San José.— Un boliviano (la moneda de Bolivia) está en el aire y en apuesta política.
Con su imagen de ruta indefinida, al subir y al caer, la pieza redonda de acero inoxidable describe el desasosiego que impera en Bolivia al acudir hoy a unos históricos comicios generales.
Famoso por arrastrar durante más de un siglo una de las leyendas reales de mayor inestabilidad política, institucional, socioeconómica, electoral y militar de América, el país rico en estaño, plata, cobre, hierro, oro, potasio, litio, gas natural y hoja de coca elegirá hoy presidente, vicepresidente, 36 senadores y 130 diputados.
La imaginaria caída de la unidad monetaria de 27 milímetros de diámetro y cinco gramos de peso, lisa y cilíndrica, a uno u otro lado de su borde, en una trascendental contienda por los votos con final de fotografía, señalará el futuro del país: ¿democracia sostenible o autoritarismo populista?
La ruta marcará a una nación con un abultado expediente de golpes de Estado y asonadas militares. Con 7.3 millones de electores, sólo tres de los seis candidatos presidenciales tienen opciones de ganar hoy o pasar al 9 de noviembre próximo a segunda ronda: el economista Luis Arce, del izquierdista Movimiento Al Socialismo (MAS); el expresidente Carlos Mesa, de la centroizquierdista Comunidad Ciudadana, y el empresario Luis Fernando Camacho, del derechista Creemos.
Arce es favorito para ganar en primera vuelta, pero sin el porcentaje necesario para evitar una segunda, en la que el que avance entre Mesa y Camacho podría unirse al que quede hoy fuera y eventualmente triunfar con mayoría simple. Con el anti-MAS dividido, Mesa superaría a Camacho, según las encuestas.
En otra vía de incertidumbre, Arce anticipó que vencerá hoy y que sólo un fraude le arrebatará la Presidencia, por lo que advirtió que se negaría a reconocer su derrota y ratificó que desconfía del Tribunal Supremo Electoral, al que le exigió transparencia.
Desde su asilo en Argentina, el expresidente Morales da órdenes como protagonista crucial de la batalla y líder del MAS, tras ser un factor controversial en pugnas y trifulcas que se desataron antes, durante y después de los comicios del 20 de octubre de 2020, se prolongaron a las votaciones de hoy y se podrían alargar en las próximas horas, días, semanas y meses, con desenlace incierto.
“Bolivia vive tensa calma y alto grado de polarización. Las fuerzas políticas están fragmentadas, pero la concentración del voto no”, dijo el boliviano Franklin Pareja, politólogo y máster en Administración de Empresas y profesor de Ciencia Política de la (estatal) Universidad Mayor de San Andrés, en La Paz.
“Se juega la restauración democrática e institucional o el retorno a un régimen autocrático y totalitario”, relató Pareja a EL UNIVERSAL. “Bolivia atravesó [en 2019] una etapa fallida por un fraude electoral perpetrado por Morales y que fue la culminación de una sistemática violación a la Constitución Política que produjo el quiebre del sistema democrático”, insistió. En un trance “de zozobra”, hay numerosos indecisos y “nada está dicho”, narró.
Tormenta
Una convulsión estalló en Bolivia tras los comicios de hace un año, en los que Morales se postuló para iniciar, en enero de 2020, un cuarto periodo consecutivo desde 2006 y hasta 2025.
Ante la presión militar y policial, Morales dimitió el 10 de noviembre después de que una auditoría de la Organización de Estados Americanos confirmó irregularidades electorales.
El exmandatario negó la acusación de fraude, adujo que ganó legalmente y que sufrió un golpe de Estado. El 11 de ese mes aceptó una oferta de asilo político del gobierno de México y el 12 viajó a la capital mexicana, donde permaneció hasta que el 12 de diciembre se mudó a Argentina a refugiarse e instalar en un país vecino de Bolivia un radar político.
Como senadora en línea de sucesión, la abogada Jeanine Áñez, opositora a MAS, asumió el 12 de noviembre con la meta inicial de finalizar en enero de este año el mandato de Morales. Si hay vencedor en primera ronda, Áñez entregará el poder entre el 23 de noviembre y el 5 de diciembre y si hay necesidad de segunda, lo hará entre el 22 y el 26 de diciembre. El futuro presidente gobernará por cinco años.
Para ganar en la primera se requieren dos condiciones: obtener más de 50% de los votos o recibir un mínimo de 40% de esos sufragios y con una diferencia de al menos 10% sobre el segundo candidato más votado. De incumplirse las condiciones, pasan a segunda vuelta los aspirantes que logren los dos primeros puestos.
Retroceso
Además, Bolivia definirá hoy el balance de fuerzas en las cámaras de Senadores y de Diputados, clave para el desarrollo del futuro gobierno. Las elecciones fueron programadas inicialmente para mayo de 2020, pero la crisis del coronavirus obligó a postergarlas a septiembre y luego a octubre.
La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) pronosticó este mes que, como secuela de la enfermedad, Bolivia cerrará 2020 con una contracción económica de menos 5.2% del Producto Interno Bruto (PIB), que aumentó 4.2% en 2018 y 2.2% en 2019. Por efecto del Covid-19, las reservas monetarias de Bolivia bajaron de 8 mil 317 millones de dólares en junio de 2019 a 6 mil 272 millones en junio de 2020, según CEPAL.
El (estatal) Instituto de Estadística de Bolivia reveló que, con 50% de los 11.7 millones de bolivianos en pobreza y pobreza extrema, el desempleo urbano subió de 4.83% de diciembre de 2019 a 8.4% a junio de 2020 por golpe del virus, en un país en el que cerca de 69% de la población es urbana. El Banco Mundial estimó para este año una fuerza laboral total de 5.8 millones de personas. “Bolivia se juega la estabilidad económica y política de los próximos 20 años”, dijo Franco Gamboa, sociólogo político y analista en relaciones internacionales.
“El próximo gobierno enfrentará una crisis muy profunda por la pandemia y tendrá que reconstruir la posibilidad de una diversificación económica para dejar de ser tan dependientes de nuestras materias primas”, previó Gamboa. Al instar a salir del “monoextractivismo” que ató a Bolivia a su producción de minerales y de gas natural, recalcó que las próximas dos décadas “serán fundamentales [para impulsar] políticas de desarrollo sostenible en difíciles condiciones”, como el cambio climático.
Gobernanza
En el flanco político, el próximo gobierno tendrá que generar “gobernabilidad con independencia plena de los poderes. El Judicial ha sido invadido por el Ejecutivo. No hay administración imparcial de justicia. Deben establecerse reglas claras de desarrollo democrático”, explicó Gamboa a este periódico. “La próxima Asamblea Legislativa [bicameral] debe evitar la reelección indefinida, garantizar la renovación del presidente y del vicepresidente cada cinco años y viabilizar una alternabilidad en el poder plenamente democrática para proteger la institucionalidad con estabilidad a largo plazo”, adujo.
La pugna remitió al afán de Evo de perpetuarse en la presidencia. Tras asumir con la Constitución de 1967 por primera vez en 2006, Morales convocó en ese año a las urnas para una Asamblea Constituyente que redactó una Carta Magna, que en 2009 fue aprobada en referendo y entró en vigor. El periodo presidencial pasó de cuatrienio a quinquenio y con opción de reelegirse “una sola vez” de manera continua.
Con la nueva Constitución, el primer periodo de Morales, de enero de 2006 a enero de 2010, no contó y pudo elegirse en 2009 y en 2014. Morales perdió en febrero de 2016 un referendo para introducir una reforma constitucional y volver a aspirar.
Con el alegato de que reelegirse es derecho humano, un tribunal constitucional de Bolivia eliminó en noviembre de 2017 el límite y permitió la reelección consecutiva indefinida de Morales.
Por eso es que, en un cuartel de tacto político en Argentina, Morales escucha, olfatea y atisba de lejos e impulsa un plan. ¿De su retorno?
La moneda, en Bolivia, está en el aire.
Perfiles
Luis Alberto Arce Catacora
Cercano al expresidente Evo
Foto: MARTIN ALIPAZ. EFE
Luis Alberto Arce Catacora se convirtió en enero de este año en aspirante a la presidencia de Bolivia por el izquierdista Movimiento Al Socialismo-Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos (MAS-IPSP), una fuerza partidista de mayoría indigenista y cocalera ligada al expresidente Evo Morales.
De 57 años, casado dos veces y con tres hijos, sobreviviente de cáncer en un riñón, proveniente de La Paz, máster economista, contador general y catedrático universitario, Arce fue ministro de Economía y Finanzas Públicas en los tres gobiernos consecutivos de Evo —2006- 2017 y de enero a noviembre de 2019— y se le catalogó como el cerebro del crecimiento económico que Bolivia registró en esos 13 años.
Foto: ENRIQUE CANEDO. AFP
Carlos Diego de Mesa Gisbert repite como presidencial de Bolivia en 2020 por la centro-izquierdista Comunidad Ciudadana, tras competir por ese bloque del Frente Revolucionario de Izquierda, Chuquisaca Somos Todos y Agrupación Ciudadana Jesús Lara en 2019 con la fama, negativa o positiva, de que fue presidente de 2003 a 2005.
De 67 años, casado dos veces y con dos hijos, político, periodista e historiador, Mesa pasó de vicepresidente a presidente cuando Gonzalo Sánchez de Lozada debió renunciar por presión popular. Arrinconado por movilizaciones callejeras comandadas por el entonces dirigente cocalero Evo Morales, Mesa también debió dimitir.
Luis Fernando Camacho Vaca
Líder de un poderoso comité cívico
Foto: JUAN CARLOS TORREJÓN. EFE
Luis Fernando Camacho Vaca se proclamó en noviembre de 2019 como candidato presidencial de Bolivia y, en enero anterior, concretó su plan como aspirante de la derechista alianza Creemos, tras encabezar movilizaciones populares que estallaron en ese país y aceleraron la renuncia de Evo Morales al acusársele de fraude en los comicios de octubre de ese año.
De 41 años, católico, soltero, con tres hijos, empresario, abogado y de Santa Cruz de la Sierra, Camacho saltó a la protesta en contra de Morales como presidente de un poderoso comité cívico de su ciudad natal y se postuló con apoyo de los partidos derechistas Unidad Cívica Solidaridad, Demócrata Cristiano y Acción Democrática Nacionalista.