San José.— A 51 años de una fecha histórica para Argentina, el y el izquierdista oficialista Sergio Massa dirimirán el próximo 19 de noviembre la batalla electoral por la presidencia de un país que transpira futbol y política, que vive entre viejas y nuevas idolatrías y que, rumbo al 40 aniversario del retorno a la democracia, sigue atrapado en las sombras de muerte y represión por la dictadura militar de 1976 a 1983.

En un trascendental acto, el general Juan Domingo Perón (1895-1974), caudillo y expresidente, se reunió el 19 de noviembre de 1972 en una residencia en Buenos Aires con el abogado Ricardo Balbín (1904-1981), su más enconado rival, líder del Partido Unión Cívica Radical y candidato presidencial derrotado en 1951, 1958 y marzo y septiembre de 1973, para buscar sepultar odios políticos.

“Usted y yo representamos el 80% del país”, le dijo Perón a Balbín, al instarlo a una alianza política que nunca se concertó. Como figura emblemática del Partido Justicialista, Perón gobernó Argentina de 1946 a 1955, cuando fue derrocado y enviado al exilio en el exterior hasta que el 17 de noviembre de 1972 retornó a su país y, con pactos y componendas, avanzó para ganar la presidencia en 1973 y ejercerla hasta que murió en 1974.

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Más de cinco décadas después del famoso abrazo entre Perón y Balbín, que cerró heridas partidistas y buscó edificar un sistema de democracia con estabilidad, Argentina siguió hundida en la inestabilidad y en la polarización. Milei, del opositor partido La Libertad Avanza, y Massa, de la oficialista Unión por la Patria y ministro de Economía de Argentina, representan las esquinas radicalmente opuestas de una nación con un futuro marcado por las interrogantes.

Massa, con 36.68% de los votos, ganó anteayer la primera ronda de las elecciones presidenciales de Argentina, mientras que Milei, con 29.98%, quedó segundo. Ambos obtuvieron el derecho de avanzar a la segunda, ya que para ganar el domingo se requería de 45% o pasar 40%, y obtener más de 10 puntos de diferencia sobre el segundo.

En la siguiente fase, con sólo Massa y Milei en la pelea, se triunfará con mayoría simple, por lo que los dos se lanzaron a tratar de atraer los sufragios de las papeletas eliminadas.

Al festejar antenoche su victoria, en un resultado sorpresivo porque Milei figuró como favorito en las encuestas para vencer en primera ronda o, incluso, con opciones de obtener el porcentaje suficiente para evitar la segunda, Massa cuestionó a los argentinos si quieren “país que abrace a todos o país del sálvese quien pueda”.

A partir del domingo, Massa tendrá 27 días para intentar captar los votos de las fuerzas políticas sacadas de competencia, que equivalieron a 33.31% de los votos: la derechista Patricia Bullrich, de la opositora Juntos por el Cambio (23.83%), el centroizquierdista Juan Schiaretti, de la coalición centrista Hacemos por Nuestro País (6.78%) y la izquierdista Myriam Bregman, del bloque opositor izquierdista Frente de Izquierda y de Trabajadores-Unidad (2.70%).

Como ministro del presidente de Argentina, el izquierdista Alberto Fernández, Massa deberá lidiar con un escenario sensible por los riesgos de que se podría acelerar la devaluación del peso argentino frente al dólar estadounidense y de que siga descontrolado el ritmo de la inflación, ya de 140% en el registro de septiembre de 2022 a septiembre de 2023.

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El periódico La Nación, uno de los principales de Argentina, publicó ayer que, tras su triunfo, Massa presentará medidas “para contener al dólar sin sobresaltos y buscará entregar señales para diluir el nerviosismo del mercado”.

Un escenario de desgaste financiero y económico favorecería a Milei rumbo al penúltimo domingo de noviembre, cuando saldrá el próximo ocupante de la Casa Rosada, que alberga la Presidencia de Argentina. El ganador asumirá el 10 de diciembre venidero a los 40 años del final de la dictadura y el inicio del retorno a la democracia, y gobernará por 48 meses.

En una tierra que construye ídolos en el futbol y otros deportes, la política o el arte, la popularidad de Milei subió como espuma tras los comicios primarios de agosto. Al dirigirse antenoche a sus simpatizantes con el sinsabor del segundo puesto, Milei retrocedió y advirtió que Argentina cambia o se hundirá. “Vengo a dar por terminado el proceso de agresiones y ataques”, proclamó, en lo que se sugirió como una maniobra correctiva o un reconocimiento implícito de que falló con la oferta del discurso repleto de insultos y descalificaciones a sus adversarios.

Milei tampoco dejó de atacar al kirchnerismo, uno de sus enemigos predilectos y que gobernó Argentina durante 12 años consecutivos, primero con Néstor Kirchner (1950-2010) y luego con Cristina Fernández viuda de Kirchner: él, de 2003 a 2007 y ella de 2007 a 2015.

Con una descripción de partida de naipes, Milei ratificó el mensaje de ruptura con la clase política tradicional, que gobernó en los últimos 40 años, y anunció que “estoy dispuesto a barajar y dar de nuevo con el objetivo de terminar con el kirchnerismo”, al que calificó como “lo peor que le ha pasado” a Argentina y acusó de profundizar “una decadencia brutal”.

El ultraderechista lanzó un guiño inmediato al partido Juntos por el Cambio, de derecha, y a su líder, Patricia Bullrich. “Cómo no la voy a incorporar, si ella ha sido exitosa combatiendo la inseguridad”, dijo.

Massa le apostó a un mensaje de unidad. “La grieta se acabó”, dijo, asegurando que convocará a todas las fuerzas políticas en caso de ser elegido presidente. Por lo pronto, Bregman descartó entrar en un eventual gobierno de Massa, diciendo que “tengo principios y valores”.

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En un país de unos 45.8 millones de habitantes, los 35 millones 912 mil 841 electores argentinos también eligieron anteayer a 130 de las 257 bancas de la Cámara de Diputados y a 24 de las 72 del Senado y, de acuerdo con los resultados oficiales, ningún partido tendrá mayoría en el Congreso y complicará la gobernabilidad del próximo mandatario.

Entre los 257 diputados, la oficialista Unión por la Patria (Massa) quedó en 107, Juntos por el Cambio (Bullrich) en 93 y La Libertad Avanza (Milei) en 39, y los restantes 18 puestos son de partidos minoritarios. Los puestos de 72 senadores también están repartidos sin conceder dominio a ninguna fuerza.

Más allá del abrazo Perón-Balbín, la aguda división interna de 1972 cundió en Argentina con la factura pendiente por unos 30 mil desaparecidos en la dictadura.

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