Madrid.- Los países más golpeados por otras pandemias, como algunos asiáticos, estarían mejor posicionados para responder al desafío del Covid-19, señala un informe del Center for Economic Policy & Political Economy.

“No es la primera vez que el mundo se enfrenta a una pandemia, y las naciones [sobre todo de Asia oriental] que han puesto en práctica las lecciones aprendidas en episodios anteriores —por ejemplo, con el brote del síndrome respiratorio agudo grave (SARS, por sus siglas en inglés)— parece que gestionan mejor la crisis actual, al menos desde la perspectiva de la política sanitaria”, asegura.

Hong Kong, Japón, Singapur, Taiwán y, en menor medida, China, salieron de la crisis del SARS con conocimientos claros sobre cómo abordar un brote.

En estos territorios, resaltan los analistas, sacaron de esa experiencia la relevancia del papel del Estado en la gestión de una situación complicada y la importancia de generar capacidad local para actuar, decidir y controlar una enfermedad tan peligrosa para la salud.

“Estos países también aprendieron importantes conocimientos clínicos sobre la familia de los coronavirus, a raíz de su experiencia con el SARS.

“En consecuencia, llevaron a cabo ajustes en las infraestructuras de sus hospitales: salas de espera externas para evitar las aglomeraciones de pacientes que pudieran estar infectados en el área de emergencias acondicionadas; sistemas de succión en las instalaciones de aire acondicionado de las instalaciones para arrastrar los virus vivos hacia entornos más cálidos y húmedos para destruirlos más rápidamente, y otros muchos”, explica el informe.

Un buen número de naciones, indica, pueden basarse en la experiencia que supuso la crisis financiera de 2008 y 2009 para organizar una respuesta rápida, pragmática y fundamentada en datos.

Muchos de los instrumentos que se utilizaron con éxito durante la Gran Recesión ahora pueden emplearse de nuevo, agregan los expertos, luego de advertir que es vital actuar con diligencia para prevenir una espiral negativa en una situación que se extiende al sector financiero.

El texto afirma que las prioridades son claras: controlar la propagación del virus, así como proteger a las firmas y a su personal de los efectos de un shock en la demanda, potencialmente devastador aunque transitorio, y arropar a los más vulnerables de la sociedad.

“Esta crisis está golpeando, en primer lugar, a las economías de rentas más altas, pero sus efectos se están propagando rápidamente a los países de rentas medias y bajas, que a priori tienen menos capacidades para responder a ella.

“Muchos países de bajos ingresos y otros de ingresos medios necesitarán una ayuda global para movilizar los recursos necesarios para atajar la crisis sanitaria y sus repercusiones económicas”, abunda el informe elaborado por Ana Revenga, senior fellow del Brookings Institution, y Jorge Galindo, director de Economía política y visualización de datos del centro que encabezó el análisis.

En otro rubro, el estudio resalta que la salud es un ámbito en el que existen claras externalidades geográficas: “No lograr erradicar el Covid-19 en las naciones rezagadas significa que volverá a aparecer en las industrializadas en la próxima temporada gripal.

“Si los países en vías de desarrollo caen en una profunda recesión, los de ingresos más altos sufrirán también las consecuencias. Para lograr que la economía global recobre su ritmo, necesitamos realizar un esfuerzo concertado para ayudar a todos a controlar la pandemia y recuperarse de su impacto. Este es el problema esencial de los shocks globales simultáneos”, aclara el documento.

Enfatiza que el virus es una crisis sanitaria mundial que se transforma rápidamente en un golpe económico en la misma proporción: “La gran mayoría de naciones siguen sin estar preparadas para enfrentarse a un doble shock: el sanitario y el económico.

“La naturaleza globalizada de los flujos económicos y poblacionales hacen que sea necesario, y a la vez muy difícil, lograr una respuesta supranacional coordinada a la pandemia”, se lee en el estudio.

Son tres, afirma, las áreas en las que las organizaciones internacionales tienen que priorizar: apoyo para contener la pandemia, principalmente a través del sector sanitario; blindaje para reforzar las redes de protección social, y respaldo para medir los impactos —qué poblaciones sufren más penurias y qué empresas están quebrando—, de modo que los escasos fondos para programas puedan destinarse a los colectivos necesitados.

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