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Mientras un grupo de turistas se toma selfies en la portería ubicada a escasos metros de la entrada del edificio Mónaco , destino obligado en los llamados Narcotours , yo estaba adentro.
Era la primera vez que me adentraba en el que en otrora fue uno de los fuertes más reconocidos y lujosos del Cartel de Medellín , ubicado en el barrio Santa María de los Ángeles, pero que hoy es una cicatriz que se mantiene latente por las constantes visitas de locales y extranjeros pues en este lugar, hace exactamente 30 años, el cartel de Cali detonó un fuerte artefacto explosivo con 80 kilos de dinamita que no logró tumbar la estructura fuertemente construida.
Lúgubre. Abandonado. Terrorífico. Así es este edificio de siete pisos de fachada blanca y descascarada. Y su interior es peor. El musgo, el moho y la suciedad se apropiaron del lugar. Allí, hasta La Familia se fue. La reconocida escultura del maestro Rodrigo Arenas Betancur ya no está allí. "Se la llevó la Policía y ni preguntamos para dónde", me dice el funcionario de la Alcaldía que dirige el recorrido.
Foto: Jaiver Nieto / EL TIEMPO
El único movimiento lo hacen dos perros negros y sucios que nos acompañan al interior de la edificación. Las hojas secas crujen al caminar hasta el primer destino: el estacionamiento.
"Desde aquí se puede notar que no es un edificio cualquiera, es un búnker. Hay más columnas de lo usual y algunos reforzamientos con mármol.", explica el improvisado guía.
Una rara sensación se percibe en el interior. No es como las fotos que circulan en las redes sociales en las que supuestamente se ve al fantasma de Pablo Escobar . Es algo más. “Aquí hay lugares inexplorados donde no sabemos qué hay, por ejemplo lo que hay abajo”, cuenta el funcionario.
Nos piden no separarnos del grupo y ayudarnos visualmente con las linternas de los celulares, pues escasea la visibilidad en ciertas partes.
Es un laberinto. Pasillos que conectan con habitaciones y más habitaciones, la mayoría con jacuzzis, que hablan de una ostentosidad nunca antes vista en aquella época. Pero también del nivel de persecución que sentía el excapo. "Si miran bien, podrán observar que el techo y las paredes están reforzadas con periódicos de la época", dice una mujer de cabello crespo.
Es cierto. En las paredes dobles, color crema, aún son visibles las amarillentas hojas de periódico que atestiguaron lo mediático que era Escobar en diferentes escenarios.
¡Pablo Vive!
No solo en las series sobre narcotráfico o en las prendas que le hacen apología. También lo hace en las paredes del Mónaco .
Esa es la frase más reiterativa que se ve en las paredes, en las que quienes logran colarse dejan su huella con frases como “Pablo, la caleta está bajo el edificio”, o simplemente dejando su firma o la huella de la palma de su mano.
Foto: Jaiver Nieto / EL TIEMPO
Otro ejemplo de la minuciosidad con la que el Mónaco fue construido son los techos, que a simple vista parecen normales, pero aquellos que están desprendidos, dejan ver una serie de rejas dispuestas detrás.
“Era para evitar que lo atacaran desde arriba. Todo el edificio es así”, explica la mujer.
Seguimos subiendo y el laberinto es igual. En los pisos superiores está el penthouse donde el excapo vivió con su familia por periodos de tiempo. Del lujo no queda nada. Una recepción vacía en la cual, según narran, se daba la bienvenida a quienes subían por el ascensor.
Lo que sí queda evidenciado era el nivel de paranoia o persecución con el que vivía Escobar . Todavía queda la habitación del pánico en la que hay un enorme tubo de perforación petrolera para poder respirar en caso de que lo atacaran con gases.
En la parte más alta, encima de una habitación en la que habían computadores y servidores de almacenamiento, hay otro espacio en el que se ven enormes y oxidadas pipetas de gas y un enorme tanque de agua.
“Aquí podría vivir encerrado por meses si era necesario. Había pensado en todo al construirlo”, dice la nueva guía.
La impresión del nivel de detalle con el que fue construido el edificio, se desvanece al llegar a la bóveda. Un enorme espacio en el que se guardaba dinero.
Foto: Jaiver Nieto / EL TIEMPO
“Esa plata manchada de sangre. No quiero estar más aquí”, dice una joven a mi lado, visiblemente afectada.
No es la única. A las afueras del Mónaco , en un stand de la Empresa de Desarrollo Urbano (EDU) , hay otros testimonios plasmados en papeles de colores de quienes padecieron la guerra del cartel de Medellín.
“A toda mi generación le tocó vivir atentados terroristas, bombas, muerte y maldad”; “hay que pasar la página de la ilegalidad y narcotráfico y hacer memoria a las víctimas”; “perdí a mi esposo, él se dedicó a eso ( narcotráfico ) y desapareció”; “hacer un parque de esculturas donde se honre a la víctimas y se exalte la vida”.
Estas frases quieren reemplazar a las que están en las paredes del Mónaco , que sería demolido finalizando el año.
Antes de que el edificio sea enviado al suelo, la Empresa de Desarrollo Urbano (EDU) realizó una serie de Talleres de Imaginarios en los que la ciudadanía opinó en qué obra se debería hacer en honor a las víctimas para reemplazar al edificio Mónaco.
El parque Inflexión será la obra que se ubicará en el espacio donde queda el Mónaco , cuyo operativo de demolición se inicia este viernes desde las 6 de la mañana.
agv