No, el ascenso de potencias emergentes no representa un cambio de orden internacional , pero sí un cambio de patrones políticos globales. Ni China ni Rusia cambiarán necesariamente el tablero o las reglas del juego, sino la manera en que los jugadores mueven sus piezas. El freno principal al ascenso chino es la hegemonía militar estadounidense. Estados Unidos no solo cuenta con el mayor gasto en defensa del mundo, también goza de un a superioridad tecnológica amplia. Por ejemplo, ojivas nucleares o la cantidad de portaaviones activos.
No obstante, la política y la economía sí permiten atisbar cambios. Contar con una posición privilegiada en las cadenas de valor y atesorar miles de millones en reservas, permitiría a Beijing echar a andar una política exterior basada en tres pilares. El primero, impulsar una estructura multilateral paralela (con instituciones como el BAII ) al mismo tiempo que incrementa su incidencia en las estructuras tradicionales como el Consejo de Seguridad de la ONU . Segundo, construir un sistema de relaciones internacionales afín a sus intereses. La mega inversión detrás de la Nueva Ruta de la Seda implica crear una red física de interconexión, cuyo nodo principal recaerá en China. A esto podemos sumar una estrategia muy asertiva de cooperación internacional. Y, por último, afianzar una zona de influencia territorial que permita incidir en sistemas de gobierno, mercados, flujos comerciales .
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