Frente al conflicto han seguido un patrón familiar: instar a todas las partes a actuar con moderación, reiterar la importancia de la solución que pasa por el reconocimiento de ambos Estados, así como ofrecer su apoyo irrestricto a las negociaciones de paz, incluso a través de una conferencia internacional. De esta manera ha buscado equilibrar la intensa relación económica que sostiene con Israel, y su posición histórica que ha sido la de respaldar la causa palestina en la escena global.

Equilibrio, en efecto, es quizá la mejor palabra para definir a la diplomacia de China en esta zona crítica y delicada de la política internacional. Aun cuando en algunas situaciones específicas sus cuestionamientos críticos a Israel se han hecho más explícitos, el acento principal ha sido en todo momento el de promover la distensión y el diálogo entre las partes.

Cuando desde los sectores de la derecha israelí o de Occidente se le ha criticado por esta aparente ambigüedad, no se toma en cuenta que, por otra parte, China se ha mantenido firme en el reconocimiento de Hamas, Hezbolá y otras facciones pro palestinas como grupos terroristas.

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Como un actor global responsable, interesado en mantener e incrementar su influencia en la región, a Beijing le resulta estratégico en términos diplomáticos mantener una buena interlocución con los principales actores involucrados, y esto resulta benéfico para ellos mismos.

No obstante, es posible advertir algunos matices en la manera en que China ha tomado posición frente a la actual crisis, lo que a la larga podría configurar un papel más activo de su diplomacia en la región.

Frente a la nueva escalada del conflicto, además de los llamados habituales para implementar un alto el fuego, regresar a las negociaciones y cumplir con la solución de dos Estados, Beijing ha sido más severo en sus cuestionamientos a Israel por la desproporción con la que ha respondido a los ataques de Hamas del 7 de octubre. Ha señalado de manera reiterada que van “más allá de la autodefensa” y los ha calificado como “un castigo colectivo”.

En la misma línea ha criticado el activismo de Estados Unidos en favor de Israel al seno de las Naciones Unidas, y votado en contra las propuestas de resolución en esta materia promovidas por Washington, mientras que en los medios estatales de China se han amplificado y recrudecido las críticas a Israel.

El nuevo activismo de China, expresado tanto en declaraciones oficiales de su cancillería, como en las intervenciones de sus funcionarios y dirigentes en diversos encuentros y foros internacionales, puede resumirse en cuatro aspectos:

1. Su abierta condena a los actos que dañen a la población civil y el uso indiscriminado de la fuerza sin distinción alguna de las partes, por ser violatorios del derecho internacional e inaceptables en cualquier circunstancia.

2. La urgencia extrema de abrir los corredores de ayuda con el fin de evitar una grave crisis humanitaria en Gaza, como condición de posibilidad para retomar los procesos de distención, tomando como principio sine qua non la obligada moderación de las partes.

3. El reconocimiento realista de que los procesos de pacificación se encuentran paralizados y por lo tanto la necesidad urgente de convocar a una Conferencia Internacional con la participación de actores que no estuvieron presentes en los procesos anteriores.

4. La admisión de la cuestión Palestina como el núcleo principal de los problemas en Medio Oriente, cuya raíz parte de la reiterada ausencia de voluntad para restablecer y garantizar los derechos e intereses legítimos del pueblo palestino -incluidos el Derecho de Estado y el Derecho de Retorno-, así como la prolongada ocupación ilegal de sus territorios, siendo la plena implementación de dos Estados la única salida posible. China aboga abiertamente por un Estado Palestino independiente que pueda coexistir y convivir con el Estado Israelí.

Para China el cronograma y la hoja de ruta viable para la implementación de estos cuatro aspectos centrales de su política exterior para Medio Oriente demanda a su vez la participación activa de las Naciones Unidas y de su Consejo de Seguridad, con miras a construir un consenso internacional que resulte vinculante para todas las partes.

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En cualquier caso, es importante subrayar que China no se ha ofrecido expresamente como mediador del conflicto. Ha promovido la participación conjunta con la comunidad internacional en la búsqueda de una solución política, pero no se ha perfilado como mediador directo. Por un lado, es consciente de sus severas limitaciones como potencia pacificadora en Medio Oriente, y al mismo tiempo no desea perjudicar sus intereses económicos y políticos en la región.

La condena reiterada al uso excesivo de la fuerza por parte de Israel, y la no condena explícita a Hamas por los ataques de octubre, están afectado, al menos en el corto plazo, los vínculos sino-israelitas. Es muy pronto para conocer con certeza cuál será el impacto en las relaciones bilaterales, más allá de que no se lleve a cabo la planeada visita de Netanyahu antes de que finalice el presente año.

China ha optado por reconocer y apoyar el protagonismo de actores locales como Egipto, Jordania, Arabia Saudita entre otros, secundando expresamente sus esfuerzos para abrir corredores humanitarios. En lo inmediato, la posición china reclama para Palestina seguridad, alimentos, medicinas y ayuda humanitaria. A largo plazo aspira a que se implementen de manera efectiva y verificable los Acuerdos de Oslo, que este año cumplieron tres décadas.

* Embajador en China (2001-2007)

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