San José. – Aunque una parte de la baraja política brasileña le mostró en 2021 al presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, los naipes de acelerado desgaste político, pérdida de legitimidad y riesgo de debacle, otra porción le exhibió las cartas de ratificación del poder en una de las más conflictivas fases de su tormentoso cuatrienio que entró este mes a las postrimerías de una contienda con desenlace incierto.

Hostigado por el Poder Legislativo de su país y en roces con la jerarquía católica brasileña y con influyentes sectores del Congreso de Estados Unidos que cuestionaron desde Washington sus actitudes antidemocráticas, Bolsonaro todavía apuesta a derrotar a las cada vez más numerosas fuerzas que juegan con todo tipo de fichas.

“Está debilitado, está en una isla, pero no está solo”, advirtió la politóloga, comunicóloga y académica brasileña Deysi Cioccari, al narrar a EL UNIVERSAL que “hace lo que siempre supo hacer: provocar inestabilidad. Brasil, bajo su tutela, demuestra ser un país cada vez menos confiable”.

“Los ataques al Poder Judicial no se pierden en la narrativa hasta el punto de que el presidente afirma que en Brasil hay dos poderes, no tres, el Ejecutivo y el Legislativo. El continuo debilitamiento de sí mismo causa daño a nuestra democracia y al país. Muchos lo subestiman diciendo que es un ‘loco’ que pronto será barrido del Palacio de Planalto (sede del Ejecutivo), pero esto es un error peligroso”, insistió.

Al recordar que “fue simplemente no creer en que se convertiría en presidente que se convirtió en presidente” en 2019, Cioccari, especialista en Bolsonaro, mencionó que el Jefe de Estado todavía posee fuerza “y representa a una porción conservadora de la población que no tiene candidato”.

Con la sombra de la resurrección política del ex presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva (2003—2010), Bolsonaro se enrumba a los comicios presidenciales de octubre de 2022 con la mezcla de debilidad y fortaleza de un gobierno que deberá concluir en enero de 2023… con dudas de reelegirse.

Lula, preso en 2016 por un escándalo de corrupción y liberado en 2019, podría ser el principal rival político de Bolsonaro, pero tampoco el único: otro enemigo es el incesante incremento de la pobreza.

El (estatal) Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) reveló este mes que el total de favelas o barrios marginales en Brasil más que se duplicó en 10 años, al pasar de 6 mil 329 a 13 mil 151 a 2021.

Una encuesta difundida este mes por la (no estatal) Red Brasileña de Investigación sobre Soberanía y Seguridad Alimentaria y Nutricional evidenció que, con unos 212 millones de habitantes, en Brasil hay unos 20 millones de personas que confirmaron que viven 24 horas o varios días sin recibir ningún tipo de alimentación.

Unos 24,5 millones de brasileños admitieron que empeoraron su dieta y que subsisten a diario con la zozobra acerca de si podrán alimentarse, mientras que 74 millones confesaron que temen hundirse en el drama de la escasez alimentaria, según la Red.

“Patria amada, no armada”

En un severo reclamo al gobernante—capitán ultraderechista en retiro—por su plan de militarizar a la sociedad con más armamento, el arzobispo de la sureña ciudad brasileña de Aparecida, Orlando Brandes, aclaró a Bolsonaro que “para ser una patria amada no puede ser una patria armada”.

Tras destacar que “respetamos a las autoridades incluso si no estamos de acuerdo”, Brandes clamó en una homilía este mes por romper “la alianza con el odio y la corrupción” y confirmar “nuestra república y democracia”.

Pero nuevos líos surgen a diario. Por oponerse a que a un tramo de una carretera brasileña se le llame Joao Goulart, presidente brasileño derrocado por militares en 1964, a Bolsonaro se le volvió a tildar de férreo defensor del régimen castrense que gobernó en Brasil hasta 1985.

Por las denunciadas tendencias antidemocráticas de Bolsonaro, 63 congresistas estadounidenses instaron el 14 de este mes al presidente de EU, Joe Biden, a que congele nexos con Brasil hasta que haya “un nuevo líder, más alineado con los valores democráticos y los derechos humanos”.

El embajador de EU en Brasil, Néstor Forster, salió el pasado miércoles en defensa del mandatario y en respuesta a los congresistas indicó que la carta a Biden “contiene información errónea, distorsiones y falsedades”.

“Gripecita”

Una comisión parlamentaria federal recomendó esta semana imputarle crímenes de lesa humanidad a Bolsonaro por su débil respuesta al coronavirus, a la que desde un inicio calificó como “gripecita”. El primer caso de Covid—19 en América Latina y el Caribe fue confirmado el 25 de febrero de 2020 en Brasil.

El proceso quedaría en sanción moral, ya que el presidente tiene poder para eludir un juicio político en el Congreso.

Las acusaciones son: epidemia con el resultado de la muerte, violación de medidas sanitarias, incitación al crimen, falsificación de documentos privados, uso irregular de fondos públicos, prevaricación, crímenes de lesa humanidad, crímenes de responsabilidad, violación del derecho social e incompatibilidad con el decoro del cargo.

“Aunque es difícil que esta investigación resulte en una rendición de cuentas inmediata, ya sea un juicio político o una condena penal, por la mayoría del presidente en la Cámara de Representantes, esto apunta a que su mayor desgaste es un castigo futuro cuando deje el cargo”, precisó el brasileño Oscar Vilhena, profesor de Derecho Constitucional de la (no estatal) Fundación Getulio Vargas, de Sao Paulo.

Vilhena explicó a este diario que, empeñado en reforzar nexos con su red legislativa de apoyo, el presidente decidió aumentar el gasto público con el alegato de auxiliar a los más pobres, pero provocó esta semana la caída de los mercados bursátiles y la devaluación del real (moneda brasileña) ante el dólar.

“El gobierno dio un paso más en la degradación de su legitimidad”, aseguró.

Por eso es que, con un trozo de la baraja política todavía en juego, la duda persiste: ¿logrará Bolsonaro concluir su mandato?.

Google News

Más Información

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses