Washington.— La falta de transparencia sobre el estado de salud del presidente Donald Trump ha sido una constante en los últimos días. Justo hace una semana era hospitalizado por coronavirus, y menos de una semana después, el mandatario ya parece estar totalmente recuperado y el médico dice que está listo para regresar a los actos públicos desde el sábado.

El doctor Sean Conley aseguró ayer que ha respondido “extremadamente bien” y que por ello, considerando que este sábado se cumplen “10 días desde el diagnóstico del jueves, anticipo plenamente el retorno seguro del presidente a los actos públicos a partir de ese momento”.

Pero las dudas sobre su capacidad de ejercer el cargo son tantas que la presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, decidió lanzar un órdago, más simbólico que efectivo, para iniciar el proceso de creación de un órgano legislativo que permita una rauda inhabilitación de un mandatario que no cumpla con los mínimos para liderar el país.

Tras insinuarlo por la mañana, en la tarde Pelosi concretó una cita para esta mañana para desvelar la ley para la creación de una “comisión sobre la capacidad presidencial para cumplir con sus poderes y deberes del cargo”.

Según la sección cuarta de la enmienda 25 de la Constitución de EU, encargada de codificar la transición de poder por convalecencia, inhabilitación o muerte del presidente, un mandatario queda inhabilitado de sus poderes cuando el vicepresidente, junto a una mayoría del Ejecutivo o, en su defecto, un órgano creado por el Congreso por ley, declaran al liderazgo del Capitolio la incapacidad del gobernante en el cargo.

“La legislación creará una comisión (…) para ayudar a garantizar un liderazgo efectivo e ininterrumpido en el cargo más alto de poder Ejecutivo de gobierno”, rezaba el anuncio emitido por la oficina de la demócrata.

El proceso exige la aprobación de una ley —sancionada por el presidente— en la que se forme una comisión que, en conjunción con el vicepresidente, determine la necesidad de una transferencia de poder por inhabilitación del mandatario. La necesidad de aprobación por un Senado hoy controlado por los republicanos y la firma de la Casa Blanca hacen que sea algo totalmente utópico.

Si bien la idea inicial es que no se centre en un presidente en concreto y sea más bien una herramienta a futuro —la propia Pelosi negó que pudiera funcionar para el tiempo actual—, en el subconsciente siempre está la figura de Trump.

De hecho, Pelosi lleva días poniendo en duda la capacidad cognitiva del presidente. El miércoles sugirió que la medicación que está tomando Trump para el coronavirus —en concreto los esteroides— estaría afectando a su toma de decisiones.

A primera vista, en términos políticos, la acción de Pelosi parece un brindis al sol, de un calibre parecido al impeachment de hace un año. Los efectos que pueda tener en el ciclo electoral, a tres semanas de los comicios, son desconocidos, e incluso podría ser contraproducente para los intereses de los demócratas. Sólo podría servir para poner en jaque a aquellos congresistas republicanos que se juegan su cargo en plazas complejas y que tendrán que mojarse sobre la salud mental de Trump. El presidente Trump saltó rápidamente, diciendo que “Nancy la loca es quien debería estar en observación”. El congresista conservador Mark Green directamente acusó a Pelosi de organizar un “golpe de Estado”.

La hiperactividad e impulsividad de Trump tuvo un nuevo episodio ayer por la mañana, cuando en entrevista con Fox decidió de forma unilateral no participar en el próximo debate electoral del 15 de octubre, después de que la comisión que los organiza, ante el contagio de Trump, decidiera que será virtual. El mandatario dijo que no iba a “perder el tiempo”.

Eso desató una tormenta épica, una pelea a través de comunicados entre la campaña de Trump y del demócrata Joe Biden para tratar de ver qué hacer con los cara a cara que quedan antes de las elecciones. A falta de confirmación oficial, el formato de debate de encuentro con votantes se pospondrá una semana, al 22 de octubre, dejando los enfrentamientos en dos en lugar de los tres programados desde junio. La campaña de Biden anunció que el 15 hará una sesión de preguntas de votantes en Philadelphia. El equipo de Trump prometió un mitin con el presidente.

En la entrevista, Trump, en su infatigable demostración de egolatría, aseguró que está recuperado del Covid-19, en parte porque es “un espécimen físico perfecto”. Pero la gestión de la pandemia de la administración Trump ha sido tan nula que incluso el líder republicano en el Senado, Mitch McConnell, reconoció que no pisa la Casa Blanca desde el 6 de agosto por las “diferencias” en cómo evitar los casos; horas antes, insinuaba que el contagio de algunos senadores fue en actos en la Casa Blanca, porque en el Senado se aplica política estricta de mascarilla y distancia social.

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