Ya pasaron por una mutilación genital femenina (MGF) cuando eran niñas, pero ahora, siendo adultas, optan por volver a someterse al terrible procedimiento.
Es el caso de cada vez más mujeres en Sudán. La razón: hacer creer que llegan vírgenes al matrimonio.
En este país mayoritariamente musulmán, la MGF implica en muchos casos la eliminación total o parcial del clítoris y los labios de la vagina.
Y la práctica a menudo trae consigo la realización de suturas para estrechar la abertura vaginal, un proceso conocido como infibulación.
Estas costuras pueden desprenderse al tener relaciones sexuales.
Y la operación para contrarrestarlo, llevado a cabo a menudo por parteras, supone más mutilaciones y volver a suturar la vagina.
"Fue tan doloroso que tuve pasar varios días en casa de una amiga, hasta que me recuperé, porque no quería que mi madre lo supiera", dice Maha, quien no quiere revelar su identidad por seguridad.
"Orinar era un problema y no pude caminar bien en los primeros días".
Maha se sometió a la operación dos meses antes de casarse con un hombre "un poco mayor" que ella.
"Él nunca hubiera confiado en mí si hubiera descubierto que había tenido relaciones sexuales antes de nuestro matrimonio", cuenta.
"Me hubiera prohibido salir e incluso usar el teléfono".
Maha, quien es graduada universitaria y tiene unos 20 años, es originaria de un estado en el norte de Sudán en el que la MGF está prohibida.
Tipos de MGF:
Pero la práctica todavía se practica extensamente: 87% de las mujeres sudanesas de entre 14 y 49 años han sido sometidas a alguna forma de MGF, según la ONU.
Y a pesar de que Maha trabaja en la capital, Jartum —que no ha prohibido la circuncisión femenina— decidió irse a su estado natal para pasar por la operación en secreto en la casa de una partera.
Acordó con ella pagarle por la intervención el precio habitual: poco menos de 5 mil libras sudanesas, unos 110 dólares.
En muchas culturas en las que ser virgen antes del matrimonio es importante, las mujeres optan por someterse a cirugía para reconstruir el himen, la delgada capa de tejido que cubre parcialmente la abertura de la vagina, para ocultar cualquier signo de actividad sexual.
Pero la himenoplastia, como se le llama a la operación, necesita ser realizada por un cirujano y no es accesible para muchas en Sudán. Así que las suturas para estrechar la abertura vaginal son la alternativa.
Algunas parteras también suelen extirpar una parte mayor de los labios u otros pliegues vaginales "para arreglar" la zona.
La ginecóloga Sawsan Said, quien hace campaña para erradicar la práctica en Sudán, afirma: "Cualquier cambio a los genitales femeninos se considera MGF, ya sea suturar o extirpar".
Ninguno de los procedimientos puede ser realizado en hospitales, ni siquiera en Jartum, porque el Consejo Médico Sudanés no los permite.
Si el organismo descubre a una partera realizando el procedimiento puede destituirla y confiscar su equipo.
Sin embargo, en tres hospitales que visité, las parteras se mostraron dispuestas a ofrecerme los distintos tipos de MGF.
Una incluso habló abiertamente sobre estos frente a otras enfermeras y me mostró las salas donde podían ser realizados.
"¿Quieres que te corte parte del clítoris? Si no quieres que lo toque, no lo haré... pero te puedo dejar perfecta al cortarte un poco los labios externos y coserlos juntos", dijo.
Otra partera indicó que ella odiaba hacerlo, pero que a veces lo había realizado porque necesitaba el dinero.
"Realicé una infibulación el otro día a una adolescente de 18 años que fue violada por su primo. Su madre vino aquí y lloró, así que quise ayudarlas", indicó.
"Juré ante la Iniciativa de Saleem —un programa de la Unión Africana para la eliminación de la MGF lanzado en 2008— que no volvería a mutilar a niñas o mujeres, pero sólo lo hago en ocasiones porque estoy criando a mis nietos, cuya madre murió, y necesito pagarles la matrícula del colegio".
¿Nueva era?
Todavía queda mucho camino que recorrer para cambiar las actitudes, especialmente en una sociedad conservadora.
"Deseo que mi futura esposa sea virgen", me dijo un soltero en Jartum, y agregó que, de no serlo, sospecharía que ella lo está engañando.
Esta es una actitud muy común en todo Sudán, donde los hombres esperan que las mujeres estén "cosidas".
Pero quienes hacen campaña contra la MGF esperan que las cosas cambien después de que el mes pasado se revocara una restrictiva ley de orden público que estuvo en vigor durante los casi 30 años en los que Omar al Bashir estuvo en el poder (fue depuesto en un golpe a principios de este año después de una protesta callejera masiva).
Quebrantarla implicaba enfrentarse a castigos como azotes, lapidación e incluso la ejecución.
Nahid Toubia, fundadora de la iniciaitva An Lan —una asociación para erradicar la MGF en Sudán— ve cambios en la percepción que las jóvenes de hoy tienen para con la práctica con respecto a la generación anterior.
"Pero están en conflicto. Sienten que tienen derecho de tener relaciones sexuales, pero también que tienen que comprometerse a volverse a suturar o incluso a usar el hiyab".
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