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Vieron el partido rodeados de cientos de personas, al aire libre, de noche, frente a una pantalla gigante y un entusiasmo exorbitante. O solos, en sus casas, junto a sus familias, después de un día que se hizo demasiado largo esperando esta final. O directamente en un mano a mano con la pantalla de una notebook, sin que nadie los moleste, para respetar las cábalas de las victorias anteriores. No importa el contexto. En las calles, en sus casas, en sus habitaciones, en Bangladesh el triunfo contra Francia que consagró campeona a la Selección se vivió casi con la misma pasión, el mismo sufrimiento y, finalmente, la misma euforia que se vibró hoy en toda la Argentina, pero a 17 mil kilómetros de distancia.
“¡Sentí que me iba a dar un infarto! Aunque estaba confiado… sabía que iban a ganar la Copa. Messi no se merecía la Copa, la Copa se merecía a Messi, ¡y ahí están!”, dice por WhatsApp, en inglés, Aneek Majumder, un bangladesí de 25 años que vive en Dacca, la capital, pero para ver la final viajó a Pirojpur, su pueblo, en una zona rural en el sudoeste del país.
“Estoy súper emocionado. Primero necesito celebrar esto con mi mamá y mi papá y después me voy a sumar a la multitud”, agrega, todavía con los nervios en su cuerpo, este estudiante de una Maestría de Ciencia. Luego, por mensaje, lanza una serie de “te amo”, en español, y acompañado por corazones: “¡Son los mejores! ¡Te amo Messi, te amo De María, te amo Martínez, te amo Dybala, te amo a todo el equipo y obviamente a la Argentina !”.
El fenómeno de los fanáticos de la Selección argentina –y la de Brasil- en Bangladesh tiene una historia de décadas, pero nunca tuvo tanto impacto en este país como en el Mundial de Qatar, especialmente gracias a las redes sociales, donde las imágenes de las grandes multitudes de bangladesíes celebrando cada triunfo de la Scaloneta se hacían virales apenas terminaba cada partido, aun cuando en aquel remoto país asiático –apenas más chico que Uruguay, pero con 166 millones de habitantes- eran las 3 o 4 de la mañana. El impacto fue tal que en los festejos en la Argentina se empezaron a ver las banderas verdes y rojas de Bangladesh y hasta surgió un súbito interés por la selección de cricket de aquel país vecino de la India, en una suerte de alianza de apoyo mutuo.
¿Cuál es el origen de la pasión bangladesí por la Selección? Más allá de las teorías que unen su historia como colonia del Imperio británico, la disputa por las islas Malvinas y el emblemático partido de la “mano de Dios” frente a Inglaterra en el Mundial 86, en el que Argentina salió campeón por segunda y -ahora- anteúltima vez, los propios fanáticos se limitan a dar dos nombres para explicar el comienzo de esta locura: Diego Maradona para una generación y Lionel Messi para la siguiente.
Con una selección que nunca clasificó a un Mundial, los colores celeste y blanco son los encargados de llevar alegría y entusiasmo a un país golpeado por los desastres naturales, condiciones laborales extremadamente precarias, un 12 por ciento de pobreza y una crisis de refugiados por la llegada de rohingyas desde Myanmar.
“Aquí en cada esquina puedes encontrar a un amante del fútbol, e incluso se ven situaciones de rivalidad entre los fanáticos de Argentina y Brasil. Este año, después de perder el primer partido contra Arabia Saudita, vi gente que lloraba. La gente está loca por Argentina. Hay banderas gigantes, murales en los edificios, personas que salen a festejar por la madrugada después de los partidos. Es un sentimiento, no puedo describirlo, tienes que experimentarlo para entenderlo”, dice a LA NACION Aneek Majumder desde Piojpur.
Allí, un amigo suyo hizo una bandera de 300 metros de Argentina y Aneek se sumará esta noche a la caravana de personas que trasladarán ese enorme pedazo de tela que ocupa varias cuadras.
Aneek empezó a seguir a la selección argentina en 2006, con apenas 10 años, impulsado por su padre, quien se había convertido en fanático de Maradona en el Mundial de 1986, cuando seguía los partidos por radio. “Él me contó sobre el fenómeno de Brasil-Argentina y me dijo que eligiera uno. Me costaba elegir, porque tenía solo 10 años y sabía poco de fútbol. Entonces mi hermana compró una bandera de cada uno… y los colores del cielo llamaron mi atención. Entonces elegí a Argentina. Luego escuché sobre el Barcelona y había varias leyendas: Ronaldinho, Messi, Lewandoski... Pero Messi es indudablemente el mejor de todos los tiempos”, comenta.
Su hermana mayor también es de Argentina, pero su hermano eligió la verdeamarela: “A él le gustan Messi y Di María, pero es fan de Ronaldinho”.
La “novia” de Messi
El Mundial del 2006 también fue el determinante para el fanatismo de Florida Rozario, de 29 años. De hecho, contó su “historia de amor” detrás de esa pasión en una columna en el principal diario de Bangladesh, Prothom Alo, donde trabaja como subeditora de Moda.
En un emocionante artículo, que LA NACION reprodujo en español, contó cómo se “enamoró” de Messi al verlo en una revista cuando vivía en un internado en 2006 y, en un relato apasionante, contó los riesgos que corrió en un ambiente en el que casi todo estaba prohibido para poder ver los partidos de quien, según les decía a sus amigos, era su “novio”. Desde entonces, siguió todos los partidos en la Selección de este rosarino –todavía incrédula porque, a miles de kilómetros y con un idioma totalmente distinto, su apellido es casi el mismo que el nombre de la ciudad donde nació su ídolo-.
“Vamos a ganar la Copa”, repetía Florida antes de cada partido. Habla en primera persona del plural porque vive el Mundial como una argentina más. Incluso tiene sus propias cábalas.
“No usé la camiseta argentina durante los partidos. Me la puse en el primer partido, contra Arabia Saudita, y lamentablemente perdieron. Por lo que pensé que, si usaba de nuevo esa camiseta, perderían”, dice. Se ríe, pero lo dice bastante en serio. Y agrega que su verdadero ritual fue tener su Biblia en sus manos durante el resto de los partidos, que vio sola en su casa, algo que repitió esta noche. “Como fue el último partido de Messi en un Mundial, estaba muy nerviosa, así que evité cualquier otra tensión”, menciona. Después de una noche en la que pasó de la confianza a la agonía y luego al grito final, Florida salió a celebrar con las multitudes.
“¡Yo sabía que lo iba a conseguir! ¡Messi te amo, Argentina te amo! No puedo expresar lo que siento, estoy más feliz que nunca, quiero llorar”, dice a LA NACION.
¿Se terminará su pasión por la camiseta albiceleste cuando Messi ya no esté en el equipo? “Aunque la partida de Messi será un gran dolor para mí, apoyaré al equipo de todos modos. Lo apoyé durante tanto tiempo y el equipo que ha formado Scaloni tiene tantos jugadores jóvenes y brillantes que mantendré mi fe en ellos”, responde.
Legado familiar
Raju Saha, de Dacca, tiene 39 años y desde hace 32 que es fanático de la Selección argentina. Todo comenzó en el Mundial del 90, cuando la magia de Maradona en la cancha lo cautivó. Ahora intenta inculcarle esa pasión a su hijo, de 4 años, aunque tiene un problema: su mujer, Madhobi Sarkar, apoya a Brasil.
“Compré una bandera de Argentina para mí y una bandera de Brasil para mi esposa... ¡y Uttar, nuestro hijo, eligió la bandera de Argentina!”, cuenta, con regocijo, este director creativo de una agencia de publicidad, quien puso a Messi en su foto de perfil de Facebook el martes, después de que la Selección se garantizó su lugar en la final de este Mundial.
Y es justamente en su familia donde Raju descubrió su cábala. “Vi el primer partido contra Arabia Saudita en mi oficina. Ya sabemos cuál fue el resultado… Después de eso vi el segundo y el tercero con mi mujer. Antes del partido [de octavos] con Australia, me di cuenta: quizás era mi mujer, por ella ganamos cada partido. ¡Aunque sea hincha de Brasil!”, cuenta.
Finalmente, su cábala tuvo su recompensa. “Para el último partido de Leo en un Mundial, le cociné a mi mujer un Kacchi [plato típico de Bangladesh] especial”, comenta. Y funcionó. Su mujer no hinchó por Argentina, pero sí se sumó a los festejos posteriores. “Ahora nos vamos de fiesta por la ciudad”, expresa.
“Van a volver”
En Bangladesh son conscientes de que este año su fanatismo trascendió las fronteras y esperan que esa viralización tenga un efecto concreto: el regreso de la Selección a Bangladesh, como en 2011, cuando jugó un amistoso contra Nigeria, que ganó 3-1. El país deliró frente a la presencia de Messi y el resto del seleccionado, aunque fueron pocos los que pudieron ir a verlo: la entrada costaba unos 100 dólares, una cifra inaccesible para muchos locales.
Incluso los bangladesíes festejaron el anuncio del Gobierno argentino de la futura reapertura de la embajada en Bangladesh, cerrada desde 1978. Lo ven como una señal.
“[Los jugadores] Van a volver y va a ser histórico. Créeme. Nadie se puede imaginar. Va a ser una fiesta”, afirma Raju. Están ansiosos por ver en persona a los campeones del mundo.
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agv