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Hace tres años que el Partido Demócrata se hace la misma pregunta: “¿Quién puede derrotar a Donald Trump?”. Sacarlo de la Casa Blanca es una obsesión y tras tantos meses de reflexión el tiempo se acabó. A partir de este lunes empieza la temporada de primarias, la hora de la verdad, una cuenta atrás que inicia con los caucus de Iowa. Ya no hay prórroga posible: hay que decidir qué persona es la más indicada para expulsar a Trump del Despacho Oval.
“Vamos a ver si los demócratas toman la decisión inteligente y eligen a alguien que pueda derrotar a Trump”, comenta a EL UNIVERSAL Steffen Schmidt, profesor de Ciencia Política de la Iowa State University. Nadie lo tiene claro, empezando por el propio partido, igualmente dividido que en 2016 con el agravante de que en esta contienda los candidatos pasan la decena.
Todo se resume en una palabra: elegibilidad. La mayor preocupación de los demócratas: hacer una selección perfecta para no sufrir otra decepción como la de hace cuatro años y asumiendo implícitamente que, quizá, Hillary Clinton no era la mejor opción por ese entonces. La capacidad de ser elegible en las presidenciales es una urgencia y objetivo casi único para el ciclo electoral que empieza este lunes, pero el partido tiene muchos más retos y uno de los mayores es saber cómo resolver sus enormes grietas ideológicas.
La brecha se demuestra fácilmente con los dos nombres que están sonando como principales favoritos, dos hombres blancos septuagenarios de perfiles divergentes y casi antagónicos: el exvicepresidente Joe Biden y el senador Bernie Sanders. Dos nombres que, si algo presentan, es inconsistencia, duda y desconocimiento sobre cuál es la receta para recuperar el poder.
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“Hay una gran división y demasiados aspirantes que no se quieren los unos a los otros”, apunta Schmidt.
“Rápidamente veo que será una carrera entre Sanders y Biden”, analiza David Schultz, profesor de la Hamline University, “con el dinero de Bloomberg convirtiéndolo en un comodín entrando al Supermartes. Todo apunta que el Partido Demócrata sigue partido entre sus alas progresista y moderada, al igual que en 2016, y el reto será la forma de unificar al partido. Qué candidato podrá hacerlo y cómo lo hará es una pregunta interesante”.
Todo empezará este lunes con los caucus de Iowa, algo así como juntas vecinales en los que expresar preferencias y tratar de persuadir al amigo o familiar es parte del ritual. “Tradicionalmente, el valor de Iowa es que sirve para probar las aguas y una forma de disminuir el número de candidatos potenciales o viables de cara al futuro”, explica Schultz. Y es que el estado no es nada representativo del conjunto del país: es abrumadoramente blanco (casi 90% de la población) y todavía de un carácter muy rural; sin embargo, salir victorioso de la primera prueba de fuego, de la primera ocasión en que el votante demócrata podrá elegir preferencias, es un impulso esperanzador, especialmente por la exposición mediática.
Después vendrá New Hampshire, también un estado prácticamente blanco, pero el primero en la costa este. Seguirán Nevada, primero con gran población latina, y Carolina del Sur, donde el voto afroestadounidense tendrá una voz primordial. Qué va a pasar es toda una incógnita. “Ningún candidato conseguirá los delegados suficientes antes de la Convención Nacional de este verano”, augura Schmidt, apostando a que el partido seguirá dividido y habrá una “gran pelea”.
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“Derrotar a Trump es el gran tema, pero también lo es unificar el partido, atraer a la nueva generación de votantes, recuperar el Senado y hacer planes para ganar en las elecciones legislativas estatales de 2020 de cara al nuevo dibujo de distritos de 2021”, apunta Schultz. El perfil de persona que los demócratas tienen que escoger es alguien elegible que pueda derrotar a Donald Trump, unificar al partido, apostar por la base de votantes nueva del partido demócrata (con énfasis en los jóvenes, las minorías raciales, las mujeres, la comunidad LGBTTTI), y que además tenga el liderazgo para liderar el movimiento en futuras elecciones.
Y mientras, en el otro bando, Trump sólo se dedica a mostrar músculo de su poder, acumulando éxitos que animan a su base de forma irracional. Acabados de firmar acuerdos comerciales con China y la ratificación del T-MEC, y a punto de ser absuelto en el juicio del impeachment, el presidente está en una posición privilegiada: dando discursos triunfalistas ante una base que lo apoya.
La última demostración de fuerza la hizo, precisamente, en Iowa, llenando un estadio con miles de personas en vísperas de unos caucus republicanos que tiene asegurados (la gente no sabe ni los nombres de los dos candidatos que tratan de forma fútil arrebatarle la nominación conservadora) y mandando una señal a los demócratas que su fuerza de tracción es todavía elevada.
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“Será una elección cerrada”, se atreve a pronosticar Schultz, “pero ahora mismo veo una corta victoria en colegio electoral de Trump perdiendo, otra vez, el voto popular”. Schmidt, sin embargo, ve alguna opción de que Trump pierda la elección “si los demócratas votan en masa en noviembre”.