ganó de forma virtual la nominación del Partido Demócrata a la presidencia de EU y desde entonces el trabajo para encontrar el acompañante idóneo ha sido extremadamente hermético, sin filtraciones, demostrando que el exvicepresidente pilota una nave extremadamente fiable.
“Tengo el gran honor de anunciar que he seleccionado a Kamala Harris —una luchadora valiente por el hombre común, una de las mejores servidoras públicas de este país— como mi compañera”, tuiteó Biden. Hoy será la presentación oficial en Delaware, cuartel general de la campaña demócrata. Biden tenía claro que buscaba una personalidad con la que congeniara, queriendo emular la que tuvo él como número dos de Barack Obama. Un asesor de convicciones firmes, última voz a la que tomar en consideración antes de tomar una decisión de Estado, pero a la vez una figura leal.
La encontró en Harris, quien desde hacía semanas encabezaba todas las apuestas a que sería la elegida. La joven senadora por California no teme al foco nacional y es una de las caras más conocidas y sobresalientes del Partido Demócrata, escrutada hasta la saciedad por la opinión pública —algo que evitará errores de apreciación como el que cometieron los republicanos con Sarah Palin en 2008—; bregada en la lucha política y temple político.
Es además conocida por la familia Biden, debido a la buena relación que tenía Harris con Beau Biden, hijo del exvicepresidente, cuando ambos eran fiscales generales (ella de California, él de Delaware). Desde que Biden anunciara que su número dos iba a ser una mujer, la senadora californiana escaló rápidamente entre los favoritos, posición que se afianzó tras la revuelta por la muerte de George Floyd y las exigencias sociales de que no sólo fuera una mujer, sino que además fuera afroamericana. A pesar de la aparición de varios nombres en las quinielas que podrían hacerle sombra, especialmente la exasesora en seguridad nacional Susan Rice, pocos dudaron de que la elegida era Harris: hija de inmigrantes jamaiquinos y indios, ya ha hecho historia en ser la primera nominada a vicepresidenta afroamericana, la primera nominada a vicepresidenta con raíces sudasiáticas, y sólo la tercera mujer en aspirar a la vicepresidencia.
“Biden puede unir al pueblo estadounidense porque ha dedicado su vida a luchar por nosotros”, tuiteó Harris, “me honra unirme como su nominada a la vicepresidencia”. El riesgo de Biden con la elección de Harris es prácticamente nulo; tampoco necesitaba un gran giro de guion o un relanzamiento de una campaña que según las encuestas va 10 puntos por delante de su rival.
Sin embargo, había dudas. Especialmente por el rencor dentro del equipo de selección por el golpe bajo que la senadora propinó a Biden en uno de los primeros debates, cuando lo confrontó sobre el tema de la segregación escolar. “No guardo rencor”, dijo Biden recientemente.
En el partido, la elección de Biden es vista como una apuesta fiable. “Biden la ha clavado en su decisión”, lo alabó Barack Obama. Para algunos, Biden ha hecho lo mismo que Obama hizo con Hillary Clinton en 2008 al elegirla como secretaria de Estado: demostrar que puede y quiere trabajar con aquellos que más duro le han dado con el objetivo de fortalecer su equipo, un mensaje subliminal al círculo del que se rodea Donald Trump.
En sólo tres años en el Senado, Harris se convirtió en una voz más que respetada en Washing- ton, acumulando actuaciones estelares en los principales comités (inteligencia, justicia) y dando muestra de su dureza, contundencia y preparación política. Es además una increíble recaudadora de fondos y su personalidad eléctrica es contagiosa: en la presentación de su fallida campaña presidencial, a finales de enero de 2019, reunió más de 22 mil personas que le dieron su apoyo.
Sombras
No todo son luces. Su pasado como procuradora en San Francisco y posteriormente fiscal general de California dejaron muchas sombras que la persiguen, con críticas permanentes a su historial de persecución extrema por posesión de marihuana o su negativa a liberar condenados por delitos leves. Además acumula quejas de no haber hecho lo suficiente para investigar los tiroteos de la policía y que con demasiada frecuencia se puso del lado de los fiscales en casos de condenas injustas.
La debilidad en su historial como fiscal la hizo tambalear en sus inicios políticos y lo arrastró en su intento de aspirante presidencial para este ciclo electoral. Apareció como una de las grandes favoritas tras la demostración de fuerza de su presentación, pero su inestabilidad como candidata, su incapacidad de mantenerse firme en un único mensaje y las peleas internas en su equipo frustraron su ambición incluso antes de que se emitieran los primeros votos.
La aparente desorientación política la ha recalibrado en los últimos meses, a raíz del levantamiento social por justicia racial tras las recientes muertes de afroamericanos en manos de fuerzas de seguridad, Harris encontró su lugar, exigiendo la necesidad de una reforma policial.
La elección de la senadora es una declaración de intenciones sobre el futuro del Partido Demócrata y la demostración evidente del compromiso que tiene el candidato con dos grupos de votantes fundamentales para el éxito: las mujeres y las minorías raciales, especialmente los afroamericanos. Si Biden llega a la Casa Blanca y se cumplen los pronósticos de que es presidente de un solo mandato, Harris estaría en posición privilegiada para, en 2024, intentar el asalto al Despacho Oval y ser la protagonista del rompimiento del techo de cristal más elevado y hasta ahora inaccesible del mundo.
La campaña del republicano Donald Trump tenía preparada la respuesta al esperado anuncio de Harris, e incluso ya tenía sobrenombre para ella: “falsa” (phony). El presidente de EU, desde el podio de la Casa Blanca, no dudó en llamarla asquerosa (nasty), mismo adjetivo que repitió hasta la saciedad contra Hillary Clinton en la campaña de 2016.