Con 35 años de experiencia profesional y una prolífica carrera como escritor, Jaime Bedoya es una voz muy escuchada cuando se trata de analizar la actualidad de su país y la región. Formado en Letras y Ciencias Humanas en su país y Francia, el actual Editor de Proyectos Especiales de El Comercio -uno de los diarios más antiguos de la región, fundado en 1839 y en pleno proceso de transformación digital- relata en primera persona cómo es hacer periodismo en medio de la crisis sanitaria por el covid-19 en el segundo país de Iberoamérica en cantidad de infectados y el cuarto, después de Brasil, España y México, en la cifra de fallecidos.
En diálogo con LA NACION para la serie "Coronavirus y medios", Bedoya destaca que hay una creciente "necesidad de contar con información veraz validada y curada por profesionales desde medios confiables, que le dedican tiempo e investigación a lo que debe difundirse" y marca el contraste con las plataformas sociales: "Hacen todo lo contrario, allí donde contar por contar es el fin y los medios".
- ¿Por qué Perú es el segundo país de la región más afectado por la pandemia ?
- La respuesta varía según la postura de quien responda. Algunos responsabilizan a la indisciplina de la población que no ha sabido respetar la distancia social. Por otro lado, los científicos sociales señalan que en un país con más del 70% de su economía bajo la informalidad y hogares sin refrigerador era imposible resignarse al heroísmo inmóvil de quedarse en casa. La oposición al gobierno, por supuesto, culpa al mal manejo de la crisis de parte del presidente Martín Vizcarra. Y la historia reciente desnuda a una salud pública precaria, que no ha sido exactamente una prioridad lo suficientemente urgente en los últimos años de la recuperación económica del país. Justo cuando teníamos caja. Es así que el Covid-19 nos encontró con cifras macro espectaculares, pero con hospitales sin camas suficientes, por no hablar de respiradores u oxígeno. Si la verdad está en el medio. Estamos hablamos de una tormenta perfecta para un virus oportunista, letal e invisible como este.
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- ¿Cuál es la evaluación con relación a la gestión de la crisis sanitaria que encabeza Vizcarra?
- Al cabo de una cuarentena que no hace verdadero honor a su nombre ni en lo referido al aislamiento ni a los cuarenta días (ya van 70 en el caso peruano), el sabor de esa evaluación es agridulce. Se reconoce una reacción temprana y rápida que permitió ganar tiempo y mejorar esforzadamente la disponibilidad de recursos. La Villa Panamericana, por ejemplo, donde se acogieron a los atletas de los Juegos Panamericanos y Parapanamericanos de Lima 2019 se convirtió en hospital ofreciendo 1000 camas más. Pero este envión se pasmó al no detectarse a tiempo focos de contagio anunciados: los mercados. La simpatía y el respeto de la opinión pública hacia el presidente, que reconoció su inicial audacia y liderazgo, empezó a enfriarse. Su narrativa oficial ha caído en lo redundante como esfuerzo inútil de defender un sacrificio sin resultados auspiciosos, y viene escoltada de la natural inexactitud sobre cifras oficiales, fenómeno que se ha repetido en todo el mundo. Recientes y pintorescas denuncias de contrataciones en tiempos de epidemia vinculadas al amiguismo antes que la prioridad médica, agrian aún más esta tensión acumulada. Hay un cansancio natural de ambas partes. El peso de esta crisis que fuerza a elegir entre la vida o el bolsillo es inmensa para ambas partes.
- ¿Qué impacto tuvo la noticia en audiencia e incorporación de nuevos suscriptores?
- Una crisis mundial e incierta como esta ha puesto en valor la importancia del buen periodismo. Se ha explicado sola la necesidad de contar con información veraz validada y curada por profesionales desde medios confiables, que le dedican tiempo e investigación a lo que debe difundirse. Todo lo contrario a lo que se hace en Facebook y otras redes sociales, donde contar por contar es el fin y los medios. Tal como ha sucedido en el resto de medios periodísticos del mundo que ya están inmersos en la transformación digital eso se ha traducido en un incremento muy importante -y comprometedor- de nuevos suscriptores. Es comprometedor porque ahora el reto es saber conservarlos y estar a la altura de ofrecerles una información de calidad que valgan su tiempo y su dinero. La información, para entrar en la categoría de lo esencial, o es relevante o no es nada.
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- ¿Cómo es un día de trabajo en El Comercio para esta cobertura?
- Es un día que no comienza y no termina. La cuarentena y el sentido común tienen al 95% de la redacción haciendo teletrabajo, terreno doméstico donde educar a los niños y gestionar un hogar a la vez se ha convertido en un arte de malabarismo contemporáneo. Esta pandemia ha sido un catalizador de procesos periodísticos que hasta hace unos meses se tenían prolija y ordenadamente planeados sin pausa, pero sin prisa, para dentro de los próximos años. El virus apretó el botón de fast forward y es como si hubiéramos llegado a 2023 en un pestañeo.
- ¿Cuáles son los contenidos de mayor conexión con la audiencia?
- Obviamente todos los relacionados con la pandemia son los temas urgentes. El huso horario de aparición de esta enfermedad -Asia, Europa. Norteamérica, antes de llegar a nuestra región- ha ido estableciendo un ciclo de interés repetido de parte de las audiencias: Inicialmente la atención se focalizó en el impacto mortal y el galope de las cifras. Luego ésta giró en busca de información utilitaria respecto de qué hacer frente a la amenaza: ¿en qué consiste, cómo protegerse? Después, en un ejercicio natural de perseverancia.
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La necesidad de historias de esperanza, ya sea con novedades sobre el avance de la vacuna, el heroísmo de los trabajadores esenciales, o los bebés que siguen naciendo en medio de la muerte. Ha sido necesario configurar una dieta balanceada de información donde sin descuidar la noticia urgente se incorporaran temas referidos al humanismo, a la posibilidad de encontrarle sentido inclusive a una desgracia de esta magnitud. Lo contrario sería abdicar como especie. En los últimos tiempos, la información económica referida a las finanzas personales es un tema de altísimo interés. Aparte de las irreparables y lamentables muertes de cientos de miles de personas la economía es la gran víctima colateral del covid-19. El periodismo tiene un gran oportunidad de ser útil en una situación así.
- ¿Qué fue lo que más le sorprendió como periodista en la cobertura del coronavirus?
- Más que sorpresa fue una constatación a grandísima escala de una de las pocas certezas que brinda este oficio: una crisis saca a relucir lo mejor y lo peor de las personas.
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- ¿Cómo están cubriendo los costados más complicados de la pandemia, como el número de muertes diario y las historias más mórbidas?
- Con respeto tanto a los deudos como a las audiencias, así como al propio oficio. Los periodistas no pueden limitarse al papel de ser contadores de muertos. No se puede convertir lo tanático en una visión unilateral de un escenario tan complejo. En un momento tan horrible como el que estamos viviendo también coexisten historias admirables de solidaridad, empatía y desprendimiento. Nuestro trabajo, parafraseando a Leonard Cohen, tiene que ver también con buscar esas grietas por donde se cuela la luz.
- ¿Qué aspecto positivo puede rescatar de este contexto tan complicado para el mundo?
- Esto solo podrá responderse cuando acabe la amenaza. ¿Habremos entendido que vivíamos bajo las prioridades equivocadas? ¿Cambiaremos nuestra forma de vivir? Los periodistas dudan. Luego existen.
- ¿Qué medidas tomaron en El Comercio para protegerse de la enfermedad en medio de la cobertura periodística? ¿Han tenido casos complicados en el grupo?
- Rápidamente, aún antes de que la amenaza estuviera demasiado cerca, se optó por el teletrabajo. Igualmente, para el equipo esencial y reducido que siguió asistiendo presencialmente a la oficina se implementó un protocolo de seguridad. Desinfección, uso de mascarilla, lavado de manos continuo y distancia social como normas obligatorias dentro de la redacción. Se puso a disposición de los periodistas una profesional de la salud para atender y monitorear cada caso, y se proveyó del equipo de seguridad necesario a los periodistas - especialmente fotógrafos - que necesariamente tenían que estar en la primera línea de la epidemia. A pesar de esto, se trata de un virus muy agresivo, han habido contagios en el diario. Es parte de la heroicidad discreta del periodismo por estar donde le toca estar. Felizmente el haber tenido un protocolo de riesgo en curso ha ayudado a que estos casos se manejen debidamente y estén, si no ya curados, rumbo a la recuperación.
- Cómo lo vive a nivel personal y familiar....
- Teniendo en cuenta de lo que pasa en el Perú y en el resto del mundo para quienes tenemos un techo, trabajo y salud sería una inmoralidad quejarse por algo. Así fuera algo mínimo... Cada quien está viviendo una forzada introspección que espero no sea en vano.
- ¿Qué medio lo impactó por la propuesta editorial de cobertura de la pandemia? ¿Puede mencionar algunos ejemplos?
Me han impactado esfuerzos desde rangos y presupuestos antagónicos. La portada de NYT con los nombres de parte de las víctimas norteamericanas, por ejemplo, a pesar de ser un recurso ya usado antes, por su alcance recordó que estamos lidiando acá con un desastre primero humanitario, y luego, económico. A nadie le sobra alguien de la familia para sacrificar en nombre del bienestar financiero. Un medio europeo alquiló un helicóptero para que sus lectores desplegaran sus mensajes de aliento en sus techos o aceras y el diario los difundiera por internet. Al mismo tiempo se ha visto acá en el Perú a iniciativas de medios pequeños, regionales, pero con un tesón y una claridad respecto a la necesidad de salvar las vidas de sus paisanos. Mientras en Europa hacían fotos de esos buenos deseos desde un helicóptero, en la selva peruana el esfuerzo estaba por apoyar una colecta pública para poder implementar una planta de oxígeno pues la gente contagiada estaba muriendo ahogada. Eso impacta. No tener el dinero pero si la fe. Y con ella mover la montaña.
lsm