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El país donde hace dos años se detectó el primer brote de coronavirus inauguró este viernes unos Juegos Olímpicos de Invierno marcados por las restricciones, proyectando con orgullo su fuerza en el más global de los escenarios, a pesar de que algunos gobiernos occidentales organizaron un boicot diplomático por la forma como China trata a millones de sus ciudadanos.
La ceremonia inaugural comenzó inmediatamente después del arribo del presidente chino Xi Jinping y el presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach, al mismo Estadio Nacional que fue sede de los Juegos de Verano en 2008.
Se atenuaron las luces y Beijing pasó a ser la primera ciudad que alberga unos Juegos en verano y en invierno. Y aunque algunos no estarán presentes en la segunda cita olímpica en pandemia en seis meses, muchos otros líderes mundiales sí acudirán a la ceremonia inaugural. El más destacado: el presidente de Rusia, Vladimir Putin, quien se reunió en privado con Xi previamente en medio de las peligrosas tensiones fronterizas entre Moscú y Ucrania.
Los Juegos, y su ceremonia inaugural, son siempre un escaparate para la nación anfitriona, una oportunidad para mostrar su cultura, definir su lugar en el mundo y exhibir su mejor cara. Eso es algo de lo que China ha presumido durante décadas. Pero en los Juegos de Beijing de este año, el abismo entre la actuación y la realidad será especialmente llamativo.
Hace 14 años, la ceremonia de apertura de de Beijing 2008, con enormes espectáculos pirotécnicos y miles de participantes moviéndose al unísono, estableció un nuevo estándar para la extravagancia de este tipo de actos que ningún otro anfitrión ha conseguido igualar desde entonces. Fue un evento apropiado para lo que a menudo se ha calificado como la “presentación” de China.
Ahora, se mire por donde se mire, China ya está asentada, y monta un nuevo espectáculo en el estadio conocido como El Nido, construido con la colaboración del artista disidente Ai Weiwei. Pero la esperanza de una China más abierta que acompañaba a aquella cita olímpica se ha disipado.
Para Beijing, estos Juegos son la conformación de su estatus de actor y potencia mundial. Pero para muchos fuera del país, especialmente en Occidente, se han convertido en la confirmación de su giro cada vez más autoritario.
Sin representantes diplomáticos de algunos
El pasado 6 de diciembre Estados Unidos confirmó que no enviaría a ningún representante diplomático a los Juegos Olímpicos de Invierno de Beijing, aunque señaló que los atletas estadounidenses sí participarían en la cita.
A la decisión estadounidense se sumaron Reino Unido, Australia y más recientemente, la India. Canadá, Lituania, Kosovo y Alemania también se unieron a la acción.
Olaf Scholz, canciller alemán, dijo días antes que no tenía "planes de viaje".
Vladimir Putin de Rusia es el más destacado de los 25 jefes de Estado y funcionarios gubernamentales presentes. La lista incluye también al secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, y al director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus.
Además dos delegaciones deportivas estarán ausentes, aunque de manera parcial y sin razones políticas: Taiwán y Corea del Norte.
Entre los mandatarios latinoamericanos estaban en Beijing el presidente argentino, Alberto Fernández, y su homólogo ecuatoriano, Guillermo Lasso.
Detenidos por "incitar a la subversión"
Las autoridades chinas están aplastando el activismo prodemocracia, reforzando su control sobre Hong Kong, adoptando una postura de mayor confrontación hacia Taiwán e internando a los musulmanes uigures en el extremo occidental, una represión que el gobierno estadounidense y otros han calificado de genocidio.
En Hong Kong, un activista prodemocracia fue detenido por "incitar a la subversión", justo antes de una protesta organizada contra los Juegos Olímpicos.
En Los Ángeles, medio centenar de manifestantes se reunió delante del consulado de China.
En el mundo entero, se lanzaron llamamientos para organizar protestas que denuncien las violaciones de los derechos humanos en Xinjiang (noroeste) contra los uigures, pero hasta ahora se trata de manifestaciones menores.
Otra polémica es la del impacto mediombiental de estos Juegos que se disputan en un clima glacial pero semiárido, en pistas nevadas artificialmente en estaciones de esquí acondicionadas para la ocasión.
Cientos de exiliados tibetanos se manifestaron el viernes cerca de la embajada de China en la capital india, Nueva Delhi, en protesta contra los Juegos Olímpicos de Invierno de Beijing y a favor de la libertad para la región.
Los manifestantes ondearon banderas tibetanas y portaban carteles con mensajes como “Sin derechos, no hay Juegos” o “Di no a los Juegos del genocidio”. Además, pidieron la salida de China de Tíbet e imploraron a la comunidad internacional que plante cara a Beijing.
Foto: EFE
Peso importante de la pandemia
La pandemia ha tenido también un peso importante en estos Juegos, como ya ocurrió el verano pasado en Tokio.
Más de dos años después de que se detectara el primer caso de Covid-19 en la ciudad de Wuhan, en la provincia de Hubei, cerca de 6 millones de personas han fallecido y cientos de millones más se han contagiado en todo el mundo.
El país anfitrión dice tener una de las tasas de contagios y decesos más bajas del mundo, debido en parte a los amplios confinamientos decretados por el gobierno, que fueron evidentes de inmediato para cualquiera que llegó al país para competir o trabajar en la cita olímpica.
Aunque, como ocurre en todos los Juegos, las cuestiones políticas han dominado los preparativos, una vez encendida la llama la atención pasará, al menos en parte, de las cuestiones geopolíticas del día a los propios deportistas.
"Es posible ser orgullosos rivales mientras al mismo tiempo vivimos pacíficamente y respetuosamente juntos".
Tras el desfile de los casi 3 mil deportistas en el evento, el presidente del Comité Olímpico Internacional, el alemán Thomas Bach mandó un mensaje de concordia en el ambiente diplomático tenso que se vive en estos momentos.
"En nuestro frágil mundo, donde divisiones, conflictos y desconfianza aumentan, nosotros mostramos al mundo que sí, que es posible ser orgullosos rivales mientras al mismo tiempo vivimos pacíficamente y respetuosamente juntos", dijo el dirigente deportivo.
Acción política histórica
A lo largo de la historia de los Juegos Olímpicos, la acción política ha boicoteado la participación de sus deportistas en cinco ediciones.
El primer gran boicot a unos Juegos Olímpicos se produjo en 1956 en Melbourne (Australia). Países como España, Suiza y Holanda justificaron su decisión en la invasión de Hungría por parte de la Unión Soviética.
China Continental faltó por el reconocimiento de Formosa y Egipto, Irak y Líbano basaron su ausencia por la presencia de Francia, Gran Bretaña e Israel, que luchaban por el dominio del Canal de Suez.
En 1976, en los juegos de Montreal, la participación del equipo de rugby de Nueva Zelanda en una gira por Sudáfrica, país que estaba fuera del COI por el "apartheid", llevó a una veintena de países africanos a solicitar la exclusión de la delegación neozelandesa.
Finalmente, los países africanos, a los que se sumaron Irak y Guyana, no participaron. Poco antes, la presión africana llevó al COI a retirar también la invitación a la segregacionista Rodesia (hoy República de Zimbabue).
Cuatro años después, en los Juegos de Moscú en 1980, la invasión rusa de Afganistán, que se había producido el año anterior, y las aspiraciones a la reelección del presidente James Carter condujeron a Estados Unidos a encabezar la protesta occidental.
No estuvieron tampoco Alemania, Canadá y Japón, mientras que otros como los españoles desfilaron bajo bandera olímpica y un nutrido grupo de países no participó en la inauguración.
En 1984, en la cita olímpica de los Los Ángeles, el bloque socialista encabezado por la entonces Unión Soviética, no asistió alegando inseguridad para sus deportistas, después de que en octubre anterior EEUU hubiera invadido la isla de Granada.
No obstante, Rumanía y la ya extinta Yugoslavia rompieron la disciplina del bloque del Este.
El último boicot a unos Juegos se produjo en 1988 , durante la cita de Seúl, en Corea del Sur, cuando su vecina Corea del Norte renunció a participar dos semanas antes de la inauguración por cuestiones políticas. A Corea del Norte se sumaron Cuba, Nicaragua, Albania y Etiopía.
rdmd