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La Guayana Francesa, un territorio francés de ultramar que está en la costa nororiental de Sudamérica, es una de las naciones más boscosas del planeta. Pero su precioso ecosistema está amenazado por la minería ilegal de oro.
El sargento Vadim levanta su mano izquierda para detener su escuadrón. La derecha permanece firmemente aferrada a su rifle.
"Aquí puedes ver claramente el sendero de los mineros de oro", dice mientras señala un camino borroso cubierto de hojas. "Estaban aquí hace tres o cuatro días cargando cosas pesadas".
Vadim pertenece a la Legión Extranjera Francesa, una unidad de infantería del ejército francés compuesta mayormente por reclutas internacionales que aquí tienen la tarea de patrullar la densa selva tropical.
Tras inspeccionar la selva un poco más, Vadim da un silbido corto. Segundos después, se oye una respuesta desde algún lugar de los matorrales. Otra unidad de hombres está en las cercanías.
Maniobrando con un movimiento de pinza, las dos unidades esperan ahuyentar a cualquiera que intente saquear la selva.
"Todos los países deben defender sus fronteras y detener el tráfico ilegal", dice el capitán Vianney, jefe de la operación y el oficial al mando del sargento Vadim.
"Pero aquí, en la Guayana Francesa, tenemos un tesoro único: la jungla. Nuestra misión es protegerlo".
Bajo la selva amazónica hay un tesoro: se pueden encontrar depósitos de oro a solo 15 metros de profundidad.
Durante siglos, buscadores de oro han llegado a estos bosques con la esperanza de hacer fortuna. Pero hace más de una década, cuando la crisis económica de 2008 disparó su precio, empezó una fiebre del oro en toda la selva amazónica.
Desde entonces, el precio del oro ha seguido subiendo y la minería ilegal desenfrenada ha acabado con trozos de jungla desde Perú, pasando por Ecuador, Colombia, Brasil y Venezuela.
Contaminación
En la Guayana Francesa, que tiene una población de menos de 300 mil personas, se estima que hay entre 8 mil y 10 mil mineros ilegales.
Como explica Dominick Plouvier, director del Equipo de Conservación del Amazonas, el problema está en el uso de un químico de alta volatilidad.
"El mercurio que se usa en el proceso de extracción es el gran problema. Este contamina los ríos, que luego envenenan los peces, lo que a su vez envenena a la gente que los come".
El mercurio es una sustancia altamente tóxica e indestructible que es venenosa para los humanos.
Tras excavar grandes cantidades de tierra, los buscadores de oro echan mercurio para extraer las pequeñas pepitas de oro. En cuestión de minutos, el mercurio se adhiere al oro, permitiendo a los mineros no necesitar más que lavarlo para quitarle la tierra.
Luego, el mercurio puede simplemente quemarse, quedando nada más que el oro.
Por cada gramo de oro extraído, se ha requerido al menos un gramo de mercurio. Al ser lavado, el mercurio entra en la enorme cuenca del río Amazonas y se acumula en los peces, ingresando así en la cadena alimenticia.
"El mercurio actúa muy rápidamente", explica Plouvier.
"Ataca al sistema nervioso, daña tus pulmones, tus riñones y tu cerebro. Hemos visto estos efectos en los niños de la localidad traídos al hospital".
Los científicos estiman que un tercio de todo el mercurio producido por la actividad humana en el planeta viene de la minería ilegal de oro a pequeña escala.
En la frontera entre la Guayana Francesa y Brasil, la minería de oro suele estar en manos de los "garimpeiros", la palabra portuguesa usada para denominar a los mineros a pequeña escala que extraen este metal de manera ilegal.
"La mayor parte del tiempo, los garimpeiros son jóvenes pobres de Brasil que buscan dinero fácil. Viven en el bosque meses y meses", afirma Vianney.
"Al volver a casa ganarán 200 dólares al mes por hacer pequeños trabajos. Pero en la selva, pueden ganar lo mismo en pocos días".
La tarea de la Legión Extranjera Francesa es encontrar a los garimpeiros y destruir sus campamentos.
Vadim le indica con señas a su equipo que se mueva. Caminan con cuidado, recorriendo el bosque en busca de pistas.
Sin cobertura celular, los garimpeiros se dejan mensajes entre ellos en la selva. Marcas esquivas de machete en el tronco de un árbol u ocultas entre la maleza, la flecha roja en los paquetes de cigarrillos Marlboro se colocan de manera que apunten al camino que lleva a sus campamentos ocultos.
Peligros en la selva
Trabajar aquí requiere tanta perseverancia como machetes. En este inhóspito laberinto hay una colección de insectos venenosos, ranas, arañas y serpientes a la espera. Los mosquitos portan malaria, dengue, fiebre amarilla y zika, mientras que en los ríos, los caimanes le pelean espacio a las pirañas.
"En el río, también hay una anguila eléctrica con voltios suficientes para matar a un caballo", dice Vadim con una sonrisa irónica.
Cubriendo hasta 40 kilómetros al día, la infantería puede seguir una sola pista durante semanas con la esperanza de encontrar un yacimiento oculto.
Durante estas misiones, dependen de un helicóptero que les reparte alimentos y agua cada ciertos días. Por las noches, después de asearse en el río, duermen en hamacas antes de levantarse temprano de nuevo al día siguiente.
Pero, a pesar de su armamento, apoyo con helicópteros, botes a gasolina y GPS, rara vez atrapan a alguien.
A menudo, cuando llegan los buscadores de oro ya han sido avisados y han huido.
"Estamos todo el día vigilados", dice Vianney. "Saben que vamos a venir antes de que hayamos aterrizado".
Cubriendo un área del tamaño de Irlanda, este regimiento de 400 hombres simplemente no puede estar en todas partes a la vez.
Pero para el experto en conservación Dominick Plouvier, tanto los garimpeiros como el ejército que actúa en nombre del gobierno francés están buscando soluciones a corto plazo.
"Apenas se va el ejército, los garimpeiros regresan", explica. "La extracción de oro es un medio de vida tan importante en esta área, que no se puede decir simplemente que no lo hagan".
"Muchas personas de la zona y brasileños dependen de esta economía. Si quieres detener la destrucción de la selva, debes ofrecer alternativas legales y sostenibles".
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