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Washington.— Desde que el nombre de Christine Blasey Ford, una profesora universitaria de 51 años residente de California, saliera a la luz como presunta víctima de un intento de violación del juez Brett Kavanaugh, el proceso de confirmación para que éste cubra la vacante en el Tribunal Supremo de Estados Unidos ha sido un tsunami que reabrió el proceso de audiencias públicas para determinar si es apto o no para el puesto.
A pesar de que Kavanaugh insiste en su inocencia, la presión obligó a los republicanos a frenar su carrera hacia la aprobación y programar para el próximo lunes una audiencia extraordinaria del Comité Judicial del Senado, para que los dos protagonistas aclaren un supuesto intento de violación en 1982, cuando ambos eran compañeros de instituto en Maryland.
Desde que el domingo se conociera la identidad de la presunta víctima y declarara a The Washington Post que incluso temió ser “asesinada” por el juez, la Casa Blanca y los republicanos en el Capitolio tuvieron que aguantar el chaparrón de críticas contra su candidato, e incluso varios de sus integrantes pusieron en duda el apoyo a Kavanaugh.
“Si ha mentido sobre lo que pasó, lo descalificaría”, advirtió la senadora republicana Susan Collins, una de las que se prevé será clave para dar luz verde al juez.
Las voces que clamaban por una audiencia para esclarecer los hechos llegaban incluso de asesores del presidente Donald Trump.
Finalmente, a última hora de la tarde de ayer y tras consultar con todos los estamentos del partido conservador, se programó una audiencia que será abierta al público. La expectación se espera que sea máxima, a niveles como los de la última acusación de abuso sexual contra un nominado para el Alto Tribunal: era 1991, Anita Hill denunció que el entonces candidato Clarence Thomas la había acosado varias veces. Su denuncia cayó en saco roto y Thomas fue confirmado para un cargo que todavía ostenta.
Ahora todo parece diferente. El movimiento MeToo ha provocado que las denuncias de abusos machistas no se dejen de lado. Los republicanos, quienes ven en esta denuncia una maniobra política de los demócratas para retrasar la confirmación hasta después de las elecciones de noviembre, en la que pueden cambiar las mayorías y boicotear el proceso, tuvieron que aceptar la realidad.
Kavanaugh, a pesar de todo el terremoto, mantuvo su declaración de inocencia, diciendo que es una “acusación totalmente falsa. Nunca haría nada parecido a lo que la acusadora describe, ni a ella ni a nadie”.
Según el veterano senador republicano Orin Hatch, el juez le aseguró que nunca estuvo en la fiesta en la que presuntamente se habría propasado con Ford.
La Casa Blanca aplaudió que se realice la audiencia. En un comunicado, aseguró que “el juez Kavanaugh espera la audiencia en la que pueda limpiar su nombre de esta falsa acusación. Está preparado para testificar mañana si el Senado está preparado para escucharlo”.
El propio presidente Trump, antes de saber que habría un interrogatorio en el Senado sobre el caso, admitió que no le importaba que el proceso de confirmación se demorara “un poco” si era para escuchar a todas las partes y que “todo el mundo esté contento”.
Quedó intacta la defensa de su elegido, calificándolo de un hombre “extraordinario” y tachando de “ridícula” una pregunta sobre si pensaba retirarlo de la contienda para la vacante al Supremo.
Su confirmación sería un nuevo éxito para él y los republicanos, a pocas semanas de unas elecciones clave para las mayorías y el control en el legislativo.
Para los demócratas, la demora no es suficiente, y aspiran a que se abra una “investigación completa del FBI, que tome el tiempo que sea necesario” sobre el comportamiento de Kavanaugh.