San José. – Con un abanico electoral que se concentró en Jair Bolsonaro y Luiz Inácio Lula da Silva y cerró puertas a una tercera vía, los brasileños acudirán hoy a la primera ronda de los comicios generales de Brasil con el desafío de transitar por una de las más desafiantes y complicadas intersecciones políticas en los 37 años de su joven democracia.
Fieles a su brío futbolero, los brasileños decidirán si la pugna se dirime en 90 minutos o habrá necesidad de… tiempo extra.
En una campaña que empezó progresivamente en el primer minuto del 16 de agosto anterior, los brasileños llegarán a votar luego de cruzar por una confusa jungla de ofertas políticas del más variado sello ideológico y, al final, quedar ante la decisión de escoger entre el viejo dilema de izquierda o derecha y el nuevo reto de autoritarismo o democracia.
En ambos cruces políticos, también prevaleció una compañera permanente de viaje: la corrupción.
Postulado a la reelección por su fuerza política, el derechista Partido Liberal, y la coalición “Por el Bien de Brasil”, a Bolsonaro le persiguió un historial de presuntos negocios irregulares y de nepotismo en su gestión como mandatario.
Como candidato del Partido de los Trabajadores (PT) y de la coalición de izquierda, centroizquierda y centro de “Brasil de Esperanza”, Lula tampoco se despojó de su pasado: acusado de corrupción, estuvo preso 580 días de abril de 2018 a noviembre de 2019, cuando salió de la cárcel para liberarse de cargos y consiguió anular en 2021 las sentencias en su contra.
“Lula huye por puro miedo y por no poder explicar el mayor esquema de corrupción de la historia impulsado por el PT”, acusó Bolsonaro. “Para engañar a inocentes, el PT ahora se vende a sí mismo como ‘de amor’. (…) Promovieron el mayor esquema de corrupción de la historia y colocaron a Brasil entre las naciones más violentas del mundo, con cifras de homicidios a niveles de un país en guerra civil, solo si se trata de amor bandido”, recalcó.
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Lula negoció ministerios, bancos y otras instancias estatales “a cambio de apoyo” y su “modelo promiscuo da como resultado un gobierno que trabaja para intereses extraños y no para los de la nación. ¡No puedes comprometerte con la gente si ya estás comprometido con la maracutaia! (negociación clandestina y fraudulenta)”, subrayó.
“Lula es inocente y no le debe nada a la justicia. ¿Y Bolsonaro? Tiene las manos sucias”, respondió el PT. “Empleados fantasmas, compras de bienes raíces y otros gastos millonarios en efectivo. Prácticas vinculadas (a) Bolsonaro y su clan y que, en buen portugués, podemos llamar corrupción, malversación, organización criminal y lavado de dinero”, insistió.
El panorama asemeja a la fase final de un torneo de balompié, la pasión que arrastra a los brasileños más allá de cualquier lio entre viejas y nuevas generaciones políticas —unas más desprestigiadas que otras— en un país en el que los circos del fanatismo, de carnavales al futbol, intentaron eclipsar una honda deuda social.
La Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO por sus siglas en inglés) reportó que el número de personas subnutridas o malnutridas en Brasil aumentó de 5.4 millones en el periodo de 2018 a 2020 a 8.6 millones en el de 2019 a 2021, que cubre al gobierno de Bolsonaro.
El número de personas en inseguridad alimentaria moderada y grave en Brasil subió de 49.6 millones en promedio de 2018 a 2020 a 61.3 millones de 2019 a 2021, reveló la FAO. La prevalencia de la inseguridad alimentaria en la población total creció de 23.5% de 2018 a 2020 a 28.9% de 2019 a 2021, indicó.
En cifras
Un bando —el de Lula— tiene posibilidad de obtener más del 50% de los votos totales, finiquitar la contienda hoy mismo, evitar acudir el próximo 30 de octubre a dirimir el cetro en una segunda vuelta y sepultar las aspiraciones de Bolsonaro de reelegirse a un segundo cuatrienio consecutivo de 2023 a 2026 y darle continuidad al que desarrolla de 2019 a 2022.
El otro bando —el de Bolsonaro— tiene oportunidad de apoderarse de algunos puntos, recortar distancias con Lula, evitar que su rival traspase el porcentaje fatal del 50% y enfrentar una significativa derrota, pero sin que la batalla esté totalmente definida y obligar a pelear en periodos complementarios.
Polarizada entre el izquierdista Lula que se movió al centro y el derechista Bolsonaro que se aferró al extremo, la batalla relegó casi al olvido a los restantes nueve candidatos o los colocó ante otra intersección: retirarse, aceptar que sufrirán una debacle o tratar de ser un jugador valioso en segunda vuelta y adherirse a uno de los dos favoritos.
En un país de 215.4 millones de habitantes, los brasileños podrán acudir hoy a las urnas a elegir presidente, vicepresidente, a los 513 miembros de la Cámara de Diputados, a 27 de los 81 integrantes del Senado y a las autoridades de los 26 estados y del Distrito Federal: gobernadores y vicegobernadores, asambleas legislativas estatales y del Distrito Federal.
En los casos de presidente y vicepresidente y de gobernadores y vicegobernadores, si ninguna de las fórmulas que aspira a esos cargos recibe más del 50% de los sufragios totales, habrá necesidad de resolver la disputa en la segunda ronda entre las dos papeletas que hoy obtengan más votos. En esa etapa definitiva, la victoria se obtendrá por mayoría simple.
El Tribunal Superior Electoral de Brasil precisó que el padrón está integrado por 156 millones 454 mil 11 votantes. El voto lo pueden ejercer las personas mayores de 16 años y es obligatorio para las que tienen de 18 a 70 y es opcional para las personas que son analfabetas o tienen más de 70 y de 16 a 18, según las disposiciones oficiales.
Brasil acudirá a su decimoquinta elección presidencial directa desde 1989 luego de 37 años de paulatino retorno de la democracia y de una dictadura militar de 1964 a 1985.
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Fascinaciones
Por su constante defensa del régimen dictatorial castrense y por su comportamiento como Jefe de Estado, que llevó a sus opositores y a otros ámbitos brasileños a calificarle de antidemócrata, a Bolsonaro se le acusó repetidamente de autoritario.
Con 67 años, casado tres veces, con cinco hijos y con el rango de capitán en reserva o retiro, en 2019 se convirtió en el primer presidente con carrera militar desde 1985, ya que militó en el ejército de 1973 a 1988.
A Lula se le reprochó por callar ante la denunciada violación a los derechos humanos en los regímenes izquierdistas de Cuba, Venezuela y Nicaragua, con los que tiene cercanía a través del Foro de Sao Paulo, bloque de la izquierda de América Latina y el Caribe que fundó en 1990 y al que pertenecen los partidos que están al mando en La Habana, Caracas y Managua.
Con 76 años, cinco hijos de cuatro relaciones sentimentales y un pasado como limpiabotas, tintorero, vendedor ambulante, obrero metalúrgico y sindicalista, fue el primer presidente izquierdista de Brasil y ejerció en dos gobiernos consecutivos, de 2003 a 2010.
“Hay una lucha entre la izquierda y la derecha y una lucha entre el autoritarismo y la democracia”, describió el académico brasileño Juliano Cortinhas, profesor de relaciones internacionales de la (estatal) Universidad de Brasilia.
“La derecha ‘bolsonarista’ es antidemocrática, lo que lleva a los votantes que valoran la democracia a migrar automáticamente al oponente que puede vencer a Bolsonaro. Bolsonaro representa la derecha más radical que ha surgido en el país”, dijo Cortinhas a EL UNIVERSAL.
“Hay una parte importante del electorado que vota por Lula por convicción. Es la mayoría de sus electores. También hay una parte que representa el voto ‘antiBolsonaro’. La gran pregunta es: ¿puede la combinación de ambos conducir a una elección en la primera vuelta? Apuesto a esta posibilidad”, sugirió.
Tras recordar que Lula se afianzó como favorito en las encuestas de septiembre pasado, planteó que “me parece que hay un sentimiento popular de que es mejor liquidar la elección lo antes posible. Creo que habrá una votación útil en Lula. Una gran abstención, por otro lado, podría impedir (hoy) la victoria de Lula”.
Bolsonaro exhibió “una enorme capacidad para controlar la agenda política. Guía los debates con maestría. Él (Bolsonaro) es el sujeto (central) (…). Tiene un perfil claramente golpista y creo que aún no ha promovido una ruptura institucional porque la democracia brasileña ha demostrado resiliencia (adaptación)”, puntualizó.
Pese a las previsiones de los estudios de opinión pública, tampoco se descartó una sorpresa en las urnas.
“Vivimos en un proceso de deslegitimación de los partidos”, alegó la politóloga, comunicóloga y académica brasileña Deysi Cioccari, experta en Bolsonaro. “Estamos votando por los personajes y eso es muy, muy emotivo. No hay un análisis cuantitativo sobre esto”, aseveró.
En su accidentada gestión, en la que se contagió de coronavirus, minimizó la pandemia, la catalogó como “gripecita”, se resistió a dictar medidas sanitarias de urgencia, promovió las aglomeraciones sociales y repudió criterios y consejos científicos, Bolsonaro rechazó ser autoritario, golpista, antidemócrata, corrupto, nepotista, machista, represor o dictador.
“Queremos un futuro en el que no haya miedo a hablar de aquello en lo que creemos”, tuiteó el partido del gobernante. “Es nuestra fe la que nos guía y nos hace capaces de permanecer unidos, con más libertad para nuestros hijos y nuestras familias. ¡Que oremos juntos por un Brasil mejor!”, agregó.
En uno de los fuertes ataques que lanza por redes sociales de internet, el diputado federal Flavio Bolsonaro, hijo del presidente, aseguró que “Lula es un psicópata rabioso que cree que es inocente” y que “fueron billones (de dólares) desviados por la pandilla del PT”.
“El ex convicto y su pandilla” dañaron “a nuestro Brasil”, reafirmó.
Del lado de Lula, el derechista Geraldo Alckmin, del opositor Partido Socialista Brasileño y candidato a la vicepresidencia, fustigó a Bolsonaro por sus aficiones y señaló que “no se hace una campaña en motocicleta o ‘jet sky’ sino que se hace campaña participativa, plural”.
“La esperanza vencerá al odio”, reiteró.
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