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Atrapados. Migrantes pasan de las sonrisas a la angustia

A un año de la caravana que atizó una crisis regional, las posibilidades de llegar a Estados Unidos están en niveles mínimos

Migrantes centroamericanos se trasladaban hacia Estados Unidos en el tren conocido como La Bestia, durante una de las caravanas que encendieron las alertas en el gobierno de Donald Trump. Foto: REUTERS
12/10/2019 |02:12José Meléndez / corresponsal |
Redacción El Universal
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San José.- Cuando unos mil hondureños —menores de edad y adultos, entre hombres y mujeres— emprendieron hace un año una caminata desde Honduras por Guatemala y México hacia Estados Unidos e iniciaron una oleada de caravanas de más migrantes de Centroamérica, abundaron las sonrisas y las alegres y emotivas despedidas de esperanza: el sueño americano parecía una realidad inminente para los jubilosos, desafiantes y optimistas viajeros.

Pero las sonrisas de aquel 13 de octubre de 2018 se apagaron en el transcurso de un año al estallar una de las crisis migratorias regionales más graves del siglo XXI, con viajes similares de miles de migrantes sin visas que surgieron en semanas siguientes en Guatemala, El Salvador y Honduras, y generaron un conflicto de México y esos países del Triángulo Norte con EU.

Por las incesantes presiones del presidente Donald Trump sobre México, Guatemala, Honduras y El Salvador para cumplir su política de severa restricción migratoria, las fronteras terrestres mexicanas, guatemaltecas, hondureñas y salvadoreñas son ahora diques de contención para impedir el paso de los migrantes hacia la meta en suelo estadounidense. En respuesta al desafío migrante a Trump, Washing-ton pactó con los cuatro países para reforzar los controles y miles quedaron varados en México o fueron deportados a sus tierras natales.

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“Hemos cerrado ahora conjuntamente, entre todos estos países amigos, los agujeros”, dijo el cubano-estadounidense Mauricio Claver-Carone, asesor especial de Trump, en una teleconferencia desde Florida el pasado lunes.

Atrapados. Migrantes pasan de las sonrisas a la angustia

Guatemaltecos, hondureños y salvadoreños fueron atrapados por “organizaciones delictivas” que arriesgaron las vidas de mujeres y niños al intentar “usar agujeros en la ley estadounidense” para pedir asilo sin ser parte de normas internacionales para obtenerlo.

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Aunque antes del sábado 13 de octubre de 2018 hubo expediciones semejantes, como en abril y en marzo de 2017, la de ese día marcó un antes y un después en el fenómeno migratorio en el Triángulo, México y Estados Unidos.

La marcha aceleró las acciones de Trump para impulsar su plan de construir un muro en el límite México-EU y desplegar medidas políticas, fronterizas, policiales, militares, migratorias y judiciales para atajar una avalancha humana a la que calificó de delincuentes, asesinos o narcotraficantes provenientes de “países de mierda”.

La caravana partió por tierra en la mañana de una terminal de autobuses de la ciudad de San Pedro Sula, en el norte de Honduras, en la que personas oriundas de esa nación azotada por males endémicos, como violencia y deterioro socioeconómico, empezaron a concentrarse desde la tarde y la noche del viernes 12 con las ansias de llegar a EU o, al menos, asilarse en México.

“No nos vamos porque queremos, nos expulsa la violencia y la pobreza”, fue el lema de los hondureños al empezar el viaje a pie hacia el norte del continente en condiciones mínimas de subsistencia, para reencontrar en la Unión Americana a sus familiares, huir de la inseguridad causada por las maras o pandillas, o el crimen organizado y de la marginación socioeconómica. Alegatos idénticos fueron expuestos por guatemaltecos y salvadoreños.

Sin que haya cifras precisas, algunas de las caminatas de centroamericanos llegaron a tener más de 7 mil, 8 mil integrantes y se prolongaron hasta al menos el primer semestre de 2019, con la agravante de que se les unieron migrantes cubanos, haitianos, sudamericanos, africanos y asiáticos, que engrosaron un flujo constante de extranjeros del sur al norte de América.

Trump respondió con un asedio al Triángulo, para cortarle la ayuda financiera de Washington y obligarle a detener las corrientes humanas, y arrinconó a tres países cuyas economías dependen del dinero que sus ciudadanos envían a sus parientes, principalmente desde la Unión Americana.

Las remesas familiares del trío de países aumentaron: de 9 mil 408.2 millones de dólares, de enero a junio de 2018, a 10 mil 243.3 millones de dólares, de enero a junio de 2019, precisaron los bancos centrales de Guatemala, Honduras y El Salvador. El Triángulo Norte captó más de 130 mil millones de dólares en remesas de enero de 2010 a abril de 2019, mayoritariamente de Estados Unidos, revelaron.

Los números mostraron un círculo vicioso en las tres naciones que por décadas se consolidaron como sistemas socioeconómicos excluyentes.

“La gente es obligada a migrar”, aseveró la hondureña Karla Rivas, coordinadora de la (no estatal) Red Jesuita con Migrantes Centroamérica de Honduras (RJM). Advirtió que “la juventud, el recurso más importante de los países, es la que huye por este modelo que expulsa a su población”.

Por eso, a la caravana de hace un año se unieron muchos jóvenes que, pese al peligroso reto al que se disponían a enfrentar, salieron sonrientes… en busca de los agujeros.

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