Cada día, hora, minuto, segundo, Haití se arrodilla, se sumerge en el caos… y se asfixia en una selva sin ley.

Un dato desnudó el colapso social de una honda crisis humanitaria en una tierra olvidada en el corazón de América: el número de infantes y adolescentes en Haití con emaciación, el más mortífero ataque, inmediato y visible de la malnutrición que exhibe hinchazón del rostro, brazos y piernas, excesivo adelgazamiento y baja inmunidad, subirá de unos 88 mil en 2022 a unos 116 mil en 2023 por impacto de la incontrolable violencia armada.

“Estamos al borde de una guerra civil”, advirtió el relacionista internacional haitiano Fedner Gay, profesor de Ética en la (no estatal) Universidad de Notre Dame, de Haití.

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“Estamos en medio de una crisis política, de derechos humanos, económica y humanitaria. El movimiento Bwa Kale (La paliza), que es un tipo de venganza popular en contra de las pandillas, ha puesto en evidencia las fallas crónicas de las autoridades estatales. Avanzamos más hacia el abismo”, dijo Gay a EL UNIVERSAL.

En un acelerado e incesante deterioro político, socioeconómico e institucional, más de 160 pandillas en Haití con miles de infantes, adolescentes, jóvenes y adultos atizaron la inseguridad, la violencia y la corrupción en áreas urbanas y rurales con homicidios, ejecuciones extrajudiciales, sobornos, secuestros, abuso sexual, trata de personas, robos, reclutamiento de menores y contrabando de armas y drogas.

“Muchos niños se quedan sin hogar y sin escuela y con hambre. Los padres y las madres de familia se quedan sin trabajo. Prácticamente sí está cerrada la migración interna. A los haitianos no nos aceptan ni en República Dominicana ni en Haití. Ahora mismo no se acepta a desconocidos [que intentan refugiarse] en otros pueblos”, relató Gay.

“Muchos miembros de pandillas están buscando refugios. Frente a eso, los habitantes de los suburbios de Puerto Príncipe [la capital] y de otras provincias [estados] han recurrido a linchar y a quemar a los presuntos bandidos. Han surgido las autodefensas”, reveló.

El académico hizo referencia indirecta a los grupos irregulares que emergieron a finales del siglo XX e inicios del XXI en México, Colombia o Guatemala con el pretexto de combatir a las delincuencias organizadas y terminaron involucrándose en la criminalidad.

“Yo tengo dos meses sin poder ir al trabajo porque secuestraron a una estudiante. Tengo una familia que mantener”, narró, al confirmar que todavía sigue sin recibir su salario.

“Haití no es una preocupación para la comunidad internacional. Haití no es una prioridad”, lamentó, al preguntársele acerca de que las inquietudes geopolíticas están ahora concentradas en la guerra en Ucrania o en la crisis migratoria entre México y EU.

Haití se desplomó en 2021 en una parálisis institucional, electoral y política con un débil régimen provisional, en un conflicto de deterioro que se recrudeció luego de que el 7 de julio de 2021, el entonces presidente Jovenel Moïse, fue asesinado por mercenarios, y el país prolongó su añeja, generalizada y casi endémica descomposición. Ariel Henry fue designado primer ministro tras el magnicidio y opera con fragilidad.

Sin obtener una respuesta, el gobierno haitiano reiteró en marzo anterior un urgente pedido en la Organización de Estados Americanos (OEA) para desplegar una fuerza internacional especializada y sólida que combata a las bandas armadas y restablecer la seguridad “lo antes posible” para el “retorno a la vida normal y la restauración” democrática.

“Todos pierden, sufren esta situación: padres, estudiantes, maestros, taxistas, comerciantes, pequeños minoristas, grandes comerciantes, entre otros. Todos sufren esta situación al mismo tiempo”, explicó la abogada Mirlande Manigat, presidenta del (no estatal) Consejo Superior de la Transición (HCT, por sus siglas en francés).

Viuda del expresidente haitiano Leslie Manigat (1930-2014), que gobernó de febrero a junio de 1988 como primer presidente surgido de comicios tras la dictadura de la familia de Duvalier, de 1957 a 1986, y exprimera dama, la abogada convocó para esta semana a un debate sobre el futuro de Haití.

“La historia dirá que hay haitianos correctos, conscientes, patrióticos que, como yo, no están de acuerdo con esta situación que ven y que deciden levantarse para decir que el país no se hundirá”, subrayó.

Al instar al pueblo haitiano a “que no se desanime, no nos desanimaremos”, recordó un popular adagio de ese país: “Cuando el día está más oscuro, ese será el día. No mires la oscuridad, pero piensa que el día se abrirá. El sol aún no se muestra, pero aparecerá de todos modos”.

En un informe de este mes, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF, por sus siglas en inglés) reportó que “la violencia armada ha aumentado el número de niños, niñas y adolescentes en Haití que sufren desnutrición aguda grave, también conocida como emaciación severa, que aumentó (…) en 30% en comparación con 2022”.

“La desnutrición infantil está aumentando en la isla caribeña, asolada por la violencia, el empeoramiento de la inseguridad alimentaria y el cólera”, planteó.

Es la deterioriación de Haití… que avanza cada segundo.

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