Madrid.- La comunidad internacional tiene que estar vigilante para que los talibanes cumplan sus promesas, entre ellas la de respetar derechos básicos de la mujer, ya que de lo contrario se producirá en el país un retroceso social indeseable, señala Mad Aidar, responsable de la Junta Directiva de la Asociación de Afganos en España.
“Queremos que la comunidad internacional esté muy pendiente de que los talibanes cumplan con lo que están prometiendo: que no van a hacer con las mujeres los que hicieron 20 años atrás, que las mujeres sigan trabajando y estudiando, que puedan salir solas a la calle sin necesidad de ir acompañadas y que sean autónomas y autosuficientes”, asegura Aidar en entrevista con EL UNIVERSAL.
“Los talibanes saben que si no cambian de ideología, nadie en la comunidad internacional los va a reconocer, por lo que tienen que permanecer en un marco de legalidad, lo que implica hoy en día respetar los derechos humanos, en especial de las mujeres y de los niños, y que haya libertad de expresión”, agrega el representante de los afganos en España.
Si los talibanes se salen de este escenario, la comunidad internacional debería presionar e intervenir legalmente en la medida en que sea necesario, subraya.
No obstante, el temor está latente en buena parte de la población afgana. Los talibanes tienen un pasado turbio que dejó secuelas en mucha gente, ya que cometieron auténticas salvajadas, agrega Aidar quien reconoce haber llorado mucho escuchando las historias sobre las mujeres afganas que fueron lapidadas en la última década del siglo pasado, una época de constantes abusos por parte de los fundamentalistas.
“Estamos viviendo la situación con mucha preocupación, no solo ahora, sino desde hace semanas porque veíamos que los talibanes iban acercándose a Kabul, lo que nos recordaba el tremendo impacto que tuvo su llegada en los años 90, matando a muchas mujeres, con momentos muy duros. Cada vez que pensábamos en la llegada de los talibanes nos refrescaba aquellos días tan malos”, lamenta.
“Quiero creer que ahora las cosas son distintas, quizás por la presión de la comunidad internacional o por su cambio de estrategia. Ya no vienen con esta ideología. Han dicho que van a dar libertad a las mujeres para que puedan seguir trabajando y que los niños sigan en los colegios. Incluso hay mujeres periodistas en la televisión que han hecho entrevistas a los líderes talibanes; y esto es un avance”, apunta.
Sobre la aplicación de la sharía que impondrán los talibanes, la versión más severa de las leyes islámicas, el representante de los afganos en España matiza.
“Si observamos países como Arabia Saudí, Qatar o Dubai hay una libertad en que las mujeres actualmente pueden salir, trabajar o hacer algo tan elemental como conducir un coche. Sabemos que es muy complicado compaginar la sharía con la libertad de las mujeres. Desde Occidente se ve esta ley como un reto difícil, cerrado. Pero esperemos que no violen los derechos de la mujer. Es cierto que donde se aplica la sharía se hace de manera muy estricta. Pero en el Islam la libertad para la mujer es algo que existe; otra cosa es que los talibanes vayan contra el libro sagrado, El Corán”, indica.
“En este momento tan delicado deberíamos valorar más la parte en la que no muera la gente, 150 o 200 personas diariamente. La sharía es una ley polémica, pero si la gente mayoritariamente la acepta en unas elecciones, pues volvemos al punto de la democracia. Si queremos que Afganistán sea un país occidental en todos los sentidos, pues probablemente en estos momentos nunca podremos llegar ahí”, advierte el presidente de la Asociación afgana.
Los afganos residentes en España están en contacto con familiares y amigos que viven en el país centroasiático y que por ahora no tienen nada que temer.
“Están tranquilos, dicen que tienen más seguridad, porque tenían miedo de que se produjeran explosiones o bombas suicidas. En estos momentos no hay razones para preocuparse. Pero es cierto que la gente tiene el recuerdo y las secuelas de hace 20 años de aquellos talibanes que llegaron y empezaron a apedrear a las mujeres, a matar políticos y dirigentes de manera muy salvaje”, concluye.