Sharm el Sheij.- Como cualquier otro cultivo, la viticultura sufre los efectos del cambio climático , pero con una diferencia: el apego consustancial al terruño, que hace más necesaria la adaptación. Un esfuerzo que el sector trajo por primera vez hasta la conferencia anual del clima.
“La planta se adapta, y el hombre se tiene que adaptar”, afirma en una entrevista con la AFP en Sharm el Sheij, Pau Roca , director general de la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV).
Roca, al frente de una organización compuesta de cerca de 50 países, incluidos algunos de mayoría musulmana como Marruecos, Argelia y Turquía, vino a la COP27 de Egipto con un diagnóstico claro.
“El cambio climático está causando una gran incertidumbre en términos meteorológicos, y esa volatilidad está provocando problemas inmediatos” en un sector muy atomizado y especialmente vulnerable a sequías e inundaciones, apunta.
En un año caracterizado por olas de calor extremo, las cosechas estuvieron marcadas por una aceleración de la maduración en los viñedos, tal como recoge el informe de estimaciones de la OIV para 2022, publicado a fines de octubre.
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El volumen de producción mundial se situará según esas proyecciones en un nivel similar al de 2021, aunque con disparidades locales que reflejan los estragos de las sequías extremas.
En España, tercer productor mundial de vino con una producción estimada en 33 millones de hectolitros, la producción cayó este año un 6% respecto a 2021 a causa de la sequía. En Portugal, el descenso fue del 8%.
“Este año ha sido particularmente difícil en la península ibérica”, reconoce el barcelonés Roca.
En Estados Unidos se espera una producción de 23.1 millones de hectolitros, un 4% menos que en 2021 por una combinación de heladas tempranas y sequía.
E igualmente se proyectan descensos en Argentina (-9%), Brasil (-10%) y Chile (-7%), el mayor productor del hemisferio sur con 12.4 millones de hectolitros, que había tenido en 2021 una cosecha excepcionalmente elevada.
En su primera participación en una COP, Roca afirma que la viticultura es la encarnación por excelencia de la exigencia de sostenibilidad, porque la tierra y la geografía forman parte de la esencia del producto, y porque en un oficio que se concibe a sí mismo a muy largo plazo “tienes que conservar lo que posees para la próxima generación”.
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Por ello anda buscando socios y patrocinadores para una herramienta tecnológica diseñada para ofrecer información puntera a los productores, sobre las condiciones climáticas que se avecinan en los próximos meses y años y poder actuar en consecuencia, recurriendo por ejemplo a injertos o a nuevas variedades más adaptadas.
El proyecto se basa en multitud de datos facilitados por el programa satelital europeo Copernicus, y de momento está en fase piloto en Portugal, España e Italia.
La herramienta, en acceso abierto, se llama MED-GOLD, y su objetivo es servir “lo antes posible” a productores de todo el Mediterráneo y potencialmente también de Argentina, Chile y California, aunque necesitará “financiación y ganar volumen”, señala Pau Roca.
En paralelo, este experto apunta a otras recomendaciones prácticas como la de no arrancar las malas hierbas de los viñedos para “entrenarlas” a afrontar situaciones de estrés hídrico.
“Eso le crea un estrés a la viña, que de repente tiene que competir por el agua con otras plantas”.
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