Bruselas.— La ambición del presidente bielorruso, Alexander Lukashenko, de permanecer en el poder le dio a su homólogo ruso, , la oportunidad de aumentar su influencia en el antiguo satélite soviético.

Moscú no sólo influye en la economía de su vecino, sino en el sector energético, las fuerzas armadas y el gobierno, lo que supone un riesgo para la integridad y soberanía del país. Desde la “revolución” fallida de agosto de 2020, cuando miles de personas protestaron por un fraude en las casillas, el poder de Lukashenko se ha basado en el respaldo incondicional de las fuerzas armadas y los oligarcas, y el apoyo del presidente Vladimir Putin; el espaldarazo de este último ha tenido un alto costo.

A cambio de asistencia financiera y política, Bielorrusia ha profundizado su dependencia. “Para complacer a Rusia hizo casi todo lo que había estado evitando hacer durante muchos años”, indican en un análisis Gustavo Gressel y Pavel Slunkin, expertos del European Council on Foreign Relations (ECFR). Entre los acuerdos firmados por Lukashenko figura el reconocimiento de Crimea como territorio ruso, la suspensión de la membresía en la Asociación Oriental y el desvío de las exportaciones a través de los puertos rusos. El domingo decidió seguir adelante con un referéndum dirigido a cambiar la Constitución, para eliminar su estatus no nuclear establecido en el artículo 18. Como consecuencia de un proceso progresivo, profundizado por el llamado de auxilio de Lukashenko para sofocar las protestas, la importancia de Rusia en la economía del país se fortaleció. También quedó sellado el proceso de adaptación del potencial militar de Bielorrusia a las necesidades operativas de las fuerzas armadas rusas en dirección estratégica hacia Occidente.

Según un reporte de Andrzej Wilk, del Centre for Eastern Studies (OSW) con sede en Varsovia, en los últimos 25 años Lukashenko ha venido cediendo sistemáticamente la soberanía de las fuerzas armadas a Rusia. Bielorrusia es uno de los pocos países del mundo donde la factura militar es inferior al gasto interno en seguridad y defensa. El estudio sostiene que Bielorrusia ha perdido toda independencia en defensa y en la actualidad sólo aparenta soberanía en esta área.

La crisis en Ucrania esclareció cualquier duda sobre el alcance de la amenaza bielorrusa en un gran conflicto regional; está determinada por los intereses que pueda tener Moscú. Si bien Lukashenko fue quien anunció los ejercicios militares conjuntos en diciembre y en varias ocasiones ha dicho que invitó a las tropas rusas, alrededor de 30 mil, porque Bielorrusia necesitaba proteger su flanco sur de la “amenaza ucraniana”, es evidente que sólo ha desempeñado un papel secundario, dice en un análisis Artyom Shraibman, del Carnegie Moscow Center. “Luka- shenko no ha cambiado y no se siente cómodo con el hecho de que ya no se le considera el amo de su propio país. Le duele la idea de que otros países y sus propios altos funcionarios puedan verlo como un vasallo ruso”. La crisis en Ucrania ha terminado por convertir a Bielorrusia en una fuente de riesgo para Occidente. Los analistas del ECFR advierten que los europeos no deben perder de vista la erosión de la seguridad y el orden político en la región. “Deben resistir la absorción gradual de Bielorrusia por parte de Rusia”, apuntan.



 

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