SSan José. – Si en la guerra y en el amor todo se vale, en las elecciones también y así lo asimiló y aplicó, como militar en retiro con rango capitán, el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, en ruta a los comicios presidenciales brasileños del próximo mes.
A sabiendas de que al electorado le atrapan los cuentos de monarquías y tradiciones y con el único fin de captar votos, Bolsonaro acudirá al sepelio de la reina Isabell II (1926-2022) y será el único jefe de Estado y de Gobierno de las excolonias de España y Portugal en América en esa ceremonia del próximo lunes: la fotografía en Londres podría valer muchos sufragios.
“¡Bolsonaro ve en el funeral la posibilidad de agregar valor a su campaña!”, aseguró la politóloga, comunicóloga y académica brasileña Deysi Cioccari, una reconocida experta en asuntos en torno al controversial gobernante.
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“Bolsonaro acude al funeral de la reina porque no puede subir más del 31% en (una) encuesta (de esta semana). Esto puede ser una demostración de poder y (lograr) un aumento en su capital (electoral) simbólico”, dijo Cioccari a EL UNIVERSAL.
“Si no fuera por el período electoral no creo que fuera al funeral, ya que Bolsonaro no es experto en rituales y manifestaciones que requieren respeto a las actividades litúrgicas. Pero es una oportunidad para mostrar imágenes de impacto en su campaña”, agregó.
El Tribunal Superior Electoral, que dirige la contienda, “no permitió” al Partido Liberal, de Bolsonaro, y a su coalición “Por el bien de Brasil” —formada por los derechistas partidos Republicanos y Progresistas— usar las imágenes” del 7 de septiembre de este año, recordó la analista, al mencionar un hecho de una conmemoración que se transformó en fecha polémica.
En la batalla del gobernante ultraderechista… todo se vale. Al encabezarlos como mandatario, Bolsonaro logró que los actos del pasado 7 de septiembre por el bicentenario de la independencia de Brasil de Portugal perdieran su valor histórico y se convirtieran esencialmente en una de sus tribunas en su afán reeleccionista, en una lucha en la que su principal contendor, el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, comanda las encuestas.
Con ironía, el sociólogo e historiador brasileño Marco Antonio Villa, profesor de Historia de la (estatal) Universidad de Sao Paulo y candidato a diputado federal senador por el opositor Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), tuiteó varias preguntas sobre la visita de Bolsonaro a Londres.
Al interpelar “qué va a hacer”, también cuestionó si irá a la Galería Nacional, principal museo londinense de arte, o a posar en el museo Madame Tussauds, de la capital británica, al lado de una figura de cera.
En un periplo por Reino Unido y Estados Unidos al amparo de una maquinaria de recursos públicos, Bolsonaro viajará de Londres a Nueva York a participar en la Asamblea General del Organización de Naciones Unidas (ONU), que se inició ayer y cuyo debate general empezará el próximo martes con Brasil, por tradición diplomática, a cargo de la apertura.
A sabiendas de que Brasil alberga a la mayor población de origen japonés fuera de Japón, con unos dos millones de descendientes, Bolsonaro decretó tres días de duelo nacional en julio anterior por el asesinato del ex primer ministro japonés Shinzo Abe (1954-2022). Empeñado en demostrar que todo vale, intentó exhibirse ante el electorado como la personificación de los emblemas nacionales… incluido el fútbol.
Proveniente de los sectores más conservadores de Brasil, Bolsonaro inició el primero de enero de 2019 un mandato de cuatro años que quedó signado por sus frecuentes demostraciones de autoritarismo y por su constante defensa de su cuestionada gestión en choque con múltiples sectores.
Lula, gobernante de 2003 a 2010, se consolidó en primer lugar, pero sin más del 50% para ganar en primera ronda, que se realizará el 2 de octubre. Una encuesta que se difundió esta semana en Brasil otorgó, en primera vuelta, 46% a Lula y 31% a Bolsonaro, mientras que el exgobernante ganaría en la segunda con 53% frente a 36% del mandatario.
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En su intento de revertir esas tendencias, el capitán en retiro decidió recurrir a factores como la fallecida reina.
¡Deus salve a Rainha!
Al declarar tres días de duelo por el deceso el pasado jueves de Isabel II, declarar esa fecha como “triste para el mundo” y exhortar a todos los brasileños a rendir homenaje a la fallecida monarca, Bolsonaro lanzó, primero en portugués y luego en inglés —¡God save the Queen! — una proclama extraña para un gobernante iberoamericano: “Dios salve a la reina”.
Como férreo y leal defensor de las fuerzas que, en 1964, dirigieron un golpe de Estado en Brasil, derrocaron al presidente Joao Goulart (1918-1976) e instauraron una dictadura castrense que gobernó hasta 1985, la decisión de Bolsonaro de acudir a las exequias de Isabel II remitió a un año crucial en los nexos de la reina con los brasileños: 1968.
Con el régimen dictatorial con apenas 55 de los 249 meses que permaneció en el poder, la reina y Felipe (1921-2021), su esposo y príncipe consorte, llegaron el primero de noviembre de 1968 a Brasil en lo que fue su primera visita de Estado a América Latina desde que asumió su reinado en 1953. La pareja estuvo dos días en Panamá en 1953, pero no fue un viaje de Estado.
Del 1 al 11 de noviembre, Isabel y Felipe estuvieron en seis ciudades brasileñas y fueron recibidos por el entonces presidente de facto de Brasil, mariscal Artur da Costa e Silva (1899-1969), con toda la parafernalia del protocolo castrense en ese única gira por tierras brasileñas.
Bolsonaro estaría aprovechando en su guerra electoral que, tras la muerte de Isabel, las imágenes de la monarca en su visita a suelo brasileño circularon profusamente en Brasil y repitieron instantes históricos del recorrido, como el encuentro de la reina con el único rey de carne y hueso que existe para los brasileños: Pelé.
… Y Bolsonaro lo sabe.
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