Cataluña vota hoy en unas elecciones atípicas. Uno de los candidatos favoritos está huido de la justicia española, el anterior presidente Carles Puigdemont, y otro se encuentra en prisión, el ex vicepresidente Oriol Junqueras.
La gran bolsa de indecisos —28% según los sondeos—, decidirá si los nacionalistas catalanes revalidan el poder o si los defensores de continuar siendo parte de España logran cambiar de ciclo. Las posiciones están igualadas. El favorito por el bando nacionalista es el partido de Junqueras, Esquerra Republicana de Cataluña (ERC). El sector españolista lo encabeza Ciudadanos. Los dos se sitúan alrededor de 23% de los votos y serán necesarias grandes coaliciones para gobernar.
En las elecciones de 2015 tres formaciones independentistas sumaron la mayoría de diputados. Desde entonces se han sucedido un referéndum de independencia, la declaración de la República de Cataluña, y la destitución por parte de Madrid del gobierno catalán para recuperar el control de la región.
Los independentistas son ambiguos sobre si volverán a los planes de escisión. La sociedad catalana se muestra agotada tras un año de tensiones, la proclamación de la república fracasó a la hora de lograr apoyos internacionales y el gobierno central ha anunciado que no dejará de controlar Cataluña hasta que desaparezca el peligro de regresar al conflicto.
En este contexto, el voto independentista se presenta como una protesta contra la intervención del Estado, dirigida por el presidente Mariano Rajoy. Cuando éste anunció el 28 de octubre que disolvía el parlamento catalán y convocaba elecciones, ERC partía como clara favorita. Cinco días después, los tribunales españoles encarcelaron por rebelión a su líder, Junqueras, y desde entonces el partido ha caído en las encuestas.
Puigdemont ha aprovechado su autoimpuesto exilio en Bélgica, usando su aura de presidente depuesto para hacer campaña por videoconferencia. El líder independentista, también acusado de rebelión, se juega su futuro personal en las elecciones. Sabe que será detenido si pone un pie en España, pero espera que la justicia cambie de idea si gana en las urnas. Por eso ha emprendido una batalla despiadada reclamando el voto útil para volver “con todos los honores”.
Ante esta acometida, ERC ha rebajado sus expectativas de convertirse en la fuerza nacionalista hegemónica y aniquilar al partido de Puigdemont, muy debilitado por la corrupción y una trayectoria errática. Ahora parece que quedarán parejos y volverán a intentar una coalición. La incógnita es si ERC será la primera fuerza en las elecciones, o quedará detrás de Ciudadanos.
Aunque acaricia la victoria, Ciudadanos tiene pocas posibilidades de gobernar debido a que ha sido vetado por sus únicos socios posibles, los otros dos grandes partidos no independentistas (el Partido Socialista y la rama catalana de Podemos), que defienden a sus propios candidatos. Ciudadanos nació como una propuesta reactiva al nacionalismo catalán y su candidata, Inés Arrimadas, ha sido quien mejor ha capitalizado el descontento de la población por la declaración de independencia.
El Partido Popular, que gobierna en Madrid, ha perdido gran parte de sus votos en Cataluña a favor de Ciudadanos y se arriesga a convertirse en la última fuerza de la región, por debajo incluso de la izquierda antisistema de la CUP, probables socios de Junqueras y Puigdemont si logran una mayoría independentista.
De no darse esta mayoría, la coalición contraria parece tan compleja que los socialistas han reconocido que les parece “alta” la probabilidad de que las elecciones deban repetirse.