Algo queda claro: la cumbre entre el presidente ruso Vladimir Putin y su par estadounidense Joe Biden este miércoles en Ginebra, su primer encuentro cara a cara, no será amistosa.
Para empezar, Rusia acaba de incluir a Estados Unidos en su lista oficial de "países hostiles".
Y tanto Washington como Moscú señalan que sus relaciones diplomáticas están en su punto más bajo. Ninguna de las dos naciones tiene un embajador en la otra y varios altos funcionarios rusos tienen sanciones por parte de EE.UU. por diversas razones, desde la anexión de Crimea en 2014 hasta la interferencia en las elecciones estadounidenses.
Por el otro bando, dos exsoldados de EE.UU. están ahora en prisiones rusas, acusados de espionaje.
Pero como si esto no fuera suficiente, en una entrevista de marzo de este año, Biden sostuvo que Vladimir Putin era un "asesino".
Y a pesar de todo, estos dos hombres se van a reunir como líderes de sus respectivas naciones por primera vez y hay quien en Rusia lo ve ya como un gran logro.
Cuestión de estatus
"La cumbre es importante en términos de simbolismo; coloca a Rusia en la misma liga que Estados Unidos y para Putin el simbolismo es algo importante", dice Andrei Kortunov, director del grupo de expertos del Consejo de Asuntos Internacionales Rusos (RIAC, en inglés) en Moscú.
La reunión se produce cuando Biden lleva apenas medio año en la Casa Blanca, en su primer viaje al extranjero y a petición suya, todos puntos extra para el Kremlin.
Y es una cumbre con todas las de la ley, no un encuentro breve durante otro evento.
Más allá de la apretada agenda de Biden en su viaje por Europa, que incluyó la vista a los cuarteles generales de la OTAN en Bruselas este lunes, hay un interés especial en la última parada de este tour internacional.
"Definitivamente, Putin quiere ser igual al presidente de Estados Unidos. Quiere ser respetado en sus términos", señaló la analista política Lilia Shevtsova.
"Putin quiere mostrar sus 'músculos de macho' y ser miembro del club", agregó.
La elección de Ginebra como punto de encuentro es un guiño al cara a cara que sostuvieron allá en 1985, en plena Guerra Fría, Ronald Reagan y Mijail Gorbachov.
Pero hay pocas posibilidades de que el evento de esta semana se asemeje a lo que se vivió hace 36 años, ya sea por la relación personal o el deshielo político.
La Casa Blanca ha reiterado que su intención es mantener una relación "estable" y "predecible" con Rusia.
Pero la estrategia de Putin desde que las fuerzas rusas entraron a Crimea y la anexaron en 2014 ha sido mantener a todo el mundo expectante —y cauteloso— ante lo que pueda ser su próximo movimiento.
De hecho, fue la anexión de Crimea donde comenzaron los problemas entre estos dos países.
"Un objetivo más factible sería probar dónde trazan las 'líneas rojas' cada uno. Comprender que el diálogo es el camino de regreso del abismo", anotó Shevtsova.
"Si no hay diálogo, Rusia se volverá más impredecible", argumentó.
Este fin de semana Putin habló en la televisión estatal y dijo que había "problemas en los que podían trabajar juntos" con EE.UU., como por ejemplo el diálogo sobre el control de armas nucleares, discusiones sobre conflictos regionales como el de Siria y Libia y el cambio climático.
"Si podemos crear mecanismos para trabajar en esos temas, creo que podemos decir que la cumbre no fue en vano", señaló Putin.
Algunos analistas en Rusia sugieren que podría darse una "tregua" en esta especie de guerra diplomática en la que EE.UU. ha expulsado a docenas de representantes rusos en los últimos años.
Por su parte, Rusia le ha prohibido contratar a locales para trabajar en la embajada estadounidense en Moscú, lo que ha significado un recorte en sus servicios consulares, incluida la expedición de visas.
Tal vez Moscú le permita a su embajador regresar a Washington como un mínimo gesto de buena voluntad.
Estados Unidos, por su parte, va tocar el tema de los prisioneros estadounidenses que están en manos de las autoridades rusas desde 2018 y que fueron acusados de espionaje, un cargo que ellos han negado desde el principio.
Rusia ha presionado por un intercambio de prisioneros, pero sus condiciones han sido imposibles de cumplir por parte de EE.UU. y un gesto unilateral y generoso de Putin parece poco probable
Ahora, otro ingrediente se suma a este complejo panorama y es que Putin ha dejado entrever en sus últimas declaraciones que considera que la posición de Occidente hacia Rusia es hostil.
En el Foro Económico realizado en San Petersburgo a principios de este mes, el mandatario señaló que EE.UU. quiere "detener" el desarrollo de Rusia.
Pocos días antes, Putin mismo había amenazado con "golpear hasta noquearlo" a cualquier agresor extranjero que quiera atacar a su país, a la vez que insistió en que el mundo necesita despertar al restaurado estatus de Rusia.
"Claramente él cree que Estados Unidos es un adversario que no le desea el bien a Rusia, y no creo que esta visión cambie", dice Kortunov.
Aun así, argumenta que Rusia podría estar buscando bajar la temperatura de las rencillas entre ambos países.
"Como político racional, a Putin le gustaría reducir los costos y riesgos asociados con esta relación de confrontación", dijo Kortunov.
Esto se refiere a las sanciones económicas: la última ronda de medidas restringe la capacidad del gobierno ruso de recaudar fondos y, con muchas más medidas por tomar en los próximos meses, suma una presión extra cuando se acerca un nuevo año electoral.
"Los rusos no tienen apetito de 'victorias' de la política exterior como un sustituto a la necesidad de abordar los problemas sociales y económicos domésticos candentes", comparó Kortunov.
"Sea lo que sea lo que Putin quiera, no creo que pueda ganar nada [a nivel nacional] si aumenta la confrontación".
Lo que sí no quiere Putin, pero le será casi imposible evitar sentado frente a Biden, es una llamada atención sobre derechos humanos, que incluye el caso de Alexei Navalny, el principal líder opositor, que primero fue envenenado y después enviado a prisión.
Las oficinas políticas de Navalny y la organización anticorrupción acaban de ser prohibidas y calificadas de "extremistas" por un tribunal de Moscú, un fallo que fácilmente podría haberse retrasado hasta después de la cumbre.
En cambio, el momento parece propicio para un mensaje: que Vladimir Putin continuará aplastando a la disidencia en su país y eso no es asunto de Estados Unidos.
"Biden dirá lo que tenga que decir sobre Navalny y los derechos humanos; luego Putin dirá lo suyo: que Estados Unidos es igual", dijo secamente Shevtsova.
"Pero el hecho de que se lleve a cabo esta reunión significa que después de la aperitivo de derechos humanos, pasarán al plato principal. Y ya se sabe cuál es: hagamos algo para bajar la tensión", concluye.
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