Bruselas.- A pesar de la demora y los múltiples contratiempos políticos, sacar a Reino Unido de la Unión Europea (UE) muy probablemente fue la parte más sencilla de la saga del Brexit.
A partir de la Hora Cero, la cual se ha establecido para el 31 de enero a las 23:00, tiempo de Greenwich, comenzará a correr el cronómetro en cuenta regresiva para definir el marco que regirá las futuras relaciones entre Londres y Bruselas.
El gobierno del premier británico Boris Johnson se ha dado un plazo máximo de 11 meses para alcanzar el acuerdo que ponga fin a más de cuatro décadas de integración con el bloque y de comienzo a una nueva era entre la isla y la Europa continental.
El desafío se vislumbra titánico y a pesar del acuerdo de salida, el cual sólo atiende la cuestión de los ciudadanos británicos y comunitarios, la factura de retirada y la sensible situación en la frontera entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda, todo parece indicar que Reino Unido se desconectará completamente del acervo comunitario de manera abrupta.
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“La siguiente fase de la negociación del Brexit será mucho más complicada de la que acabamos de concluir y hay grandes probabilidades de que al final no lleguemos a un acuerdo”, dice a EL UNIVERSAL Fabian Zuleeg, director Ejecutivo del European Policy Centre, un centro de investigación especializado en asuntos comunitarios.
“La preocupación radica en que el gobierno británico parece haber tomado la decisión de que no extenderá el periodo de negociación y quiere cerrar las pláticas en un plazo breve.
“Será un desafío muy grande”, sostiene Jill Rutter, analista del think tank UK in a Changing Europe.
La investigadora recuerda que la idea inicial era dedicarle 21 meses al periodo de negociación de las futuras relaciones; sin embargo, todo se complicó a raíz de los aplazamientos, comenzando por la fecha límite original del 29 de marzo de 2019.
“La clave estará en lo ambicioso que se muestren las partes y la disposición para comprometerse”, apunta.
A partir de la Hora Cero, las conversaciones entre las delegaciones de Bruselas y Londres se centrarán en diversos asuntos, pero el núcleo consistirá en la redacción de un nuevo acuerdo de libre comercio que reemplace la actual participación británica en el mercado común europeo.
Debido a que Johnson ambiciona con la “independencia” para negociar acuerdos con países con los que la UE no tiene acuerdos de libre circulación de mercancías y servicios, como Estados Unidos, Bruselas está obligada a levantar la guardia y ser muy cuidadosa.
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Negociar con el vecino del canal de la Mancha será aún más complejo de lo hasta ahora realizado por la Comisión Europea.
Rutter sostiene que “este es un acuerdo comercial focalizado en la divergencia, no en la convergencia, que es lo que las partes suelen usualmente negociar”.
Además está el factor tiempo y la predeterminación para no continuar con el actual status quo. La relación comercial entre británicos y comunitarios es muy distante a las líneas directrices de la Organización Mundial del Comercio, que serían las que prevalecerían en caso de un Brexit duro.
“Tanto en los estados miembro como en Reino Unido los intereses son diversos, lo que hará difícil llegar a un compromiso en tan corto tiempo”, comenta Zuleeg.
Si bien hay diversos capítulos potencialmente conflictivos, Zuleeg anticipa que la primera prueba de fuego serán las negociaciones sobre pesca, uno de los temas más sensibles en el expediente de la UE.
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La posibilidad de que el tema pesquero paralice el proceso es real, las partes acordaron que ese dossier debe ser resuelto antes de entrar en el fondo de las negociaciones.
La política doméstica es otro factor que podría entorpecer el curso de las pláticas, como podría ser que España intente establecer con Gibraltar una relación diferenciada a la del resto de la familia británica.
“La UE desea una asociación lo más cercana posible, pero la realidad es que en tan corto plazo lo más probable es que se llegue a un acuerdo comercial básico, en que queden fuera asuntos como servicios”, indica el economista.
El sello que ha caracterizado la trayectoria política de Boris Johnson ha sido el de la retórica y el oportunismo.
El acuerdo de salida de la UE negociado por su predecesora Theresa May, y que tanto aborreció en su calidad de parlamentario, prácticamente fue el mismo que presentó en su nombre ante la Cámara de los Comunes, sólo ajustó la situación en la isla irlandesa.
“Sabemos lo que los conservadores británicos quieren: no pertenecer al mercado único, la unión aduanera o a cualquier jurisdicción del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas. Han enfatizado que quieren un acuerdo de libre comercio libre de aranceles y cuotas”.
“Puede que en lo que resta del año veamos mucha confrontación y situaciones en las que se pretenda ir al límite tratando de forzar el resultado deseado. El gobierno cree que la UE sólo se mueve hasta último momento”, señala Rutter.
Como en cualquier matrimonio, el proceso de divorcio tiene el potencial de causar un daño irreparable, y en el caso de RU y la UE no es la excepción.
Zuleeg vaticina dos escenarios: el encono o llegar a un acuerdo de cooperación consensuado y satisfactorio para las partes. “En el escenario del conflicto, habrá daño permanente a las relaciones”, asegura.
Rutter señala que es prematuro medir el daño que pueda causar el Brexit a las relaciones futuras, “dependerá de cómo transiten las negociaciones”.
Aunque considera que una vez resuelta la partida del bloque el 31 de enero, es probable que se diluya mucha de la tensión acumulada desde el referéndum de 2016.
Esto permitiría que la UE y Reino Unido finalmente puedan enfocarse en otros temas prioritarios y que han sido relegados por la odisea del Brexit.