El primer ministro de Líbano, Hassan Diab, llegó al poder en diciembre pasado. Dos meses antes, una ola de protestas provocó la caída de su antecesor, Saad Hariri.
Diab, profesor universitario y exministro de Educación, no era conocido entre la élite política. Sin embargo, en medio de la crisis económica que vive Líbano, recibió el apoyo de los principales partidos y del grupo armado Hezbolá.
Menos de ocho meses después, Diab se ha visto forzado a presentar su renuncia, en medio de otra oleada de protestas, tras las explosiones que hace una semana destruyeron una parte de Beirut.
El estallido en un almacén del puerto que contenía casi 3 mil toneladas de nitrato de amonio desató la ira de los libaneses y fue el clímax de un malestar generalizado que no cesa ante la grave situación económica por la que atraviesa el país.
La moneda ha perdido 70% de su valor desde las protestas de octubre pasado. La pobreza se disparó, igual que el desempleo, y de acuerdo con las proyecciones del Banco Mundial, más de la mitad de los libaneses será pobre al terminar este año. De acuerdo con las previsiones del Fondo Monetario Internacional, dadas a conocer meses antes de las explosiones, la economía libanesa se hundiría 12% este año.
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Diab, considerado un reformista, integró su gobierno con tecnócratas, pero no supo aplicar las reformas económicas que requería el país para salir de la crisis.
La pandemia de coronavirus complicó más la situación. Las medidas para contener los contagios obligaron al cierre de negocios. Para cientos de ellos, ha sido el fin.
El gobierno presentó una propuesta de rescate económico al Fondo Monetario Internacional, pero líderes políticos, junto con la élite bancaria, lo han rechazado. El plan incluía una reestructuración de la deuda, y de los propios bancos, y requería del financiamiento del FMI y otras instituciones.
De acuerdo con la prensa libanesa, antes de las explosiones del lunes pasado, el país necesitaba unos 80 mil millones de dólares para salir de la crisis. Pero tras la destrucción que causaron los estallidos, que dejaron 160 muertos y miles de heridos, la cifra se queda corta. Tan sólo para la reconstrucción, el gobernador de Beirut dijo que se requerirían entre 3 mil y 5 mil millones de dólares. Unas 300 mil personas se quedaron sin hogar.
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El fin de semana, Diab prometió una elección parlamentaria anticipada, en un intento por calmar las protestas. Sin embargo, no lo consiguió. La renuncia de cuatro ministros, quienes reconocieron que no supieron responder a las expectativas del pueblo, y la amenaza de más, forzaron su decisión de presentar su dimisión.
Diab culpó a la clase política tradicional de su fracaso, así como a la corrupción que, dijo, causó este “terremoto que golpeó al país”.
Ahora, los libaneses tendrán que buscar su tercer primer ministro en menos de un año. Para ser investido, el candidato requerirá de los votos de la mitad del Parlamento.
Mientras tanto, la incertidumbre política frena cualquier reforma que pudiera aliviar la crisis, y un verdadero cambio se vislumbra complicado, en una nación que, desde el fin de la guerra civil, en 1990, ha sido gobernada por una élite reducida y que no está dispuesta a ceder el poder.
El Ministerio de Salud elevó hoy a 160 el número de fallecidos como consecuencia de la explosión el pasado día 4 en el puerto de Beirut, mientras que el Ejército encontró cinco nuevos cadáveres sin que las autoridades hayan informado del balance consolidado de víctimas hasta el momento.
Una fuente del Ministerio de Salud indicó que en este momento hay "menos de 20" desaparecidos aunque sigue la búsqueda de cuerpos debajo de los escombros tras la catástrofe que causó además más de 6 mil heridos.
Por su parte, el Ejército libanés anunció en un breve comunicado que equipos de rescate militares de este país, junto a los equipos de búsqueda de Francia y Rusia, rescataron cinco fallecidos más.
Ayer, el jefe del batallón de ingeniería del Ejército libanés, Rojeh Khoury, anunció el final de la primera fase de las labores de búsqueda y rescate, después de tres días de trabajos en los que participaron equipos libaneses e internacionales.
Khoury agregó que no se encontraron supervivientes y que a partir de ese momento "la esperanza de encontrar a personas con vida ha disminuido", pero que continuarían los trabajos para recuperar los cadáveres de debajo de los escombros.
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Detalló que los rescatistas turcos, franceses y rusos siguen apoyando a los libaneses en la "zona roja", la más afectada por la explosión, mientras que otros equipos de distintos países se han retirado al dar por concluida su misión.
La deflagración se originó en un almacén del puerto donde se encontraban casi 3 mil toneladas de nitrato de amonio desde 2014 sin las debidas medidas de seguridad, según han admitido las autoridades, aunque todavía se desconoce qué provocó su detonación.
Con información de EFE
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