El pasado 15 de mayo se reunieron en Beijing los presidentes de China y Rusia con el fin de reafirmar la alianza estratégica entre sus naciones, considerada como una fuerza estabilizadora en la actual atmósfera de tensión que prevalece en el orden mundial liderado por Estados Unidos.
La reunión, una de más de 45 que han sostenido ambos líderes en las últimas décadas, se produjo en el momento en que la escalada militar rusa en Ucrania despertó reacciones de condena en la comunidad internacional, que cuestiona el incierto papel de China en el conflicto. En efecto, China se ha pronunciado neutral, aduciendo que favorece las negociaciones diplomáticas para su solución, sin descartar su apoyo a la cesión de parte del territorio ucranio, ocupado por Rusia.
Durante la visita se externaron los sentimientos de amistad entre ambas naciones y los deseos de ampliar la cooperación económica, militar y política. El presidente Xi festejó que la relación bilatral va más allá de una alianza. Sus palabras, que podrían considerarse como producto de la propensión china a utilizar un lenguaje poético, en realidad constituyen un mensaje a Estados Unidos para enfatizar que tanto China como Rusia buscan un mundo multipolar que reconozca la importancia geopolítica de esas potencias.
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Xi enfatizó la disposición de su país a reforzar la colaboración con el Kremlin en beneficio mutuo, en aras de la justicia global, sin hacer mención a su tímido apoyo a Rusia en su agresión a Ucrania. Su contraparte no tuvo empacho en criticar la actuación de algunos organismos internacionales, particularmente la ONU y el Grupo de los 20, así como las diversas alianzas percibidas como antagonistas a China, lideradas por Estados Unidos.
Otro tema de importancia fueron las cuestiones de seguridad en la región Asia-Pacífico en plena alusión a la política estadounidense en Taiwán.
Cabe destacar que la intensificación de las relaciones económicas entre China y Rusia es resultado de la necesidad del Kremlin de buscar en la potencia oriental un entendimiento comercial que amortigüe los efectos de las sanciones económicas que se han impuesto a Rusia a raíz de la invasión a Ucrania. Los beneficios de dicha política se reflejan en el crecimiento del comercio entre ambas naciones que ha alcanzado la suma de 240 mil millones de dólares en las últimas décadas.
La dependencia económica rusa del gigante asiático se ha intensificado, convirtiendo a ese país en un socio comercial de vital importancia.
No debe soslayarse que ambos países mantienen una relación que prevé la cooperación, sin dejar de lado la competencia en lo que consideran sus respectivas zonas de influencia, sobre todo en el Asia Central y en el Pacífico, amén de sus intereses a nivel global.
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No es la primera vez que vemos a las dos potencias participar en alianzas ejemplares. El acercamiento entre ambos países se produjo en los años posteriores a la proclamación de la República Popular China cuando Moscú se convirtió en su más cercano aliado. Gracias a la coincidencia ideológica de ambas naciones, la cooperación se desarrolló en diferentes áreas, desde la asistencia militar hasta producción de maquinaria y herramienta para el desarrollo industrial y agrícola de China.
En el campo científico Rusia proporcionó la tecnología nuclear que permitió a China convertirse en potencia nuclear. Aunque esta amistad pronto se vio opacada por conflictos de gran magnitud tanto en sus reivindicaciones territoriales como en su aplicación del sistema comunista.
Esta alianza descansa sobre antecedentes históricos que podrían determinar su duración, pues, como suele ocurrir entre países vecinos, especialmente cuando comparten una frontera de miles de kilómetros, las diferencias en ciertas áreas influyen en el carácter de sus relaciones.
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La historia de sus relaciones se ha caracterizado por etapas de franca confrontación y otras de acercamiento. Entre las primeras destacan: el conflicto fronterizo en el que se produjeron incidentes bélicos entre ambos, entre marzo y septiembre de 1969, que supuso la posibilidad de una guerra abierta y el uso por parte de la URSS de armamento nuclear preventivo y, el conflicto ideológico desencadenado por Mao, el llamado revisionismo soviético, satanizado por Beijing por considerar que la URSS había caído en la trampa del socialismo imperial.
El conflicto ideológico tuvo su fin con la desaparición de Mao, en 1976 y la caída del grupo radical del partido comunista dirigido por la “banda de los cuatro”. Tras ésto se tuvo un nuevo acercamiento entre ambos países que en época de Putin se ha reforzado exponencialmente.