Nueva York.— Hoy se cumplen tres años desde que Joe Biden se convirtió en el 46 presidente de Estados Unidos. En su primer discurso, el 20 de enero de 2020, puso énfasis en la necesidad de “curar el alma del futuro de la nación”. “Requiere más que palabras, requiere la más esquiva de todas las cosas en democracia: unidad”, dijo ante el mundo. Con este mensaje, Biden sentaba las bases del que sería su objetivo prioritario para los próximos cuatro años: unidad para salvaguardar los valores democráticos. Esta semana, en una misa en Atlanta en recuerdo del líder de los derechos civiles Martin Luther King volvió a recalcar que la democracia atraviesa un momento peligroso. “Vamos juntos cuando elegimos la democracia sobre la autocracia, una comunidad amada sobre el caos”.
El 8 de noviembre, este mensaje caló de nuevo en una sociedad tremendamente polarizada y permitió a los demócratas mantener el control de la Cámara Alta en las elecciones de medio mandato. Pero la reciente aparición de documentos clasificados en la residencia personal del presidente Biden y en una oficina privada de su época como vicepresidente está haciendo mella en la aceptación del mandatario, cuyo índice de popularidad no pasa por su mejor momento (51.3% está en contra).
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Los republicanos se frotan las manos y ponen a Biden contra las cuerdas, al criticar la falta de transparencia de la Casa Blanca en el descubrimiento de los documentos clasificados (el primer lote se encontró el 2 de noviembre, seis días antes de las elecciones intermedias, pero no se hizo público hasta el 9 de enero) y preparando las bases para una larga investigación de la actual administración, del hijo del presidente, Hunter, de la abrupta retirada de tropas de Afganistán y prácticamente todo lo que se les ponga por delante, porque desde enero de 2023 controlan la Cámara Baja y pueden hacerlo.
Cuando faltan menos de dos años para que culmine su mandato, Biden se enfrenta a una investigación del Departamento de Justicia que a ojos de los estadounidenses lo posiciona en el mismo lugar que el exmandatario Donald Trump (que también se enfrenta a una investigación después de que el FBI encontrará 325 documentos clasificados en su mansión de Mar-a-Lago, Florida). Algunos hablan ya de un “escándalo de dimensiones trumpistas”, por el paralelismo entre ambos casos, aunque Biden y su equipo insistan en que no tienen nada que ver porque el presidente se ha ofrecido a colaborar con la justicia desde el principio. Se preveía que el líder demócrata estaba a punto de anunciar si se presentará a las elecciones presidenciales de 2024, o por lo menos ese era el plan hasta ahora.
Timothy P. Mitchell, profesor de Política en la Universidad de Nueva York, recuerda que “no tiene por qué hacerlo. No es esa la tradición política estadounidense. Trump lo ha anunciado porque tiene sus propias razones, pero la tradición estadounidense es que la decisión se hace pública en la primavera de su tercer año”, es decir, este próximo abril.
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Con la reciente tormenta política, se hacen la misma pregunta: ¿se presentará Biden para ser reelecto en los comicios presidenciales de 2024? “Él quiere y de hecho se estaba preparando para ello”, explica a EL UNIVERSAL Brett Bruen, exfuncionario de la Casa Blanca que trabajó con él durante la presidencia de Barack Obama. “Sin embargo, esta crisis representa un riesgo significativo para Biden y hay muchos demócratas, incluyendo yo mismo, que pensamos que ya no sería nuestro mejor candidato ahora mismo”.
Para Allan Lichtman, historiador y profesor en la American University, las consecuencias de este último escándalo aún son difíciles de prever, aunque cree que “no será un gran problema si finalmente resulta que fue un accidente y él no sabía nada de eso. Creo que se desvanecerá”, asegura a este medio.
“Si resulta ser algo más deliberado y serio, será un gran problema”. Pero para Bruen es difícil que esto se olvide “con los republicanos controlando la Cámara de Representantes. Quizá si hubiera pasado hace un año” se quedaría en noticia que cubren varios medios, explica, “pero ahora los republicanos pueden pedir documentación como hicieron los demócratas antes con Donald Trump”. Lichtman le contradice, porque si no se presenta los demócratas perderían “la llave del presidente en funciones. La historia reciente nos ha mostrado que, si Biden no se postula, queda como un escaño abierto y casi siempre, un partido que ocupa la Casa Blanca pierde el escaño abierto. Lo vimos en 2016, con los demócratas. Lo vimos en 2008 con los republicanos tan duros. La política dicta, absolutamente, que Biden debe postularse nuevamente”.
“Los historiadores no somos buenos profetas”, confiesa a este diario Timothy P. Mitchell, “pero si me preguntas, diría que la decisión de Biden de presentarse en 2024 dependerá de su salud y también de las perspectivas de que Donald Trump se presente nuevamente (...) Yo creo que una de las grandes contribuciones significativas de la historia estadounidense que el presidente Biden ya ha hecho, y podría hacer nuevamente, es que pudo poner fin a la interrupción de Trump. Y sospecho que no quiere retirarse cuando Trump sigue siendo una amenaza para la democracia estadounidense”.
Las opiniones sobre el futuro presidencial son varias y de momento desde el Partido Demócrata nadie ha hablado, defendido o criticado a su líder públicamente por el último escándalo. De puertas para dentro, las conversaciones cambian, porque muchos en su partido son conscientes de que “la energía no es la misma”, explica Bruen, “y tampoco tiene el tipo de calidad que los demócratas necesitan para vencer a los republicanos que se presentan. Nos estamos dando cuenta de esta realidad día a día (...) habrá demócratas con más influencia que yo que le digan al presidente y sus asesores que ha sido un presidente de transición, pero llegó el momento de dar paso a las nuevas generaciones”.
Para eso quedan 23 meses. Biden tiene por delante dos años en los que no va a ser nada fácil sacar adelante su agenda política. Los frentes abiertos son muchos. “Los dos primeros años el presidente tuvo que unir a todos los demócratas y eso nunca ha sido fácil”, explica Timothy Mitchell. “El presidente Biden enfrentará algunos desafíos personales y políticos realmente difíciles liderados por los partidarios de Trump en la Cámara de Representantes, como la investigación de su hijo, Hunter Biden, por su posible tráfico de influencias. También creo que la Cámara investigará el papel que desempeñó la Casa Blanca en el lanzamiento de investigaciones sobre el asunto de Rusia, la historia de Donald Trump, y en términos del entorno internacional, el presidente se enfrenta a un desafío que comparte con el presidente Emmanuel Macron, el primer ministro británico, Rishi Sunak, y el canciller alemán, Olaf Scholz, que es mantener la alianza en apoyo de Ucrania”, señala Mitchell.
En EU, la situación no es mucho más fácil con una política migratoria implantada por Trump que permanece aún en el limbo, con el Título 42. En 2022 se vivió una de las peores crisis migratorias (las patrullas fronterizas registraron contacto con más de 2.7 millones de inmigrantes en los 12 meses). Biden viajó por primera vez durante su mandato a la frontera sur el pasado 8 de enero. Lo hizo de camino a una cumbre en México a la que también asistió el premier canadiense, Justin Trudeau, para hablar de otra importante cuestión: “Mantener el libre comercio”, apunta el profesor Mitchell. Además, señala que el viaje al país vecino era necesario porque “es imposible que Estados Unidos maneje los problemas en su frontera sur sin la estrecha cooperación de México y, como saben, ahí la mayoría de los migrantes que buscan ingresar a EU no son de México, sino de Centroamérica. Así que ambos países comparten un interés común en el manejo de esta crisis humanitaria”.
Por último, el desafío personal con el que nadie puede lidiar: la avanzada edad del presidente. El octogenario insiste en mostrarse ágil ante las cámaras y el público, pero hemos visto varios deslices. Aunque el profesor Mitchell reconoce que representa una combinación de habilidades que podría ser muy útil para su partido en el actual ambiente, porque “es un político centrista, y hay americanos que o votan por él, o no apoyarán a otro candidato demócrata. Además, hay aspectos en su campaña que serán muy útiles para pelear con alguien de la generación de Trump. Lo que vamos a ver es un baile muy cuidadoso”. La pregunta es, ¿conseguirá Biden salir airoso de esta danza con tantos pasos?
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