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Washington. “Terminemos nuestra agotadora guerra contra la inmigración”. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, fue tajante en su primer discurso ante las dos cámaras del Congreso en el tema migratorio, sin lugar a duda uno de los más espinosos con los que ha tenido que lidiar en sus primeros cien días como líder estadounidense, al exigir a los legisladores que aparquen el insistente uso de los migrantes como arma política, y que de una vez por todas actúen para resolver un problema que ya es crónico.
“El país apoya una reforma migratoria. El Congreso debe actuar”, aseguró el presidente, recordando que desde inicios de su mandato presentó un proyecto de reforma que todavía no se ha debatido ni puesto a votación en ninguna de las cámaras, una inacción que considera inaceptable.
Biden es consciente de las divergencias entre demócratas y republicanos en este tema, pero hizo un llamado a la cooperación y el trabajo conjunto para avanzar hacia un cambio migratorio, una reforma que llega décadas tarde y que, según el mandatario, no responde a algo tan “esencial” para Estados Unidos como la inmigración.
“Si el Congreso no quiere pasar mi plan, al menos aprobemos aquello en lo que estamos de acuerdo”, exigió, poniendo sobre la mesa algunos de los puntos más urgentes en su visión: como mínimo es imperativa la protección contra la deportación de los ‘soñadores’ y camino a la ciudadanía para trabajadores agrícolas.
No fue una retórica novedosa en el credo de Biden, pero colocarlo como uno de los puntos (aunque breves) de su primer discurso ante Cámara de Representantes y Senado demuestra su interés en dar respuesta a un reto que su administración está tratando de resolver pero que, sin una acción concreta del Congreso, seguirá alargando su agonía. En ese sentido, Biden defendió la necesidad de arreglar “el problema en la raíz”, en los países centroamericanos de donde huyen la mayoría de migrantes.
Su solicitud no se espera que tenga una respuesta positiva de parte de los republicanos. “Debilitar nuestra frontera sur y crear una crisis no es compasivo”, criticó Tim Scott, senador republicano por Carolina del Sur, y encargado de dar la respuesta oficial del partido opositor al discurso de Biden.
Un Biden que, en la hora y 9 minutos de discurso -uno de los más largos para un presidente primerizo en este tipo de eventos- se limitó básicamente a hacer un repaso de los éxitos conseguidos en sus primeros cien días en la Casa Blanca que se cumplen hoy jueves, casi exclusivamente centrados en la exitosa gestión de la pandemia, y poner sobre la mesa su plataforma política de cara al futuro, un sendero que quiere transformar el estado del bienestar y poner al gobierno federal al frente de las respuestas sociales.
Y eso, en gran parte, merece la recuperación de un discurso centrado en las clases medias. Presentó su nuevo plan enfocado a las familias y la educación, defendió su convicción por las energías verdes y la lucha contra el cambio climático, urgió a aprobar legislación para mayor control de armas, mejorar en la igualdad y equidad en el país, y reforzar el derecho a votos, así como un aumento del salario mínimo. Entre sus exigencias más concretas, retó al Congreso a aprobar una ley contra la brutalidad policial antes del 25 de mayo, cuando se cumple el primer aniversario del asesinato de George Floyd.
“Fue un discurso sólido, pero un poco demasiado largo y es probable que no mueva la aguja del apoyo republicano en los temas más importantes de la agenda”, auguró Aaron Kall, profesor de debate en la Universidad de Michigan y autor de un libro sobre los discursos presidenciales ante el Congreso de Estados Unidos, en un comentario enviado a EL UNIVERSAL. En ese sentido, el experto cree que es “poco probable” que alguno de los proyectos de ley que pidió lleguen a su escritorio, básicamente por el “obstruccionismo” de los republicanos en el Senado.
Y eso que Biden tendió la mano constantemente a sus opositores para que hagan sus propuestas, se establezca el diálogo y se lleguen a acuerdos. Porque si no es así, dijo el presidente, sus rivales geopolíticos van a aprovechar la coyuntura para quitar un liderazgo mundial a Estados Unidos, algo que la administración Biden está tratando de recuperar tras los cuatro años de gobierno Trump.
Es mucho, advirtió, lo que está en juego. “Tenemos que demostrar que la democracia aún funciona”. En política exterior, tuvo advertencias para China y Rusia, pidiendo juego limpio y respeto a los derechos humanos.
El de Biden fue más bien un discurso seco, sin grandes momentos pero con un leitmotiv claro de esperanza y horizonte lleno de posibilidades.
No hubo grandes frases memorables, a excepción de la constatación de que el “supremacismo blanco es terrorismo” y la felicitación patriótica de que, con él al frente del país, se está dejando atrás uno de los momentos más oscuros de la historia, que llegó a su punto clave con la insurrección en el Capitolio del 6 de enero. “Puedo informar a la nación: Estados Unidos está en movimiento nuevamente”, sentenció.
Algo que sí fue significativo fue el vacío en la audiencia, que limitó la presencia de legisladores por las medidas contra el Covid-19 y que privó el evento de los clásicos momentos de aplausos y vítores y quejas y runrunes tan característicos.
Aunque lo realmente histórico ocurrió a espaldas del mandatario: por primera vez en la historia, dos mujeres presidían la sesión.
Biden estuvo todo el rato flanqueado por la vicepresidenta (Kamala Harris) y la presidenta de la Cámara de Representantes (Nancy Pelosi), primera vez en la historia que dos mujeres ocupan el segundo y tercer lugar en la línea de sucesión al poder. “Señora vicepresidenta. Señora presidenta de la Cámara de Representantes. Ningún presidente había dicho estas palabras desde este atril, y ya es hora”, dijo Biden al inicio de su discurso, a modo de saludo. Hubo una ovación en el hemiciclo.