Las fuerzas policiacas intervinieron el lunes pasado una vivienda localizada en la avenida Remmet de Canoga Park, un distrito en el valle de San Bernardino, región de Los Ángeles, teniendo como saldo el arresto de Lisa Bellinaso, hija del propietario.
El fiscal de la ciudad Mike Feuer informó a través de un comunicado que la orden fue ejecutada al constatarse que se trataba de “un santuario de un grupo supremacista delictivo” asociado al grupo neonazi Aryan Brotherhood, activo en la zona.
Dos días después, en el cementerio Hollywood Forever, fue retirada una placa de bronce dedicada a los caídos del ejército confederado, los separatistas sureños defensores de la esclavitud durante la Guerra Civil de EU, luego de que las autoridades recibieran una avalancha de llamadas, correos y mensajes en las redes sociales exigiendo su extracción. El monumento estaba allí desde 1925.
Estos acontecimientos son parte de los esfuerzos en California por evitar eventos similares al del pasado fin de semana en Charlottesville, Virginia, donde perdió la vida una mujer atropellada por un supremacista blanco.
A pesar de ser una de las más tolerantes hacia los grupos minoritarios y la comunidad migrante —por ejemplo, recientemente el gobernador Jerry Brown amplió el sistema de protección médica a los indocumentados—, California no es inmune al fanatismo. De hecho, la entidad es el estado de la Unión Americana con mayor número de grupos intolerantes.
El Southern Poverty Law Center (SPLC por sus siglas en inglés) registró en el país la actividad de 917 grupos de odio en 2016, por encima de los 892 contabilizados el año previo. De ellos, 79 se encuentran en California. “Por mucho tiempo estuvieron marginados por la sociedad, pero desde la llegada de [el presidente Donald] Trump, los fantasmas se soltaron”, dice a EL UNIVERSAL María Elena Durazo, vicepresidente para inmigración, diversidad y derechos civiles de la organización Unite Here. “Estoy segura de que el aumento del número de personas participando en esas acciones del KKK [Ku Klux Klan] y de los supremacistas blancos se debe a que él ha dado permiso a ese odio, a esa violencia en este país”.
El incremento de las asociaciones ha ido acompañado del aumento de los incidentes de odio. Tan sólo en los 34 días después del triunfo electoral de Trump, en el país se contabilizaron mil 94 incidentes, de los cuales 125 tuvieron lugar en California, según el SPLC. Los actos caracterizados por todo tipo de agresiones verbales, intimidatorias y físicas, en su mayoría han estado dirigidos en contra de miembros de la comunidad migrante, los musulmanes, la gente de color y las personas LGBT.
“Vemos un aumento de la actividad en California y en el país, porque se sienten con ese derecho de ofender y atacar a nuestra comunidad. En muchas de nuestras actividades han llegado los antiinmigrantes y nos han amenazado. También han intentado interrumpir talleres de divulgación de derechos y de educación para nuestra comunidad”, dice en entrevista Angélica Salas, directora de la Coalición de los Derechos Humanos para los Inmigrantes (CHIRLA). Se trata, indica, de grupos organizados, en su mayoría “conocidos de cara” por las ONG y activos en condados bien identificados, como Riverside, San Bernardino y Anaheim, este último señalado de ser albergue de miembros del Loyal White Knights, la mayor ramificación del KKK en el país.
“Muchos son adultos, de edad mayor, pero están tratando de involucrar más jóvenes; muchas veces traen a sus niños, es muy grave”. Salas sostiene que la respuesta ha sido pacífica por parte de la comunidad hispana. “Debemos mostrar con nuestra actitud de seriedad y compromiso lo opuesto a lo que ellos promueven”, explica.
Aunque la cordura no siempre prevalece ante las provocaciones y la narrativa tóxica emitida por comunidades como la alt-right, una plataforma que nació como un simple movimiento de las redes sociales y que ha terminado por convertirse en la corriente de la ideología racista y fundamentalista con mayor visibilidad pública en Estados Unidos.
El Center for the Study of Hate and Extremism de San Bernardino estima que al menos dos docenas de actos políticos celebrados en el estado han terminado en confrontaciones violentas entre supremacistas blancos y antifascistas en los últimos dos años. Tal fue el caso del choque entre simpatizantes y detractores de Trump, registrado en abril pasado en el Centro Cívico Martín Luther King Jr., en Berkeley, California, que dejó un saldo de más de 14 personas arrestadas y varias heridas.
Agrupaciones extremistas de derecha tienen previsto plantones este mes de agosto en el condado de Orange, San Francisco y Berkeley. Durazo afirma que la mejor forma de enfrentar la cultura de odio y división promovida por “esta minoría blanca”, es a través del diálogo intercultural y campañas dirigidas a cambiar la actitud. “Debemos hacer énfasis en la historia positiva de este país que históricamente ha aceptado a los migrantes y en los cambios positivos logrados para erradicar el racismo. Hemos logrado cambiar la actitud de la mayoría de las personas en este Estado, pero si no hacemos acciones positivas esos grupos van a crecer”, advierte.