Roberto José Carmona, mejor conocido por su apodo de "hiena humana", está nuevamente en el banquillo de los acusados en Córdoba, Argentina. Esta vez, por el asesinato de un taxista. Condenado tres veces a prisión perpetua por otros tantos crímenes, el acusado muestra en las audiencias que, a sus 61 años, y pese a haber pasado más de la mitad de su vida en prisión, su pulsión homicida no tiene fin.
La tarde del 13 de diciembre de 2022, Carmona asesinó al taxista Javier Rodrigo Bocalón a puñaladas. Este asesinato es el que lo tiene nuevamente en un juicio, en el que, por su nivel de peligrosidad, participa encerrado en una celda de vidrio durante la audiencia.
Con total tranquilidad, el lunes, en la primera audiencia, Carmona confesó su crimen, haciendo honor a su apodo de "hiena humana". "Eligió más el auto que su vida. El auto era más valioso para él que su vida. Yo no podía hacer que baje del auto utilizando palabras obscenas. Algo tengo que hacer, tampoco puedo bajarme porque el hombre no me quiere entregar el auto. Soy un depredador, un lobo solitario, arranco en una ciudad que no conozco y tengo que manejar, y este hombre me impedía el manejo. El choque fue precisamente por él, porque no lograba sacar los pies de los pedales...”.
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A pesar de sus crímenes, la "hiena humana", quien hasta ahora había estado encerrado en la cárcel del Chaco, había obtenido autorización para visitas conyugales. Pero no era su esposa la que iba a visitarlo –a pesar de que con Ángela Etudié, Angelita, se casó en la cárcel, en 1999–, sino que lo llevaban a él a Córdoba, a la casa de esa exportera de escuela municipal subyugada por el ego del asesino.
Aquel diciembre de 2022, en su "visita conyugal", en la que supuestamente era vigilado por seis guardiacárceles, Carmona aprovechó que todo el país estaba paralizado por el partido de la selección argentina y la de Croacia por la semifinal del Mundial de Qatar, y escapó de la casa.
En la audiencia, ante una pregunta del fiscal, Carmona dijo que para conseguir escapar le había pagado 15 mil pesos a Juan José Penayo, uno de los seis penitenciarios que debían cuidarlo.
En Santa Ana, una avenida que conduce hacia la terminal de ómnibus, encontró un taxi. Subió y sacó los cuchillos que llevaba escondidos. No pretendía pagar el viaje. “No me mates”, cuenta que le rogó Bocalón. “Bájate o te mato”, le gritó el acusado. “No me quites la herramienta de trabajo”, le suplicó el taxista.
Carmona no es un hombre de paciencia. Le descargó varias cuchilladas, en las piernas, en el cuello. Intentó hacerse del volante, pero no lograba correr del asiento del conductor a Bocalón, que se desangraba. Las piernas le quedaron atrapadas entre los pedales. Chocaron en Santa Ana y Félix Paz. Allí dejó muerto al conductor.
Se bajó y corrió a buscar otro auto. Lo encontró en el estacionamiento de un supermercado: un VW Gol del que acababa de bajar una mujer. No llegó muy lejos, y chocó en Villa El Libertador. Así que robó otro coche. Pronto se dio cuenta de que en auto no llegaría a ninguna parte. Deambuló desorientado, rodeado por cada vez más gente eufórica por el triunfo que ponía a la selección argentina a un paso de la gloria. Así lo detuvieron, a las 18:30, rodeado de la algarabía de los hinchas cordobeses, en Luis Agote y Almirante Brown.
En la audiencia, Carmona insistió en que el taxista tuvo la culpa de que lo asesinara. “Lo abracé y le puse la cuchilla en el cogote, le entré un poco. Se lo pedí con cortesía y no entendió. Le dije: ‘bájate loco porque te mato’. Y me dijo ‘no me robes la herramienta de trabajo” y le empecé a dar. No sé cuantas puñaladas le di”.
Sin expresión alguna, continuó con su relato. “Choco porque los pies de él estaban en los pedales del auto y no me permitían manejar. Por distraerme sacando eso, que incluso creo que le meto una puñalada en la pierna, no estoy seguro, choco intentando sacar los pies de él”. Y en final de su declaración de dejó abierto el misterio: “Tenía un objetivo que no lo voy a decir porque me puede servir al futuro”.
El padre y la hermana de Bocalón entraron en una crisis nerviosa que obligó a una pausa en la audiencia. Carmona les respondió: “Quiero decirle al papá de la víctima que entiendo su posición. Cuando un ser amado nos es arrebatado queremos saber la verdad. Usted pidió que hubiera justicia y bueno, la justicia es esta mierda que nos toca a todos. De una manera u otra todos estamos involucrados en lo mismo”, afirmó, sin cambios en su tono o la inflexión de su voz, como si hablara del tiempo.
La Hiena humana también habló de cómo ha sido su vida en prisión. “A partir de la desidia judicial que se dio en la provincia de Chaco respecto de mi libertad o salida transitoria y libertad condicional, podríamos decir que, lisa y llanamente, esto ya me hinchó las pelotas. Muchos años preso, 38 años preso, y no me daban el beneficio que correspondía, teniendo todas las garantías que requiere el Servicio Penitenciario”, describió, inmutable.
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Los informes psicoforenses que se acumulan a lo largo de su historia criminal definen a Carmona como un hombre sin conciencia moral, psicópata, proclive al delito, egocéntrico, carente de empatía, narcisista, inteligente y capaz de matar por placer, por un trámite o por necesidad.
En 1979, a los 16, fue preso por robo. Ese mismo año fue condenado en Buenos Aires. Salió en 1986 y viajó a Cosquín en un Taunus que había robado en Santos Lugares, en el conurbano. Se cruzó con unos jóvenes en la ruta. A una de ellas, Gabriela Ceppi, la violó y la mató de un tiro en la cabeza. “Ella pedía que no la matara. Reaccioné cuando la bala le quebró el hueso”, le dijo al fiscal José Ugarte, cuando confesó el crimen.
En 1994 mató en la cárcel a Héctor Bolea, líder del pabellón, y un año después, a Demetrio Pérez Araujo, también en un establecimiento penal, lo que demuestra que ni siquiera la cárcel era capaz de detenerlo.
Las audiencias por el asesinato de 2022 podrían terminar este viernes o el lunes próximo. Como Hannibal Lecter, cada jornada Carmona es trasladado desde la sala de los tribunales donde funciona la Cámara en lo Criminal y Correccional de 8ª Nominación hasta la cárcel de Bouwer con un procedimiento de máxima seguridad. Seguramente será condenado por este nuevo crimen. Lo que no significa, necesariamente, que no lo volverá a hacer.
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mgm