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Cuando el Titanic chocó contra un iceberg mientran cruzaba el Atlántico en 1912, sus telegrafistas enviaron desesperadamente llamadas de socorro con la esperanza de que alguien, en algún lugar, pudiera escucharlos.
Uno de los primeros en responder fue un radioaficionado que se encontraba a unos 4 mil 800 km de distancia, en Reino Unido.
El autodidacta Arthur Moore recibió la señal en la estación que él mismo había creado en la ciudad de Blackwood, en el sur de Gales.
Tras escuchar la llamada salió corriendo hacia la estación de policía local, pero una vez allí su relato no fue tomado en serio.
Y aunque el entusiasta de la radio no pudo hacer nada para ayudar a los que estaban a bordo del Titanic, luego desarrolló una forma temprana de tecnología de sonar que ayudó a descubrir décadas más tarde el sitio donde descansaba la nave.
Inventor nato
"Artie", como lo llamaban los lugareños, ya era conocido por su equipo de radio un año antes del hundimiento del Titanic.
En 1911, había interceptado la declaración de guerra a Libia del gobierno italiano, una hazaña que lo llevó a aparecer en la portada del tabloide británico Daily Sketch.
Nacido en 1887, Artie y su hermano se hicieron cargo de la gestión de un molino de su padre y fueron pioneros y empresarios.
Según cuenta Lyn Pask, presidente de la sociedad de historia de Blackwood, los hermanos eran dueños de "algunos de los primeros automóviles en la región de Gwent", desarrollaron máquinas para los agricultores locales y le dieron al área su "primer acceso a la electricidad mediante la carga de baterías del generador que habían creado, impulsado por la rueda hidráulica del molino".
Pero el amor de Artie por la ingeniería provenía de una tragedia.
Tras perder una pierna de joven en un accidente en el molino, se inspiró para su primer invento: un contrapeso en su bicicleta que le permitía andar, empujando hacia abajo con su pie bueno.
Su modelo a escala de una locomotora de vapor ganó un concurso de revistas.
El premio era un libro llamado "Visiones modernas del magnetismo y la electricidad", que despertó su interés por la radiotelegrafía.
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Bicho raro
El entusiasta de la radioafición Billy Crofts, quien ahora vive en Londres pero originalmente proviene de Gales, dice que en ese momento Artie era visto como un bicho raro.
"Colgó todas estas antenas hechas de hilos delgados de alambre de cobre del molino Gelligroes, sobre el cercano río Sirhowy, y entre los árboles en la ladera de un viejo granero", cuenta Crofts.
Como resultado, explica, Artie podía recibir mensajes de radio desde más lejos de lo que nadie había logrado o creído posible antes.
"La gente pensaba que estaba loco y que creer que podía interceptar señales a través de cables era algo parecido a la psicología paranormal".
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Reconocimiento
Sin duda, esa fue la reacción de la policía local cuando, en la madrugada del 15 de abril de 1912, Artie pedaleó hasta la estación para informar sobre las llamadas de SOS del Titanic.
"Ahá", le dijo la policía burlándose de él. Echaremos un vistazo. Vuelve a la cama ahora y no te molestes más.
Aunque, según Pask, fuera del sur de Gales, Artie fue tomado muy en serio.
"Muy pronto, aparecieron reportes en los periódicos y corroboraron cada detalle de lo que Artie le había dicho a la policía, incluso hasta el uso del Titanic de la señal de socorro SOS recientemente adoptada".
"En Blackwood se podría haber considerado magia negra, pero para aquellos que sabían y entendían, la telegrafía inalámbrica era la Internet de la época".
Pask dice que la "genialidad" de Artie pronto fue notada por algunas "personas muy importantes".
Entre ellas, Guglielmo Marconi, un inventor de radiotelegrafía
Originalmente había predicho que las señales de radio podrían superar los 3.200 km, pero Artie las había recibido a más de 4.800 km de distancia.
En el lapso de un año, Marconi había contratado al aficionado para su compañía inalámbrica.
Como aprendiz de Marconi, Artie diseñó las primeras comunicaciones que pudieron viajar entre Gran Bretaña y las Islas Malvinas (o Falklands) durante la Primera Guerra Mundial.
En la Segunda Guerra Mundial, fue pionero en la creación de una forma temprana de sonar, una técnica que utiliza el sonido para navegar, medir distancias y comunicarse con objetos en el agua.
Esto ayudó a guiar a los barcos aliados alrededor de los submarinos alemanes en el Atlántico Norte.
Artie se retiró a Jamaica en 1947, pero poco después desarrolló leucemia y regresó a la ciudad de Bristol en Reino Unido para recibir tratamiento, donde murió un año después.
En 1985, 73 años después de que su radio sintonizara las llamadas de ayuda del Titanic, fue la tecnología de sonar que desarrolló la que se utilizó para descubrir su lugar de descanso final en el lecho marino del Atlántico.