Bruselas.- El reunirse, este miércoles, con el presidente de la mayor potencia del planeta, en un espacio neutral como es Ginebra, supone una conquista adelantada para el presidente ruso Vladimir Putin, pese a que el foro global implique el riesgo de exposición a la crítica.
El mandatario estadounidense, Joe Biden, quien recientemente llamó a Putin “asesino” y dijo que pagaría el precio, tiene mucho que reprocharle a su homólogo ruso, desde la interferencia en los comicios presidenciales de 2016, hasta la anexión unilateral de la Península ucraniana de Crimea.
A pesar del riesgo a que se le acuse, en persona, además de propagar noticias falsas y de torpedear las más sólidas democracias con operaciones cibernéticas encubiertas, Putin puede darse por satisfecho por haber recibido una invitación que enaltece un proyecto en permanente decadencia.
“Una cumbre que nos hace recordar las reuniones regulares de sus predecesores en los años de la Guerra Fría, aparenta que estas son las dos mayores potencias del planeta”, dice a EL UNIVERSAL James Nixey, Director del Programa para Rusia y Eurasia del Instituto Real de Relaciones Internacionales Chatham House.
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“Es una especie de anacronismo histórico, el que Estados Unidos se esté reuniendo con grandilocuencia con una potencia en declive de tercer grado como Rusia”.
Así que para Putin, continúa, un encuentro de esta envergadura permite que a su país se le vea más grande de lo que realmente es en el tablero global.
El beneficio de recuperar la memoria de los años de gloria, continúa, es superior al eventual riesgo de que en la reunión algún reportero le pregunte a Biden, y en presencia de Putin, si aún lo considera un “asesino” y qué hará al respecto.
El estudioso asegura que la reunión con Biden no será para Putin un día de campo, como ocurrió con Donald Trump durante la reunión celebrada en Helsinki en julio de 2018. “En aquella ocasión Putin fue el claro ganador y Trump fue ridiculizado”, recuerda.
Aunque es difícil predecir en qué resultará la histórica foto entre Biden y Putin, considerando que la invitación a su homólogo ruso fue sorpresiva, debido a la animosidad existente y las permanentes acciones hostiles del Kremlin, de acuerdo con Nixey son dos los desenlaces posibles: Biden aprovechará el encuentro para medir aguas y comprobar el estado real de las relaciones o expondrá los términos de cómo serán los lazos a partir de ahora y si Moscú excede las líneas rojas pagará las consecuencias.
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“No se sabe con certeza cuál de los dos será, posiblemente ni siquiera ellos lo sepan. Pero son los dos escenarios posibles previstos para éste encuentro extraordinario”.
En el contexto actual, Nixey no ve espacio para la cooperación entre Washington y Moscú, con excepción del ámbito del control armamentista.
“Rusia y Estados Unidos quieren cosas completamente distintas, sus ambiciones son diferentes, así como sus metas. La mentalidad es también opuesta, la rusa se basa en la adversidad, no en la cooperación”.
Dice que hay quienes perciben potencial para trabajar conjuntamente en Medio Oriente, pero la realidad muestra que apoyan bandos opuestos. La lucha contra el cambio climático podría ser la alternativa, pero Nixey se muestra pesimista.
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“Los registros históricos sugieren que Putin no tiene interés en cooperar en ninguno de estos asuntos, porque si Rusia llega a ponerse de acuerdo con Estados Unidos en Medio Oriente o en cambio climático, cae en entre la multitud, pero si discrepa puede seguir siendo un actor importante”.
De allí que pronostique una cumbre carente de sustancia, pero llena de interpretaciones y simbolismos.
“No espero que encuentren ningún punto de coincidencia. Probablemente esta sea la última cumbre que veamos en mucho tiempo. El comienzo de la presidencia de Biden es la única razón por la que tiene lugar el encuentro, de allí en fuera, no será una reunión especialmente provechosa”, asegura.
“Para mí es claro que la Rusia contemporánea bajo el mando de Putin no cambiará su curso porque el papel de saboteador en la política global le ha resultado exitoso. El cambiar de comportamiento disminuiría sustancialmente su posición en la arena mundial. Sería una potencia en declive sin mucho qué decir”.
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Putin y Biden no son ajenos, se reunieron por primera vez en 2011. En aquella ocasión, en su calidad de vicepresidente, Biden le dijo al entonces primer ministro: “Le estoy mirando a los ojos y creo que usted no tiene alma”.
Volvieron a chocar en 2014, cuando Biden recibió la encomienda de apoyar a Ucrania y presionar a Rusia para que dejara de interferir en el este del país europeo.
Ginebra supone la última parada del maratón diplomático emprendido por Biden en su primera gira al extranjero. Pero a diferencia del G7, la Unión Europea y la OTAN, la cita en la comuna helvética fue agendada como la menos cálida, a pesar de que Biden ofreció a Putin dos obsequios previos, el concederle una cumbre y levantar las sanciones contra las empresas involucradas en el gasoducto Nord Stream 2 de Rusia a Alemania.
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Ian Bond, director de política exterior del Centre for European Reform, prevé en un análisis que Biden vuelva a Washington cargando la misma mantra de sus predecesores, la de una relación inestable e impredecible con el Kremlin.
Señala que a Putin “le conviene mantener a sus adversarios fuera de balance y sin poder adivinar cuál será su próximo movimiento”.