Palizas y estrangulamiento para castigar, desnutrición, una ducha al año, abandono: una pareja estadounidense fue acusada ayer de tortura y abuso infantil contra sus 13 hijos y encaran una pena que podría llevarlos a pasar el resto de su vida en prisión. Ellos se declararon no culpables.
David Turpin, de 57 años, y su esposa Louise Anna Turpin, de 49, fueron imputados con 12 cargos de tortura, 12 de confinamiento, seis de abuso infantil y otros seis de abuso de adulto dependiente, informó Mike Hestrin, fiscal del condado de Riverside, California, donde residía la familia. El padre fue también acusado de actos lascivos por la fuerza o a través del miedo contra una de sus hijas, de 14 años.
La fiscalía consideró que no hubo tortura o abusos hacia la menor de las hijas, de dos años. Todos los cargos conllevan a una pena de entre 94 años de prisión y cadena perpetua.
Ambos, esposados de manos y pies, se declararon no culpables de todos los cargos en una audiencia en la que se mostraron tranquilos y a la que —a pedido de sus abogados— se presentaron vestidos de negro y no en uniforme de presidiario. Las autoridades aún intentan comprender qué llevó al matrimonio a hacer lo que hizo. “Parece un caso de depravación humana”, dijo Hestrin.
La próxima audiencia en la corte será el 23 de febrero. Su fianza fue fijada en 12 millones de dólares para cada uno.
Los Turpin fueron arrestados el domingo en su residencia en la pequeña localidad de Perris, situada al sureste de Los Ángeles, después de que los oficiales constataran las terribles condiciones en que mantenían a sus hijos, todos biológicos, de entre dos y 29 años.
La denuncia la hizo una de sus hijas, de 17 años, quien escapó y logró llamar al servicio de emergencia. La policía encontró inclusive a tres niños esposados, con cadenas y candados, una práctica repetida, en la casa sucia y maloliente.
Hestrin dijo que todos los niños fueron sometidos a un “abuso prolongado”, que incluía palizas y estrangulamiento como forma de castigo, además de no permitirles más de un baño al año y que nunca se les llevó a un odontólogo y pocas veces al médico. “Muchas veces no eran desencadenados para poder ir al baño”, señaló Hestrin en rueda de prensa.
“Si los niños eran encontrados lavándose por encima de la muñeca eran acusados de jugar con agua y encadenados”, añadió.
Cuando no estaban en cadenas, estaban encerrados en cuartos diferentes. No se les permitía tener juguetes; en cambio, los dejaban escribir en diarios que ahora están bajo revisión de las autoridades.
Pese a que el horror comenzó cuando vivían en la región de Fort Worth, Texas, “se intensificó con el tiempo y empeoró” cuando en 2014 se mudaron a California, donde vivían en un barrio de clase media de Perris. “Los alimentaban poco, en un horario”, precisó. Dormían en el día y despertaban en la noche.
El fiscal señaló que la joven que llamó a las autoridades planificó el escape por dos años y que al salir por una ventana iba a acompañada por un hermano que regresó por miedo. Al verla, los oficiales pensaron que era una niña por su aspecto menudo y su delgadez.
Lo mismo ocurrió con el resto de los hermanos, que parecían todos menores, aunque siete de ellos tienen en realidad entre 18 y 29 años. Los 13 fueron llevados a hospitales de la zona y “están aliviados”, dijo Hestrin, que los podría llamar para testificar en corte.