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Brasilia.— El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, cambió ayer a seis ministros, incluidos los de las carteras estratégicas de Relaciones Exteriores, Defensa y Justicia, en momentos en que el gobierno está debilitado y bajo presión por su caótico manejo de la pandemia del coronavirus.
Los cambios se iniciaron por la mañana, con la renuncia del canciller Ernesto Araújo, acusado por líderes del Congreso de haber perjudicado la compra de vacunas contra el Covid-19 por sus altercados con China, y se ampliaron por la tarde con movimientos imprevistos.
El primero fue la salida del general Fernando Azevedo e Silva del ministerio de la Defensa, quien junto a Araújo integraba el gabinete desde la llegada del mandatario ultraderechista al poder, en enero de 2019.
Azevedo e Silva será sustituido por el general Walter Braga Netto, actual jefe de la Casa Civil (un cargo con atribuciones de jefe de gobierno).
Bolsonaro confirmó más tarde otros cambios, entre ellos los ministerios de Justicia, y de la Abogacía General de la Unión (AGU), que se ocupa de la defensa de los intereses jurídicos de la Federación. Para la Secretaría de la Presidencia (un cargo de rango ministerial, de asesoría directa del presidente) fue designada la diputada Flávia Arruda, tercera mujer en integrar el gabinete, de 22 miembros.
La reforma tomó por sorpresa al país, que hace una semana vio nombrar al cuarto ministro de Salud en un año, el cardiólogo Marcelo Queiroga, en lugar del general Eduardo Pazuello, duramente criticado por el manejo de la pandemia que ha dejado ya más de 313 mil muertos, con un promedio de más de dos mil 600 muertos diarios en los últimos siete días, casi el cuádruple que a inicios de año.
Araújo, un ideólogo en cruzada contra el globalismo, la ideología de género y la lucha frente al cambio climático, acabó por presentar su renuncia ante una ola de críticas del Congreso.
Su reemplazo, Carlos Alberto Franco França, diplomático de formación, de 56 años, fungía como funcionario de la asesoría especial de la Presidencia. Ocupó cargos en las representaciones brasileñas en Bolivia, Paraguay y Estados Unidos, y en su carrera realizó una tesis sobre la integración energética entre Brasil y Bolivia.
Los primeros ecos de diplomáticos citados por la prensa lo consideran de un perfil más pragmático que su predecesor.
La gestión de Araújo al frente del Palacio de Itamaraty se distinguió por una alineación automática con la diplomacia de Donald Trump, hasta el punto de que Brasil fue el último país del G20 en reconocer la victoria electoral de Joe Biden.
Ese alineamiento se vio principalmente en sus polémicas con China, el principal socio comercial de Brasil, lo cual lo malquistó con el lobby del agronegocio brasileño.
El año pasado salió en defensa del diputado Eduardo Bolsonaro, hijo del mandatario, criticado por el embajador chino en Brasilia por haber afirmado que Brasil buscará una alianza global para un 5G seguro, sin espionaje de China.
Sus críticos reprochan esas actitudes por influir en gran parte de los retrasos en obtener insumos para vacunas contra el Covid-19. En su carta de renuncia, Araújo afirmó que las críticas a su gestión son una narrativa falsa e hipócrita montada en su contra, al servicio de intereses escondidos, nacionales y extranjeros, y que puso su cargo a disposición"en beneficio del proyecto de transformación nacional” encabezado por Bolsonaro.
Las razones detrás de la reorganización ministerial no fueron inmediatamente explicadas por el gobierno, pero analistas señalan que Bolsonaro viene enfrentando una presión creciente por parte de sus aliados en el Congreso, que pedían cambios de rumbo en medio de su cuestionada gestión de la pandemia. En el caso de Araújo, “la causa más importante de la caída fue la dificultad de Brasil para acceder a las vacunas”, dijo el politólogo Mauricio Santoro, de la Universidad Estatal de Río de Janeiro.