Victoria, una joven de 29 años, se muestra en la selfie con ojos y sonrisa luminosa. El pelo rubio le cae suelto hasta la altura del pecho. Pocos días después, el 24 de enero de 2022, se suicidó. “Nunca dio señales de su decisión, por lo menos nadie las vio. Yo me quedé sin mi hija y mi nieto sin su mamá”, cuenta Mónica, la madre de Victoria.
Con bermudas de jean y playera gris, Juampi, de 21 años, está sentado en un parque. Mira hacia un punto que escapa a la imagen, tomada el domingo 16 de febrero de 2020. Fue dos semanas antes de su suicidio, el 1 de marzo de ese año.
Mostrándole los anteojos que acaba de comprar para trabajar mejor en su computadora, una sonriente Rosario le envía la foto a Anita, su mamá. La mandó el 29 de enero de 2021, dos días antes de su suicidio. “Era bella, alegre, emprendedora, generosa, habilidosa, amable. Mi hija mayor, mi compañera, mi vida”, la recuerda su mamá.
Estas tres son apenas algunas de las casi 500 imágenes que, en los últimos días, llegaron a la cuenta de Instagram Empesares . La propuesta era tan simple como movilizante: que los seres queridos de personas que se suicidaron, enviaran “la última foto”. Todo en el marco de una campaña internacional con ese nombre que nació en Londres para generar conciencia sobre el suicidio, una problemática de salud pública que creció de forma preocupante a partir de la pandemia.
Fundado por Jess Brown (mamá de Ignacio Vázquez Brown, un chico de 28 que se suicidó en abril de 2020), Empesares nació como un espacio en las redes sociales y se convirtió en una agrupación de personas que trabaja en la prevención del suicidio y la posvención, como se denomina a ofrecer al entorno de un fallecido por suicidio el apoyo necesario para elaborar el duelo. Concretamente acompañan a quienes atraviesan crisis profundas y a sus familias, así también como a los que perdieron a sus seres queridos por esa causa.
“¿Cómo creías que se veía una persona unos días antes de suicidarse? Seguro que como las muestra este video, no. Necesitamos romper con los estereotipos que tenemos y entender que muchas veces las personas que peor están, nos muestran su mejor cara”, escribió en un posteo, junto al video que acumula gran parte de las imágenes, la psicóloga Cintya Castañeda, integrante del equipo de profesionales de Empesares.
Desde niños de 11 y 12 años hasta adolescentes, jóvenes y adultos de todas las edades, las fotos muestran a personas sonrientes. Están de vacaciones, disfrutando de algún plan anhelado, soplando las velitas durante un cumpleaños, abrazados a sus seres queridos, en la playa o en una gran ciudad.
Detrás de cada rostro, hay una historia, una forma cruda de poner sobre la mesa una realidad dolorosa que pide a gritos ser mirada de frente. “Buscamos transmitir que la gente no siempre te muestra lo que le está pasando. Tenemos que tratar de tener más empatía hacia el otro: es importante que la pregunta ‘cómo estás’ sea genuina, y que se aliente a la otra persona a que hable. Esta es la única forma de prevención: que alguien pueda hablar y que del otro lado haya una escucha interesada y empática”, reflexiona Castañeda en diálogo con La Nación.
Para la psicóloga, romper los tabúes en torno al suicidio y abrir la conversación, es indispensable. “Todavía la mayoría de las personas sigue pensando que al hablar sobre el tema, se puede empujar a alguien a que se suicide. Eso no es así”, dice y así pone el foco en uno de los muchos mitos que siguen arraigados.
Para Casteñada, hay dos “mensajes importantes” a transmitir. “Se dice que ‘está bien estar mal’, es decir, que uno lo debe poder mostrar. Pero, por otro lado, no está bien estar mal: si te sientes así, si sientes que te quieres morir, tienes que pedir ayuda. Es como cuando te duele la panza: no te lo aguantas mil días, hablas con tu mamá, con un amigo o con alguien, le pides que te acompañe a la guardia, consultas a un médico. Uno tiene que sentirse bien y hay que pedir ayuda”.
“No pasa un día sin que haya un suicidio”
En los últimos dos años, las consultas de chicas y chicos con ideas de muerte o intentos de suicidio, se dispararon en las guardias de todo el país. Es una realidad que, desde Empesares, palpitan a diario. “No pasa un solo día sin que recibamos un mensaje con un nuevo caso. No pasa un día sin un suicidio”, señala Castañeda. Y asegura: “Me arriesgaría a decir, sin miedo a equivocarme, que el número de casos se triplicó. Y la edad bajó. Es alarmante”. Las cifras recolectadas por La Nación en diálogo con los principales hospitales infantojuveniles del país lo confirman.
La psicóloga detalla que el equipo de profesionales voluntarios recibe muchísimos pedidos de capacitaciones de padres y madres, para que vayan a escuelas donde hubo casos de niñas, niños o adolescentes que se suicidaron.
“A veces las instituciones son reticentes a esto, pero es fundamental poder hablar con los chicos, porque cuando se suicida un compañero se quedan sin entender o con la explicación que se les dan en la casa, por ejemplo, ‘estaba loquito’. El video de la campaña ‘la última foto‘ busca justamente eso, romper con el estereotipo de lo que te imaginás que es una persona que suicidó: alguien que está tirada en la cama, oscura. No es así. Puede ser tu vecino, tu compañero de trabajo, tu amigo, tu familiar”, apunta Castañeda.
Actualmente, Empesares cuenta con 11 grupos coordinados por profesionales. “Queremos abrir uno para hijos que perdieron a sus padres por suicidio, ya que tenemos una gran demanda por ese tema”, asegura Castañeda. Trabajar en la prevención es para ella la gran deuda pendiente. “Hay que hablar más. Me escriben muchos padres con miedo de cómo abordar esta problemática con sus hijos. Ahí hay un campo enorme para abordar”, concluye.
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