Cada año más de 153 mil muertes en el mundo se relacionaron con olas de calor entre 1990 y 2019, según estima un estudio, el cual destaca que Asia cuenta más de la mitad de los fallecimientos, pero Europa tiene el exceso de mortalidad más elevado respecto al número de residentes.
La investigación, encabezada por Yumung Guo de la Universidad de Monash (Australia) y con participación española, utilizó datos de la Red de Investigación Colaborativa Multipaís Multiciudad (MCC), que incluían las muertes diarias y las temperaturas de 750 localidades de 43 países.
Aunque Asia registró el mayor número de muertes estimadas, 74 mil 939 (48.9%), Europa tuvo la mayor tasa ajustada a la población, con 655 fallecimientos por cada 10 millones de residentes y para este continente el número total fue de 48 mil 318 (31.5%), indica el estudio que publica Plos Medicine.
Durante las estaciones cálidas de 1990 a 2019, el exceso de muertes relacionadas con las olas de calor representó en el mundo 153 mil 78 muertes al año, un total de 236 por cada 10 millones de residentes o el 1% de las muertes mundiales.
Los datos indican una carga sustancial de muertes estimadas en el sur y el este de Europa, así como en la zona comprendida entre el norte de África, la península arábiga y el sur de Asia.
En el sur de Europa, se contabilizaron 10 mil 170 fallecimientos anuales relacionados con las olas de calor, con una tasa ajustada a la población de 668 casos por cada 10 millones de residentes, cifras que en el Este del continente fueron 24 mil 709 y 820, respectivamente.
A nivel nacional, Grecia, Malta e Italia registraron los mayores índices de exceso de mortalidad durante ese periodo de 30 años, agrega el estudio.
En Latinoamérica y el Caribe, las muertes anuales fueron 3 mil 405 y si se ajustan por la población fueron 62 por cada 10 millones de residentes.
Con los datos de la MCC, los investigadores estimaron el exceso de muertes por olas de calor en todo el mundo entre 1990 y 2019 y trazaron la varianza de estas muertes en los distintos continentes.
La mortalidad relacionada con las olas de calor mostró “complejas disparidades regionales, de tal forma que el sur y el este de Europa o las zonas de clima polar y alpino, y/o sus residentes tenían ingresos elevados presentaron la mayor carga acumulada”, señala la investigación.
Sin embargo, en ciertas localidades de Oceanía o aquellas con clima tropical o bajos ingresos se observó el mayor descenso a lo largo de décadas.
La investigación indica que, en comparación con 1850-1990, la temperatura global de la superficie terrestre aumentó 1.14 grados en el periodo 2013-2022 y se espera que aumente entre 0.41 y 3.41 grados de 2081 a 2100.
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Con el creciente impacto del cambio climático, las olas de calor no solo aumentan en frecuencia, sino también en gravedad y magnitud.
“Las olas de calor se asocian a una carga de mortalidad sustancial que varía espaciotemporalmente en todo el mundo en los últimos 30 años”, afirman los autores y sugieren que debería haber una planificación de adaptación localizada y una gestión del riesgo en todos los niveles de gobierno.
Estos resultados -agregan- “indican el beneficio potencial de las acciones gubernamentales para mejorar la adaptación y la resiliencia del sector de la salud, teniendo en cuenta las desigualdades entre las comunidades”.
En el contexto del cambio climático, es crucial abordar los efectos desiguales de las olas de calor sobre la salud humana, para lo que es necesario un enfoque integral que no solo considere los riesgos inmediatos para la salud, sino que aplique estrategias a largo plazo para minimizar la vulnerabilidad y la desigualdad.
Estas estrategias deberían incluir políticas de mitigación del cambio climático, planes de acción contra el calor, planificación urbana y estructura verde, programa de apoyo social, servicios sanitarios y de salud pública, concienciación educativa, y compromiso y participación de la comunidad, sugieren los autores.
Las olas de calor, recuerdan los firmantes, aumentan el riesgo de muerte por sobrecarga térmica del cuerpo humano y provocan disfunciones de múltiples órganos, así como agotamiento, calambres e insolación.
El estrés térmico también puede agravar enfermedades crónicas preexistentes y provocar muertes prematuras, trastornos psiquiátricos y otras consecuencias.
En el estudio también participaron, entre otros, los españoles Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua del CSIC, la Fundación para la Investigación del Clima y el Centro de Investigación Biomédica en Red Epidemiología y Salud Pública.
mcc