El golpe de Estado dado por los militares en Sudán es la última crisis en un período turbulento para el país africano.
El líder del golpe, el general Abdel Fattah al Burhan, disolvió el lunes el gobierno civil, mandó detener a líderes políticos y declaró el estado de emergencia en el país.
El primer ministro, Abdalla Hamdok, y los miembros de su gabinete fueron arrestados.
El golpe desató protestas en varias ciudades del país, incluida la capital Jartum, y al menos 10 personas han muerto en los disturbios.
El aeropuerto de la capital está cerrado, los vuelos internacionales suspendidos hasta el sábado e internet caída.
El general Al Burhan señaló este martes en rueda de prensa que el ejército tomó el poder "para evitar una guerra civil"y trató de justificar el golpe por las luchas políticas internas.
Al Burhan anunció que mantiene en su propia casa al primer ministro derrocado, de quien dijo que "está a salvo, goza de buena salud y se mantiene alejado por su propia seguridad".
El general agregó que el político será liberado en los próximos días.
El golpe ha alarmado a muchas potencias internacionales que apenas han comenzado a forjar relaciones con Sudán después de años de aislamiento.
El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas mantiene este martes una reunión de emergencia para hablar sobre la situación en el país africano.
Sumido en medio de tensiones políticas, Sudán atraviesa una profunda crisis económica, con alta inflación y escasez de comida, combustible y medicamentos.
Los líderes civiles y militares compartían el poder desde agosto de 2019,después de que el entonces presidente Omar al Bashir fuese derrocado por el ejército.
Las masivas manifestaciones en las calles en demanda de un gobierno civil obligaron a los militares a negociar un plan para gobernar conjuntamente.
El país se encontraba en esa transición, con líderes civiles y militares codirigiendo el país en un comité conjunto conocido como el Consejo Soberano y liderado por el general Al Burhan.
Pero el desacuerdo entre ambos sectores ha sido público.
Ha habido varios golpes de Estado fallidos desde 2019. El más reciente ocurrió el mes pasado.
Líderes militares en el gobierno de transición demandaron reformas a sus contrapartes civiles y pidieron que se sustituyese el gabinete, lo que fue interpretado por los líderes civiles como un intento de toma de poder.
La principal figura civil, el primer ministro Hamdok, culpó de esta tensión a los leales a Al Bashir, muchos de los cuales forman parte del ejército, los servicios de seguridad y otras instituciones estatales.
En las últimas semanas grupos de manifestantes a favor del ejército fueron llevados en autobús hasta Jartum, al tiempo que surgieron contraprotestas espontáneas de apoyo al primer ministro.
El principal motivo de descontento para los partidarios de los militares son las medidas de Hamdok para reformar la economía (incluida la reducción de los subsidios al combustible), que han sido impopulares para muchos.
La fragilidad política de Sudán tiene un largo precedente.
En décadas pasadas, la ruptura de los partidos políticos y su capacidad para construir un consenso ha allanado el camino para que los militares intervengan y organicen golpes de Estado con el pretexto de restaurar el orden previo.
Hoy en Sudán hay al menos 80 partidos políticos.
Este mismo fraccionamiento plagó al Concilio Soberano, donde las divisiones internas entre militares y civiles alejaron el consenso político todavía más.
La Unión Africana (de la que Sudán es país miembro), Naciones Unidas y la Unión Europea, así como la Liga Árabe y Estados Unidos, han expresado su profunda preocupación por el golpe y han exigido la inmediata liberación de todos los líderes políticos arrestados.
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, apuntó que Sudán está dentro de una "epidemia de golpes de Estado" que afectan a países de África y Asia y urgió a las potencias del mundo a unirse para "disuadir de forma efectiva" estos actos a través del Consejo de Seguridad de la ONU.
Mientras tanto, Estados Unidos ha suspendido 700 millones de dólares en ayuda a Sudán y la UE ha amenazado con hacer lo mismo. Ambos demandan que se restaure el gobierno civil sin condiciones.
El secretario de Estado de EU, Antony Blinken, dijo que las acciones de los militares "son una traición a la revolución pacífica de Sudán".
El general Al Burhan, que dirigía el Concilio Soberano, señaló que Sudán sigue comprometido con la transición al gobierno civil y que las elecciones están previstas para julio de 2023.
Según los informes que llegan desde el país, el personal del Banco Central se ha declarado en huelga y los médicos de todo el país se niegan a trabajar en hospitales militares, excepto en casos de emergencia.
De acuerdo a Alex de Waal, analista experto en temas africanos, el golpe no es necesariamente un "hecho consumado", dada la "tremenda capacidad de movilización cívica" de Sudán.
Cada vez que los militares han intentado sobrepasarse, "las calles se movilizaron y los hicieron retroceder", dijo De Waal en el programa de la BBC Newshour.
De acuerdo con la página de Facebook del Ministerio de Información, el primer ministro ha llamado a la gente a salir para apoyar al gobierno.
Las imágenes e informes provenientes de Jartum muestran a manifestantes en la ciudad.
Los militares también se han desplegado para restringir el movimiento de personas.
En junio de 2019, antes de que la transición democrática fuese acordada, los soldados abrieron fuego contra manifestantes en Jartum y mataron al menos a 87 personas.
Análisis de Anne Soy, corresponsal principal de BBC África
En las últimas semanas se ha producido un rápido aumento de la tensión en Jartum.
Una toma hostil del poder es lo que muchos en Sudán y más allá han temido que pudiera ocurrir en cualquier momento. Las señales eran demasiado claras.
Una protesta promilitar justo enfrente del palacio presidencial en Jartum fue vista como una coreografía para conducir el golpe. No se hizo ningún intento para disfrazar su propósito. Los manifestantes exigieron que los militares derrocaran a los líderes civiles "fallidos".
Fue un intento inusual de legitimar una toma de poder militar, bajo la apariencia de una protesta popular.
Casi una semana después, se llevó a cabo una contraprotesta. Esta vez, grandes multitudes se manifestaron en apoyo del gobierno civil.
Con más protestas convocadas por grupos a favor de la democracia para "contrarrestar un golpe militar", Sudán podría estar listo para otro período de enfrentamiento entre las fuerzas armadas y el pueblo.
El país logró grandes avances en la normalización de los lazos con Occidente y en el desbloqueo de fuentes de financiación muy necesarias.
La promesa de la transición hacia la democracia ha mantenido esperanzados a muchos sudaneses y aliados del país.
Pero todo eso podría estar en riesgo ahora.
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