Una especie extraordinaria de rascacielos se erige con fuerza en Nueva York, llamativa tanto por la delgadez de sus diseños como por los precios astronómicos de sus suntuosos pisos residenciales.
Cerca de una veintena de estas torres residenciales "superdelgadas" que redibujan la silueta de la ciudad fueron inauguradas o comenzaron a construirse en este siglo, buena parte de ellos en los últimos años.
El boom hace lucir cada vez más anticuados a rascacielos emblemáticos de Manhattan como el edificio Empire State o el Chrysler, que este mes fue vendido entero por unos US$90 millones menos que el penthouse de una torre aún sin terminar.
Pero el fenómeno también genera polémica e impulsa la idea de crear un impuesto a los apartamentos ultralujosos de la ciudad que tengan otra finalidad que la de residencia primaria de sus dueños, algo inédito en Estados Unidos.
Si bien Nueva York destaca mundialmente desde el siglo pasado por el tamaño de sus edificios que ilusionan con "habitar el cielo", las torres de última generación marcan un momento singular según expertos.
"Hay un nuevo tipo de rascacielos que nunca existió antes, que es característico de Nueva York y son estas torres de condominios superdelgados", señala Carol Willis, historiadora de la arquitectura y fundadora del museo de los rascacielos en esta ciudad, a BBC Mundo.
"La lógica del lujo"
En la última década fueron construidos total o parcialmente 17 rascacielos "superaltos" en Nueva York, que según la definición del Consejo de edificios altos y hábitat urbanos son los que superan los 300 metros.
Entre ellos figura 432 Park, diseñado por el arquitecto uruguayo Rafael Viñoly y que con 425 metros de elevación es el edificio residencial más alto del hemisferio occidental desde que fue concluido en 2015.
Esta torre blanca y flaca de 96 pisos se encuentra en un tramo de la calle 57 de Manhattan, próximo al extremo sur del Central Park, conocido como "corredor de multimillonarios" por los rascacielos superlujosos inaugurados recientemente o en construcción.
En la misma zona está cerca de finalizarse Central Park Tower, que con 472 metros pasará a ser la torre residencial más alta del hemisferio.
En comparación, el edificio Empire State que sobresale en la ciudad desde 1931 tiene 381 metros de altura. La torre de negocios One World Trade Center, el edificio más alto del hemisferio, mide 541 metros con su antena (417 metros hasta la azotea).
Pero más que la elevación, lo que caracteriza a los nuevos rascacielos residenciales de Nueva York es su delgadez marcada por una proporción mínima de 1:10 entre el ancho de la base del edificio y su altura.
Hay varios factores detrás de este fenómeno, desde los progresos tecnológicos y de ingeniería hasta las normas de de Nueva York que limitan más la superficie de construcción que la altura.
Pero los constructores también han confirmado que es posible vender esos pisos elevados a precios impensables tiempo atrás, sobre todo a una élite internacional de multimillonarios que los adquieren como inversiones.
"La lógica del lujo devuelve más dinero al constructor por el dinero que toma prestado para invertir en el edificio y luego vender los apartamentos", explica Willis.
"Cada uno puede ser un edificio más lujoso", agrega. "Sales del ascensor (…) directamente a tu apartamento, mirando por la ventana el horizonte y Central Park".
Precios por las nubes
El récord de la venta residencial más cara de EE.UU. fue batido en Nueva York en enero, cuando un magnate pagó US$238 millones por un penthouse en 220 Central Park South.
Se trata de un rascacielos aún en construcción, técnicamente fuera del rango de los "superaltos" porque su altura prevista es de 290 metros, pero que sí entra en la categoría de superdelgado y ultralujoso.
El comprador del penthouse de cuatro pisos y 2.230 metros cuadrados es Kenneth Griffin, quien reside en Chicago y es fundador de la firma global de inversiones Citadel. Posee una fortuna estimada en unos US$10.000 millones.
La transacción superó holgadamente los US$150 millones en que este mes se reportó que fue vendido el edificio Chrysler, un precio muy inferior al que este ícono art déco de los rascacielos de Nueva York valía una década atrás, debido a sus altos costos de mantenimiento.
"Esto no es un insulto para el edificio Chrysler; simplemente muestra lo ridículos que son los precios en la parte superior" de los nuevos rascacielos, dice Douglas Woodward, profesor adjunto de planificación urbana en la Universidad de Columbia, a BBC Mundo.
Otros apartamentos en pisos más bajos de los nuevos rascacielos se han vendido en las últimas semanas por sumas que superan los US$30 millones.
Pero buena parte de los pisos de 432 Park y otros rascacielos inaugurados recientemente suelen verse oscuros por las noches, señal de que nadie vive de forma permanente en ellos.
Y la venta récord del penthouse de 220 Central Park South, construido sobre un predio donde antes había un edificio de 20 pisos cuyos inquilinos fueron desalojados para demolerlo, encendió luces de alerta en Nueva York.
El gobernador Andrew Cuomo y el legislativo estatal han apoyado una propuesta para que los propietarios de viviendas de más de US$5 millones que residan en otro lugar sean gravados con un impuesto pied-à-terre, como ocurre en París y otras ciudades.
El demócrata Cuomo estimó que la medida permitiría invertir unos US$9.000 millones en el transporte subterráneo de la ciudad, que está en crisis.
Vecinos y organizaciones no gubernamentales se han opuesto a los nuevos rascacielos por su impacto medioambiental, por proyectar sombras en el Central Park o incluso por su apariencia.
"El diseño es decepcionante en su mayor parte", dice Woodward. "La esperanza de los constructores era tener una nueva era de grandes rascacielos en Nueva York y, con un par de excepciones, no creo que esto realmente esté sucediendo".
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